El curso de retiro es un parón anual de varios días para rezar. En lo espiritual es equivalente a la ITV de los vehículos o a la revisión médica de las personas: se trata de ver en la presencia de Dios cómo va nuestra vida cristiana y de hacer examen para descubrir qué podemos mejorar.
«¿Qué haremos tú y yo en estos días de retiro?, se preguntaba san Josemaría en una ocasión; y respondía: tratar mucho al Señor, buscarle, como Pedro, para mantener una conversación íntima con Él. Fíjate bien que digo conversación: diálogo de dos, cara a cara, sin esconderse en el anonimato. Necesitamos de esa oración personal, de esa intimidad, de ese trato directo con Dios Nuestro Señor». (San Josemaría, Notas de una meditación, 25-II-1963).
Los que se organizan desde centros de la Obra, normalmente tienen lugar durante un fin de semana largo, en alguna casa de retiros y convivencias razonablemente apartada del ruido de las ciudades. Son días en los que es muy recomendable el ayuno de internet, redes sociales y mensajería instantánea.
Todo se organiza en torno a la Eucaristía, pues en el oratorio se celebra la Misa diaria, el Vía crucis, la visita al Santísimo, el examen de conciencia y las meditaciones en las que el sacerdote ayuda a introducirse en las realidades de la vida cristiana que son la columna vertebral de esos días. «La vida cristiana no nos lleva a identificarnos con una idea, sino con una persona: con Jesucristo. Para que la fe ilumine nuestros pasos, además de preguntarnos: ¿quién es Jesucristo para mí?, pensemos: ¿quién soy yo para Jesucristo?». (Fernando Ocáriz Braña. “A la luz del Evangelio”).
El horario se completa con alguna charla, el santo Rosario, lectura espiritual… y quedan tiempos amplios para la reflexión personal o para charlar con quien dirige el curso o con el sacerdote.
¿Nada más? Nada más… y nada menos. No hay efectos especiales, Lógicamente, el sacerdote prepara bien las meditaciones para presentar la vida de Jesucristo de forma sugerente, y hay quien subraya la importancia de tomar notas, de acompañar el horario general con la lectura de un libro que arroje luz, de hacer propósitos… pero eso ya forma parte del estilo personal con el que cada uno afronta esos días.
Lo importante es el silencio —decía santa Teresa de Calcuta que «el silencio nos proporciona una visión nueva de todas las cosas»—, y no olvidar que lo que se propone no es vivir en un perpetuo curso de retiro, sino que ese parón anual permita al Espíritu Santo llenar de luz todos los rincones de nuestra vida ordinaria, en el trabajo profesional, en la familia y en el cumplimiento de nuestros deberes ordinarios.
«En medio de todas nuestras actividades, a menudo descuidamos lo esencial: la vida espiritual, nuestra relación con Dios. ¡Detengámonos a rezar!» (Papa Francisco [@Pontifex_es] 9 de marzo de 2018. Twitter).