El pasado 16 de julio, el Vaticano publicó un nuevo motu proprio del Papa Francisco titulado “Traditonis custodes” por el cual se modificaba otro anterior de Benedicto XVI titulado “Summorum pontificum”. Al igual que su predecesor en su día, el Papa ha acompañado de una carta el texto jurídico, en la cual intenta explicar algunas de las cosas decididas.
Tras la publicación, la prensa se lanzó a decir que el Papa había prohibido la Misa en latín y con el sacerdote de cara al altar, lo que técnicamente se conoce como ad orientem o vulgarmente como “de espaldas”.
Podría ocurrir que mañana un fiel cualquiera se topase con una Misa de espaldas en el típico espacio donde el altar permanece pegado a la pared y no es posible celebrar de cara. Así ocurre, por ejemplo, en el altar de la Virgen del Pilar en su Basílica de Zaragoza, o en el altar de la capilla donde yace el cuerpo de San Juan Pablo II en San Pedro del Vaticano (donde, por cierto, el Papa ha celebrado “de espaldas” más de una vez”).
Podría ocurrir también que un día de estos un fiel se tropezase con una Misa en latín en algún sitio, ya que son muchos los lugares donde estas se celebran. En el propio Vaticano así se hace, pues el Sínodo de los Obispos sobre la liturgia decidió que las Misas internacionales fuera en latín. De hecho casi todas las que celebra el Papa, lo son.
Si nos tropezamos con alguna de estas dos situaciones, podríamos pensar o que la prensa nos ha engañado o que se están celebrando las Misas en contra de las indicaciones del Papa. Lo que ocurre es lo primero: nos lo han contado mal.
El Papa en realidad no ha censurado ni la Misa en latín ni la misa ad orientem. Lo que ha hecho es limitar el uso de los textos litúrgicos anteriores al Misal vigente, es decir la conocida como Misa en rito antiguo, tradicional o tridentino. Limitar, más ni siquiera suprimir del todo, pues se puede autorizar en muchos casos.
Para que se comprenda el problema, recurrimos a lo declarado en La Razón por el Profesor de Liturgia de la Universidad de Navarra Juan Luis Lorda, el cual deja claro que “esto afecta solo a con qué Misal se celebra el rito romano”, pero no al latín ni a la postura del sacerdote, pues “siempre se puede celebrar en latín, como en cualquier otra lengua, el rito actual y no hace falta ningún permiso”. De la misma manera, también detalla que, “aunque está recomendado que en los templos se ponga el altar cara al pueblo, en muchas ermitas o capillas no está o no puede estar y se puede celebrar perfectamente”. Le sucedió, por ejemplo, al propio Papa en la eucaristía que celebró hace casi un año en la cripta de San Francisco de Asís, donde firmó su encíclica ‘Fratelli tutti’.”
Con más precisión si cabe, el periódico digital Omnes recogía hace unos días estas palabras del profesor de liturgia de la Universidad de la Santa Cruz: “aunque se haya afirmado así en algunos medios, este Motu Proprio del Papa Francisco no restringe el uso del latín en la Misa o la celebración “versus absidem” o de espaldas al pueblo. Aquí se está hablando de una cosa muy precisa, que es el uso del Misal de 1962. Puede recordarse, por ejemplo, que la edición típica del Misal de Pablo VI, y de todos los libros litúrgicos, es en latín; y la Misa de espaldas no está prohibida por el Misal de 1970.”
Tertuliano.
Infovaticana.