Ana Skeva nació en 1987 en Imotski (Croacia) a poco más de 50 kilómetros de Medjugorje. Pese a que fue educada en una familia católica, ha contado a Buena Nueva que solo tras la muerte de su madre conoció verdaderamente a Cristo.
Desde entonces, no ha parado de profundizar en “el reto de ver a Dios como un Padre bueno”, y reflexiona a la luz de la fe sobre sobre los recuerdos que tiene de vivir en la Yugoslavia socialista posterior a la muerte del líder Josip Broz Tito. A partir de ese momento tuvo lugar el desmembramiento del país y su partición en seis nuevas repúblicas independientes, incluyendo la Croacia natal de Ana.
Pensó que Dios le había arrebatado a su madre
“Cuando murió mi madre en 2011, entré en una crisis existencial porque pensé que Dios me la había quitado”, cuenta Ana. “Se llamaba Nada, que en croata significa Esperanza, y era muy devota de la Virgen”.
“Cuando algo me ha dolido en la vida -como esta pérdida- me ha sido muy difícil entender Su manera de actuar”, explica. Además, “el demonio me presentaba unas expectativas falsas para que yo dijera que Dios no era bueno conmigo”.
Poco tiempo después, una amiga invitó a Ana a unas catequesis que cambiaron su vida. “Comencé a descubrir que Dios es un padre bueno, y poco a poco empecé a conocer a Jesús Misericordioso”.
La oración y Santa Teresa la llevaron a España
Desde entonces, opina que ver a Dios de esta manera es un reto, pero “cuanto más me he acercado a Él, más he visto que es un Padre Misericordioso, que me quiere y sabe cómo llevarme por el camino que me conviene. ¡Es el Sumo Bien!”, exclama.
Tras su pérdida, Ana se quedó junto a su padre y su hermano pequeño en su pueblo natal. Cuando este último se fue a estudiar, vio que era el momento de dar un paso adelante en su vida. “Le pregunté a Dios cuál era su voluntad conmigo, y de todos los países, el único en el que sentía paz era España”.
Incluso en esta decisión, la fe fue fundamental en las perspectivas de la joven croata, cuya principal ilusión al mudarse era vivir en la tierra natal de Santa Teresa de Jesús. “Me hizo mucha ilusión venir y poder leer sus libros en su lengua original”.
Entre sus planes, Ana contaba con quedarse en España, enamorarse y formar una familia. “El Señor me ha sorprendido con un giro que no esperaba: he ido a Medjugorje y he conocido a un chico de mi país que ahora es mi novio. Hemos decidido dejar espacio al Señor en nuestro noviazgo, y me voy a Zagreb, la capital, para estar cerca de él y mi familia y discernir si es el hombre que Dios quiere para mí”.
Una infancia en la Yugoslavia comunista
En 1945, Josip Broz, “Tito”, fundó la República Popular de Yugoslavia, un régimen socialista leal a la URSS con una forma de gobierno en ocasiones contraria a los intereses de la propia Unión Soviética. Durante 35 años, lideró la república socialista y mantuvo unidas a las distintas etnias y bloques que afloraron tras su muerte en 1980. Poco después, Yugoslavia se descompuso en seis nuevas repúblicas, entre ellas, Croacia.
“Yo nací cuando Tito había muerto y el Partido había perdido fuerza. El régimen comunista no solo coartaba las libertades, sino que mataba a la gente. En los pueblos se vivía una vida muy sencilla, pero en las ciudades había mucho control. Cientos de monjas y sacerdotes, la mayoría franciscanos, fueron perseguidos y asesinados”.
Ana reside en una pequeña localidad a 50 kilómetros de Medjugorje y destaca que la Virgen «ha cuidado siempre» al pueblo croata.
«La Virgen nos ha cuidado siempre»
Sin embargo, una parte de la católica Yugoslavia se resignó a apostatar. “En las familias se seguía hablando de Dios y transmitiendo la fe a escondidas. Nuestras abuelas eran muy devotas del rosario y se rezaba en familia. En tiempos de guerra, San Juan Pablo II envió miles de rosarios a los soldados croatas y hay muchas fotos de ellos rezando el rosario en plena guerra”.
Sede de las apariciones de la Virgen de Medjugorje, cuenta que “los croatas siempre hemos tenido muy presente a la Virgen, la Madre Verdadera, y sabemos que ella nos ha cuidado siempre”.
Las heridas de la guerra en Croacia son aún recientes, y cuenta que su novio es un refugiado de guerra, y tuvo que escapar con su familia para salvar la vida.
“Las apariciones de Medjugorje comenzaron en 1981”, relata Ana, “y pese a que las fuerzas comunistas trataban de impedirlo, la gente no dejaba de ir”.
La secularización, «más peligrosa» para el alma que el comunismo
Podría suponerse que la salud moral de la sociedad es mejor ahora que Croacia es un país libre. Sin embargo, Ana opina lo contrario. “La secularización es más peligrosa para la fe que el comunismo. Sin darnos cuenta podemos perder la tibieza del corazón”.
Ana cuenta que cuando el régimen prohibía bautizar a los niños, “los padres buscaban a un sacerdote para bautizarlo a escondidas, pero luchaban por mantener viva la fe y transmitirla a los hijos”.
“El comunismo ponía obstáculos, pero el corazón seguía fiel. Hoy día, el paganismo hace que se apague ese corazón ardiente por Cristo”.
«El único objetivo para vivir»
Ana aún muestra uno de esos corazones inflamados por Cristo y para ella, “Dios es la única verdad que existe, el único objetivo para vivir”.
“Yo he vivido dentro y fuera de la Iglesia. Aunque siempre he sido católica, estaba muy metida en el mundo”. Por eso, Ana sabe que “el gozo verdadero viene de estar cerca de Dios, no de la alegría del mundo, que es pasajera y superficial”.
“Dios es crucial en todo”, afirma. “Lo he buscado toda mi vida y desde que lo he encontrado, soy una con mi Padre. Intento pasar por esta tierra estando atenta a su palabra, que me dice cómo vivir de la manera que Él quiere. Esto me da mucha paz y alegría. La felicidad está en la cercanía con Dios”, concluye.
ReL.