Descubramos a Cristo cerca de nosotros, dispuestos a caminar como Él nos lo pida, donde Él nos lo pida: monseñor Díaz Díaz, obispo de Irapuato (México)

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San Mateo 14, 22-36: “Mándame ir a ti caminando sobre el agua”.

Hay quienes al tener un momento de alegría y paz, ya están temerosos porque después, afirman, vienen los momentos de tempestad y difíciles. Así, no disfrutan esos momentos o bien, quisieran quedarse estancados en esos instantes.

Apenas ayer escuchábamos la maravillosa multiplicación de los panes, y hoy se nos presenta lo que acontece inmediatamente después.

No hay tiempo para buscar agradecimientos o alabanzas, los discípulos “inmediatamente” después se deben embarcar y continuar su misión, mientras Jesús sube al monte a orar. No se quedan soñando en lo maravilloso del acontecimiento, Cristo no les permite que “utilicen” el milagro para su propio provecho.

Pronto tienen que enfrentar las tempestades y las dificultades de la travesía. Esto asusta a muchos seguidores de Jesús que quisieran solamente tener los momentos de placidez y dulzura, pero Jesús nos impulsa a continuar nuestro camino a pesar de las dificultades.

Las más graves tempestades provienen no del exterior, sino las tempestades que se forman en nuestro corazón con nuestras dudas, con nuestros deseos incontrolados, con nuestro apetito de fama, de poder o de placer. Entonces es difícil reconocer a Jesús que se acerca y lo tememos como a un fantasma, entonces no queremos escuchar la voz de Jesús, entonces preferiríamos seguir nuestros propios instintos e intereses.

Muy en sintonía con la primera lectura donde el pueblo de Israel se “cansa” de luchar por su libertad y añora los supuestos manjares que disfrutaban en Egipto, y reniega cuando se presentan las dificultades y las tormentas propias del camino. Ya se les ha olvidado que la esclavitud es la peor de las desgracias, que por la libertad se sacrifican bienestar y comodidades,

Pero al sentir la dificultad, vociferan contra Moisés y contra Dios.

Las palabras de Jesús en medio de la tormenta podrían estar dirigidas tanto al pueblo de Israel, como a los asustados discípulos en la desgracia, o a cada de nosotros en nuestras personales tormentas: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”.

Los gritos de terror, el mirar fantasmas donde no existen, el miedo, puede paralizarnos e impedirnos tomar buenas decisiones.

Hoy, miremos las tormentas internas y externas, descubramos a Cristo cerca de nosotros y estemos dispuestos a caminar como Él nos lo pida, donde Él nos lo pida, con la seguridad que camina con nosotros.

Mons. Enrique Díaz Díaz,

Obispo de Irapuato.

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