La ampliación del plazo para abortar a las catorce semanas, la eutanasia… Las leyes sociales que van tomando forma lo revelan más que nunca: se impone una nueva moral. ¿Cómo explicarlo? Una civilización de dieciséis siglos, el cristianismo, está «agonizando», explica Chantal Delsol.
En La Fin de la chrétienté, la filósofa demuestra que la moral se está transformando por una inversión normativa similar a la que lanzaron los primeros cristianos. La trascendencia está desapareciendo, el paganismo está volviendo, otra idea del hombre está tomando forma… Un libro esclarecedor sobre el fin de una era que conduce a otro mundo, que algunos encontrarán escalofriante.
Anne-Laure Debaecker la ha entrevistado para Valeurs Actuelles:
-Según un sondeo de Ifop publicado el 23 de septiembre, el 51% de los franceses ya no creen en Dios. ¿Qué piensa usted?
-Es muy difícil hacer una encuesta sobre las creencias, que son íntimas y fluctúan. Sin embargo, podemos ver claramente la desaparición de las creencias cristianas en Occidente, y esto ha sido así desde hace ya varios siglos. Sin embargo, hoy en día la caída de las prácticas religiosas es significativa. Hemos entrado en una nueva era. Pero no nos vamos a convertir en ateos, todos los pueblos son religiosos y ninguno puede prescindir de las creencias, aunque no sean religiones constituidas.
»Muchos cristianos piensan que después de ellos llegará el nihilismo, la nada. Pero se equivocan. Ninguna cultura vive del nihilismo, no existe. En su estado natural, todas las sociedades humanas son «paganas», si se quiere politeístas, con múltiples creencias inmanentes. El monoteísmo (judío, cristiano) es la excepción, con un Dios único y trascendente. Cuando el monoteísmo se desvanece, la sociedad vuelve naturalmente a formas de paganismo, que nacen por sí solas, que son, si se me permite decirlo, el caldo primigenio. Ahí es donde estamos.
-¿Qué religión es cada vez más frecuente?
-La ecología, una forma de cosmoteísmo, es la principal religión de nuestro tiempo. Naturalmente, los graves problemas ecológicos que hoy nos preocupan son cuestiones científicas, basadas en datos científicos. Pero lo que ocurre es que esta ciencia da lugar a una religión ecológica, o se transforma en una religión ecológica. Es decir, se ve superada por creencias y miedos que la minan y la perjudican, e incluso cuestionan su veracidad. Hoy en día, la ecología funciona como una religión: tiene sus sumos sacerdotes y sus misas, su catecismo enseñado a los niños, su profetisa, sus excomuniones y anatemas.
»El mero hecho, por ejemplo, de que se prohíba hablar a los escépticos del clima demuestra que las creencias religiosas están ocupando el lugar del pensamiento científico. En principio, la ciencia no teme a sus oponentes: discute los argumentos, no lanza anatemas. Creo que la ecología se ha convertido en una religión para sustituir al cristianismo, que ha sido borrado. Es una forma de panteísmo, y la religión común hoy en día es el panteísmo, o el cosmoteísmo si se quiere: la gente abraza a los árboles o adora a las ballenas, los himnos a la Madre Tierra, etc.
»Nuestra contemporaneidad ha borrado por completo la trascendencia y adora este mundo. He puesto el ejemplo de la Carta a Diogneto, de los inicios del cristianismo, donde el autor anónimo le dice a Diogneto que los cristianos son en este mundo «extranjeros domiciliados», es decir, que los cristianos aspiran a otro mundo. Nuestros contemporáneos ya no quieren ser «extranjeros domiciliados», ya no quieren que esta tierra sea una «estancia» y el más allá la única «morada», quieren que esta tierra sea su «morada».
-¿Cómo define usted el cristianismo, que es el tema de su nuevo libro? ¿Cuál es su legado?
-La cristiandad es la civilización que tiene como fuente y fundamento el cristianismo o incluso el judeocristianismo, sin olvidar las antiguas influencias. Comenzó a finales del siglo IV con el reinado de Teodosio: la moral cristiana se impuso a todos y las leyes del Imperio se inspiraron directamente en los dogmas cristianos. Terminó en la segunda mitad del siglo XX, con las leyes de transformación social.
»Puede decirse que el cristianismo contribuyó a producir la Ilustración y fue destruido por ella, que es su hijo salvaje e indomable. No existe la Ilustración en otras culturas. Es un producto cristiano, que mata a un padre que se quedó demasiado antiguo. Actualmente nos encontramos en el despliegue exponencial, a menudo aberrante y utópico, del espíritu emancipador de la Ilustración.
Chantal Delsol (1947) es una de las más notables figuras de la intelectualidad francesa. Profesora emérita de la Universidad de Marne-la-Vallée y directora del Instituto de investigación Hannah Arendt, es miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y autora de varios libros. Colabora habitualmente en Le Figaro y Valeurs Actuelles. En España se ha publicado su ensayo Populismos. Una defensa de lo indefendible.
»El cristianismo nos inculcó la idea de una dirección en el tiempo, que se convirtió en progreso con la Ilustración, y estamos en proceso de volver al tiempo cíclico y apocalíptico (a los niños se les enseña el próximo apocalipsis en el jardín de infancia). El cristianismo nos inculcó una dignidad humana sustancial, y empezamos a pensar que los animales son tan dignos como los humanos. El cristianismo nos inculcó la idea platónica de la verdad, y estamos abusando de ella y volviendo, en muchos sentidos, a la era de los mitos.
-Su análisis se centra en el final de este cristianismo: ¿qué fue lo que marcó su fin hizo sonar su campana de muerte?
-Es una larga agonía que probablemente comenzó en el Renacimiento, alcanzó un punto de inflexión crítico en la época de la Ilustración y luego se ha confirmado en los dos últimos siglos.
-También señala usted que incluso el pensamiento cristiano ha ido renunciando al cristianismo: ¿cómo y por qué?
-Sí, es sorprendente ver hasta qué punto los propios cristianos, empezando por el clero, ya no están interesados en defender todo lo que significaba el cristianismo en términos de poder. La historia juega aquí un papel importante: en la primera mitad del siglo XX, el cristianismo intentó sobrevivir a través de regímenes fascistas corporativistas, que resultaron ser bárbaros.
»En general, los cristianos y sus clérigos son hijos de su tiempo: ya no queremos el dominio de la fuerza, ya no queremos conquistar, ni política ni religiosamente. Y hoy existe una vergüenza en la Iglesia por las conquistas cristianas históricas, al igual que existe una vergüenza en nuestras sociedades por las conquistas políticas históricas. Si le diijeras a una asamblea de obispos que el cristianismo ha muerto, creo que te responderían interiormente: «¡Que les vaya bien ¡Ya era hora!».
Chantal Delsol, en un debate radiofónico sobre la cuestión que aborda en su libro: el final de la Cristiandad y lo que va a sustituirla.
-Sobre el tema del rechazo a las leyes de influencia cristiana, usted menciona una inversión normativa, ¿de qué se trata?
-Es una inversión de las normas morales, que todos habrán notado. Durante un siglo, todo se ha invertido. Después de muchas aventuras, el divorcio ha pasado de estar prohibido a facilitarse. El aborto estaba penalizado, ahora está legitimado. También se legitima la homosexualidad. La Iglesia no ofrecía funerales a los suicidas, nosotros aspiramos ahora al suicidio asistido, que sin duda pronto se legitimará. La pena de muerte fue legitimada, es criminal. La tortura fue un último recurso parche, un daño colateral de la guerra: es un crimen. La pederastia también era un daño colateral: es un delito (¿próximamente imprescriptible?). Estas inversiones marcan el fin de las creencias subyacentes, que eran cristianas. Marcan la entrada en una nueva sociedad, con creencias diferentes.
-¿Por qué compara a los cristianos de los siglos XIX y XX con los paganos del siglo IV?
-Quería mostrar que en el siglo IV el cristianismo naciente realizó la misma inversión, pero en sentido contrario: por ejemplo, penalizó el infanticidio y la homosexualidad, y prohibió el divorcio. Lo que ocurre hoy no es una ruptura inédita. Ha habido otras. Siempre es el cambio de creencias el que lleva al cambio de leyes sobre la moral. Las reformas sociales actuales suponen una revisión: durante décadas, las leyes cristianas se aplicaron a mentes que ya no tienen las correspondientes creencias cristianas.
-¿Cómo podemos definir esta nueva moral que se está imponiendo?
-En algunos aspectos, retoma la moral evangélica, pero sin la trascendencia y de forma exponencial, porque ya no dispone de antropología y cree que todo es posible. Por ejemplo, la igualdad y la benevolencia se retoman y se desarrollan en exceso, sin tener en cuenta la realidad. Chesterton llamó a esto verdades cristianas enloquecidas. Varios autores (Scheler, Kolnai) han hablado de humanitarismo para describir esta moral originada en el cristianismo pero que se ha vuelto errática e ilimitada. No es humanismo, ya que el humanismo significa la primacía del hombre y nosotros ya no creemos en la primacía del hombre. La transformación del protestantismo en evangelio social en Norteamérica ha sido bien estudiada. Los vicios que eran la envidia, el orgullo, la intemperancia, se han convertido en: imperialismo, colonialismo, homofobia. Ahí hay una especie de transposición extravagante.
-¿Cómo podemos explicar el auge de las religiones asiáticas?
-Ninguna sociedad puede prescindir de la religión: el ser humano es una criatura demasiado consciente de su propia tragedia como para no imaginar misterios detrás de la puerta. Por eso, cuando tiene necesidad de religión (como es nuestro caso), va a buscarla a otra parte. Esto siempre ha sido así. Hoy, con el desvanecimiento de las religiones de nuestros padres, las espiritualidades asiáticas están en el momento adecuado para ofrecer a nuestros contemporáneos necesitados la ayuda que necesitan.
-¿Cuál es el lugar de los cristianos en nuestro mundo moderno? Encontrarse en una sociedad cuyas leyes y moral se desaprueban es tener la tentación de ceder al fatalismo y replegarse en su propio espacio… ¿Deben seguir manifestándose para expresar su oposición a las leyes sociales? ¿Deben tratar de hacer oír su voz, de luchar por un mundo que les parezca mejor?
-Sí, hablamos de exculturación: vivir en una sociedad cuya cultura no aprobamos. Esta es la eterna situación de la minoría, que no es fácil, que tiene sus leyes, su grandeza y sus miserias. Los católicos necesitan tomar algunas lecciones de los judíos y los protestantes. Pero esto no responde a la vocación misionera del cristianismo: creo que se es tanto o más misionero por ser testigo que por ser prosélito.
Traducción de Elena Faccia Serrano.