Actualidad del libro de Job

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Con relativa frecuencia la liturgia de los domingos toma la primera lectura del libro de Job, que  pone en un primer plano el dolor y el sufrimiento y argumenta como razonable la existencia del DIOS bueno y providente, que desea el bien para todos sus hijos. Las grandes cuestiones abiertas en la Biblia siguen vigentes. El hombre busca la felicidad y DIOS prepara el Edén. La soledad puede ser letal, y DIOS establece la mutua compañía en distintos grados de proximidad. La lucha por la supervivencia se vuelve una exigencia y no basta dejarse llevar por la corriente. La convivencia se hace compleja y va surgiendo el orden social y religioso. DIOS revela su presencia y existencia y establece pactos o alianzas. Como en el juego de la oca, no faltan las casillas que establecen los paréntesis de la enfermedad, el infortunio, el fracaso laboral, la pérdida de los seres queridos, la pérdida de la propia salud, o los casos extremos de las persecuciones con penas de cárcel o secuestros. Las trampas en el circuito de la vida pueden ser de lo más variado y a muchas personas se les involucra sin relación alguna con los  causantes de las mismas. El catálogo de causales que originan dolor y sufrimiento es potencialmente inacabable, pues cada época reedita las anteriores de forma ampliada. Somos pacientes de nuevas patologías y estamos expuestos a nuevas ludopatía. Se buscan nuevas formas para aumentar el umbral del riesgo y la drenalina con desprecio de las consecuencias con resultado trágico. Asistimos a nuevas formas de dolor y sufrimiento procedentes de la vanalidad de la conducta. El zombi existencial está en la vida y no le ha costado nada llegar hasta donde está, y se considera merecedor de todos los derechos universales escritos y por escribir, y poco le importa lo que pueda ocurrir. Este individuo infantilizado no demanda  grandes principios de vida, ni respuestas fundamentales a los grandes interrogantes de la existencia. El libro de Job sigue vigente para el que experimenta el sufrimiento como vehículo que lo ha llevado a un cierto nivel de sí mismo y de la realidad de la existencia. Job es un hombre profundamente religioso, y su vida no es entendida por él fuera de la mirada divina, por lo que sus monólogos están dirigidos básicamente a DIOS. Job no pone en duda ni por un instante la existencia de DIOS, aunque toda su queja está reclamando respuesta, al tiempo que busca hacer comprensible lo que está pasando. Job no encuentra cabal toda aquella desgracia. Al final DIOS responde en una dirección distinta de las preguntas planteadas por Job, y DIOS le da a entender que sus designios son inescrutables. La respuesta que escucha Job por parte de DIOS, se asemeja a la que recibe el jornalero de la primera hora en la parábola: “¿no puedo darle a este lo que YO quiera? ¿No SOY YO LIBRE para actuar en mis asuntos? ¿Vas a tener envidia de MÍ, porque YO SOY bueno? ¿No me ajusté contigo en un denario? ¿pues toma lo tuyo y vete” (Cf.Mt 20,13-16).

 

¿Por qué sufre el justo?

La pregunta por el sufrimiento del malvado encuentra, en la Biblia una respuesta directa: porque está alejado de DIOS y como consecuencia  es objeto de todos los males que acechan al hombre. La cosa se complica cuando al hombre devoto, justo y religioso le sobreviene la desgracia; entonces, las respuestas pierden su simplicidad y se hacen complejas. El libro de Job viene a mostrar, pero no a resolver, el complejo problema de la desgracia del justo. Algo había dicho el Eclesiastés: “gran vanidad es la suerte del hombre justo que padece males y sufrimientos” (Cf. Qh 8,14). Los dos capítulos iniciales del libro de Job plantean el escenario: Satán pasa a rendir cuentas con el resto de los Ángeles que sirven a DIOS, y DIOS le dice: ¿has visto a mi servo Job? No hay nadie como él. Satán le replica: como no te va servir y bendecir, si lo proteges y multiplicas sus bienes como a nadie. Tócale sus bienes, y verás  como blasfema en tu cara. Y DIOS le permite acabar con todos sus bienes. Al final, Job se mantiene en fidelidad, y DIOS se lo hace notar a Satán, que le replica: piel por piel. Toca su salud y verás como te maldice en la cara. Y DIOS le dice: haz con él lo que quieras pero respétale la vida. Job, entonces, es herido con una enfermedad que lo cubre de llagas desde los pies hasta la cabeza y se aleja a uno de los vertederos de la ciudad, pues queda excluido de la convivencia ciudadana, pero no maldice a DIOS. A partir de este momento se desarrolla en monólogos el cuerpo central de la obra de Job, que pone al descubierto las reclamaciones más hondas del ser humano. Al final el drama de Job acaba bien: DIOS lo restablece en todos los aspectos: recobra la salud y sus bienes se multiplican en mayor número que al principio.

 

Algunas secuencias del libro de Job

Por su dramatismo el capítulo tercero merece ser resaltado, pues como Jeremías (Cf. Jr 20), también Job maldice el día en el que nació. El estado de dolor sobrepasa el umbral normal y siente una desprotección absoluta. Prevé que los de ultratumba gozan de una suerte mejor: “allí están tranquilos los cautivos sin oír ya la voz del capataz, y el esclavo se ve libre de su dueño” (Cf. Jb 3,19).

Elifaz, uno de los amigos que vinieron a ver a Job en su desgracia, que hizo silencio junto a Job durante siete días y siete noches, tomó la palabra y expuso la doctrina oficial sobre el sufrimiento del justo, sin exagerar en nada, pero desconociendo la profunda verdad de su amigo Job, que toma pie para su réplica: “Si pudiera pesarse mi aflicción, si mis males se pusieran juntos en la balanza, pesarían más que la arena de los mares. Las flechas de Sadday se clavan en mí y bebo su veneno…” (Cf. Jb 6,1ss). Job hace notar a sus amigos que por encima de la exacta doctrina está el dolor por el que DIOS puede hacer justicia al hombre. Esta gran verdad la encontramos en las experiencias de conversión de muchos que alejados de DIOS son alcanzados por su acción cuando el dolor y el sufrimiento abren la brecha por la que la LUZ puede volver a entrar en sus corazones. Por otra parte, Job está alineando su experiencia dolorosa en el sentido expiatorio, que de forma misteriosa une a los hombres en la comunión de sufrientes. La expiación es posible en la comunión de dolor y sufrimiento con CRISTO que confiere valor redentor, pues el dolor y el sufrimiento por sí mismos resultan destructivos. Job puede sufrir, porque las flechas que en él se están clavando pertenecen al SADDAY.

 

El terror espiritual

El dolor y sufrimiento físico no son los únicos males que nos pueden lacerar. Job declara el acoso espiritual de los sueños y visiones que aterran el alma: “con sueños tu me espantas, me sobresaltas con visiones” (Cf. Jb 7,17).

“DIOS no me condenes, hazme saber por qué me enjuicias” (Cf. Jb 10,2). Pocas cosas causan más turbación que el sin sentido de lo que nos está sucediendo. Job no encuentra razones para toda la desgracia sufrida y pide razones de la misma. “Tus manos me formaron y en un arrebato quieres destruirme” (v.8) Y en los versículos siguientes, Job expone la doctrina bíblica  del hombre creado de barro, formado de carne, huesos y aliento de vida, que el propio DIOS mantiene.

Sofar, otro amigo que acompañaba a Job en su infortunio, tomó la palabra para exponer de nuevo la doctrina clásica de la retribución: el justo recibe bienes y el malvado males, por lo que Job debía ocultar una oscura sombra en su conducta a lo que Job responde: “yo también sé pensar como vosotros, ¿a quién se le ocultan esas cosas?” (Cf. Jb 12,3). Y Job les dice: “sois unos charlatanes, no es a vosotros a los que expongo mi situación, mi queja la dirijo a DIOS, de quien pido una respuesta” (Cf. Jb 13,6). Job reclama que DIOS le declare sus pecados (Cf. Jb14,20).

La vida de ultrabumba permanece empañada para Job: por momentos considera que la vida del hombre fenece como la hierba del campo: “cuando un hombre muere queda inerme, expira y ¿dónde está?” (Cf. Jb 15,10). Pero admite la existencia del Sheol el lugar donde reposan las sombras: pues ojalá me guardaras en el Sheol (Jb 14,13).

Job se siente aterrorizado, al no encontrar los motivos de aquella condena y la ausencia de DIOS, que describe como la antítesis del Salmo ciento treinta y ocho: “si voy al oriente no está allí, si voy al occidente no lo advierto; cuando le busco al norte no aparece y tampoco lo veo cuando vuelvo al mediodía” (Cf. Jb 22,1).

Job cesa en su queja por un momento y considera las obras de DIOS y la Sabiduría que ha acompañado sus obras (Cf. Jb 28). Sigue la misma línea de la tradición sapiencial, que personifica la Sabiduría y la concibe como alguien que asiste a DIOS en sus obras. La Sabiduría existe y el lugar donde se encuentra es del todo inaccesible. Job recuerda los tiempos en los que se sentaba a juzgar los casos difíciles, en los que estaba asistido por la Sabiduría de DIOS y era reconocido por todos (Cf. Jb 29). La situación del momento representaba la pérdida de todo aquel prestigio social, que equivalía a la muerte civil que se añadía a todo el resto de calamidades. Job se declara inocente de cualquier concupiscencia o falta de ayuda solidaria hacia los necesitados: examina su conducta y no encuentra pecado (Cf. Jb 30 y 31).

 

Job y el Siervo de YAHVEH

Job es el ejemplo de una persona justa, religiosa y temerosa de DIOS, que sufre toda clase de males y mantiene su fidelidad al DIOS que le dio la existencia, y se dispone en todo momento a su voluntad, aunque le turba, al mismo tiempo, no encontrar explicación y respuesta a tanta aflicción y sufrimiento. Job está persuadido de su inocencia y entra en liza con DIOS en demanda de una palabra que ofrezca sentido a toda la tragedia vivida por la muerte de los hijos, la pérdida de todos los bienes, la desafección de la propia esposa y la enfermedad de llagas purulentas, que le obliga a excluirse de la vida en la ciudad para ir a parar al lado del vertedero donde se acumulan las basuras como si fuese una más entre ellas. Es difícil dibujar  un cuadro más trágico sobre alguien y Job abre una vía a la desgracia sufrida por el hombre justo. Los amigos acompañantes, en vez de proporcionarle paz, consuelo y fuerza interior, vendrán a originar un gran lastre, añadiendo más dolor al que ya tenía. Los amigos con la Ley en la mano pronunciarán palabras de reproche y condena hacia Job, y de ninguna forma admitirán su inocencia. Para ellos, Job es culpable y lo que está sufriendo es el resultado de sus pecados. Esta mentalidad operaba también en los discípulos de JESÚS como lo refleja el pasaje del ciego de nacimiento, en el evangelio de san Juan (Cf. Jn 9). La pregunta de los discípulos es reveladora: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciera así?” (Cf. Jn 9,2). JESÚS contestó: “Ni pecó éste, ni sus padres; pues ha nacido así, para que se manifieste en él la Gloria de DIOS” (Cf. Jn 9,3). Entre las mayores desgracias que podían recaer sobre alguien estaba la ceguera: un ciego era un muerto viviente.

El Siervo de YAHVEH, del cual habla el profeta Isaías especialmente en el tercer y cuarto cántico (Cf. Is 50,4-9; 52,13-15-53,1ss), aporta el sentido expiatorio al sufrimiento del JUSTO. El Siervo de YAHVEH toma sobre SÍ el peso del sufrimiento por los pecados del mundo “como CORDERO llevado al matadero (Cf. Is 53,7). El CORDERO de DIOS quita el pecado o los pecados del mundo (Cf. Jn 1,29). El Siervo de YAHVEH encarnado por JESUCRISTO ofrece respuesta cumplida a todas las reclamaciones abiertas por Job y todos los justos de la historia. Desde entonces los sin sentidos originados por el sufrimiento recaen totalmente de parte de los hombres, pues DIOS en JESUCRISTO ha dado cumplida respuesta del porqué sufre el hombre justo. El dolor del mundo no tiene otra alternativa que mirar de frente a la Cruz de JESUCRISTO. La incomprensión de la Cruz está en la misma proporción del misterio de DIOS inaceptable para el hombre moderno. Se consumen de buen grado las ideas de autoayuda que tienden a la divinización del propio ego, sin reparar que esa vía es una autovía directa a la autodestrucción, pues rompe cualquier relación personal con DIOS, y sumerge al individuo en el abismo de su ensimismamiento. El misterio de DIOS se ha revelado en JESUCRISTO, y sin ÉL desaparece el DIOS personal al que necesitamos como interlocutor.

 

DIOS es DIOS

Este enunciado es una tautología, es decir, se dice del sujeto que es DIOS con el mismo término en su predicado. Como recoge el libro de Oseas: “pues YO, YAHVEH, SOY DIOS y no hombre” (Cf. Os 11,9). Job va a recibir la respuesta más satisfactoria por parte de DIOS: su misma revelación, aunque no responda a ninguna de sus reclamaciones. Puede resultar chocante esta forma de proceder, pero demuestra que es DIOS mismo la solución a los límites, carencias o pecados del hombre. El hombre encuentra respuestas cuando DIOS es más DIOS en él.

 

DIOS se dispone a hablar con Job

Toda la obra de DIOS le sirve de mensajero. En la Creación, DIOS encuentra medios para hacerse entender. La revelación bíblica no dispone a la Creación como un todo viviente a modo de Gaya, la nueva y antigua divinidad panteísta, a la que hoy quieren que volvamos a rendir culto espiritualizando un ecologismo, que pierde por el camino su carácter científico. La Biblia tiene muy claro que la Creación es algo totalmente distinto de DIOS, pero resulta un escenario favorable para que en un momento dado el Creador de todo lo visible lo pueda utilizar sin minimizar su invisibilidad y trascendencia. El capítulo treinta y siete de Job prepara la revelación de DIOS, que se manifiesta en el siguiente: “escuchad, escuchad el fragor de su voz, el bramido que sale de su boca. Hace relampaguear por todo el cielo, su fulgor llega hasta  los extremos de la tierra” (Cf. Jb 37,1-2).

 

DIOS habla a Job

“YAHVEH respondió a Job desde el seno de la tempestad” (Cf. Jb 38,1). Los hombres de nuestro tiempo hemos perdido la capacidad de leer el lenguaje de DIOS en la naturaleza, y tampoco interpretamos los movimientos de DIOS en nuestros corazones. Tanto dentro como fuera la acción de DIOS es interior, de tal forma que la mirada externa debe estar acompañada  de la unción necesaria que contrarreste “la concupiscencia de los ojos”, en el decir de la primera carta de san Juan (Cf. 1Jn 2,16). Nuestra corporeidad no puede ser sólo carne, sino también espíritu favorecido por el ESPÍRITU de DIOS. Así el hombre moderno podrá seguir las huellas de su DIOS y entrar en comunión con su lenguaje: “seguiré el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón” (Cf. Slm 119,32). Un corazón ensanchado es una conciencia despierta, que reconoce los mandatos de DIOS como leyes, y las leyes como mandatos que ofrecen caminos seguros. La metáfora de la tempestad esconde las leyes que el Creador ha puesto en su obra.

 

DIOS interroga a Job

La pregunta puede ser formulada a cualquier hombre, y da lo mismo la condición o la época en que esta pregunta se formule: “¿dónde estabas tú cuando fundaba YO la tierra?” (Cf. Jb 38,5). Toda nuestra prepotencia intelectual se hace añicos con esta simple cuestión. Nada más impreciso en el fondo, que escuchar a cualquier pretendido científico ofrecer datación cierta, segura y fiable sobre hallazgos antropológicos; e incluso fechas consideradas como históricas. Algunos datos reclaman seguridad cuando versan de hechos recientes, pero con gran facilidad lo sucedido en épocas anteriores se pierde en su totalidad. Un solo ejemplo: el hombre de Altamira, que dejó su impronta en las extraordinarias pinturas de unas cuevas, ¿cómo lo catalogamos? ¿Era un hombre como nosotros? ¿Qué desarrollo cultural tenía? ¿Era un hombre religioso? ¿Con qué objeto pintó lo que hemos encontrado en Altamira? Tales pinturas reflejan unos conocimientos sobre pigmentos y materiales, que no se compadecen con un hombre arcaico, rudo, de pensamiento obtuso, sin lenguaje evolucionado e incluso un nivel de escritura; pero todo eso no aparece en los restos encontrados. Treinta mil años atrás y nos parece perder la visión en la noche de los tiempos, sin embargo somos capaces de disputar sobre las leyes de la vida o la aparición de la reflexión en el hombre, que son asuntos de un calado muy superior. La arrogancia intelectual del hombre moderno no tiene límites.

 

Las bases del Universo

La formulación en el texto se ciñe a la tierra, pero es perfectamente extensible a todo el Universo en la perspectiva actual: “¿quién fijo las medidas de la tierra, o sobre que se fijaron sus bases, o quién asentó su piedra angular entre las aclamaciones de todas las estrellas y de todos los hijos de DIOS?” (Cf. Jb 38,5-7). Algo se sabe de este inmenso Universo, pero es una ínfima parte de lo que está por descubrir; y ante tanta grandeza la petulancia de una inteligencia adornada por algo de ciencia se cree con la autoridad de desbancar de forma total la autoría de DIOS como la razón última y primera de este inmenso Universo. La pregunta  formulada por el autor sagrado en el nombre de DIOS es pertinente en estos momentos.

 

El que encerró el mar

“YO fui el que encerró el mar con doble puerta cuando del seno materno salía borbotando; cuando le tracé linderos y coloqué puertas y cerrojos; y le dije: llegarás hasta aquí” (Cf. Jb 38,7-11) En aquel entonces nada se sabía de la gravitación, o de la influencia de la Luna en las mareas; del régimen de vientos o de las corrientes marinas. Esclarecidos algunos datos empíricos, al hombre de hoy le parece que puede eliminar a DIOS del horizonte del mundo, sencillamente porque la solución inmediata de las cosas puede prescindir de ÉL; sin embargo  numerosos interrogantes se abren cuando se trata de ofrecer una razón básica a las leyes que rigen el ajuste fino de las velocidades de desplazamiento en las partículas subatómicas, o en el mantenimiento estable de las frecuencias que marcan las longitudes de onda que pueden convertirse en mensajeros cósmicos de información sobre mundos muy distantes al nuestro.

 

DIOS permanece en el misterio

Job recibe la respuesta suficiente por parte de DIOS, y siente que una leve aproximación de DIOS a su entendimiento le aporta todas las respuestas que reclamaba. Sus infortunios se licuan como el hielo ante los rayos del sol, y Job ya no siente los estragos de su desgracia: Más aún, basta un leve reflejo del poder de DIOS para que todo cambie a su alrededor. De nuevo, Job recobra la salud y multiplica sus bienes en mayor proporción que en la etapa anterior. Para nosotros, el desenlace favorable del drama vivido por Job es un anuncio de la vida eterna que nos espera después de haber llevado con paciencia cristiana las dificultades de esta vida, que puede tener periodos de gran dureza; pero el poder de DIOS es más grande que las fuerzas hostiles del presente.

 

Entre Cafarnaum y la Decápolis

El Lago de Galilea acogió muchas horas de la vida y predicación de JESÚS. Los visitantes de la Tierra Santa encuentran puntos geográficos que siguen hablando del MAESTRO, y entre ellos destaca el Mar de Galilea. JESÚS había estado predicando en la parte occidental del Lago de Galilea, muy probablemente en Cafarnaum, que dista de Gerasa unos doce kilómetros, siendo la distancia por tierra de unos veinticinco; por lo que unos pescadores avezados a bregar en aquellas aguas no veían dificultad alguna en disponerse a pasar a la otra orilla. Gerasa estaba considerada como una región pagana significada por la cría de cerdos, que era un animal considerado como impuro para los judíos. Es muy probable que la cría de cerdos en aquella región estuviera destinada a las legiones romanas, de las que en Siria había destacamentos.

Al atardecer como siempre es JESÚS el que dispone los lugares y los tiempos de la evangelización; y les dice “pasemos a la otra orilla” (v.35). Este capítulo cuatro dispone a JESÚS sentado en una barca a la orilla del Lago de Galilea con la multitud dispuesta alrededor (v.1). Da a entender el texto que se alargó la enseñanza en parábolas hasta el atardecer. El ritmo bíblico de la jornada termina al atardecer, y se prepara un nuevo día con realidades diferentes. No se dice el número de barcas, pero son varias las que emprenden la travesía (v.36). El atardecer se establece entre el día que va decayendo y la penumbra de la noche que apaga la actividad de la jornada. La dirección tomada por JESÚS y sus discípulos es opuesta a la puesta del sol, pues se dirigen hacia la zona oriental del Lago.

 

De forma súbita

El episodio narrado en este pasaje por el evangelista sucede con gran celeridad. Parece que llevaban poco tiempo de travesía cuando se levanta una gran tormenta. La caída de la noche se debió cargar de espesas nubes grises que descargaron agua de forma torrencial, hasta el punto de anegar las barcas, aunque el texto sólo se fija en una como si las otras no estuviesen en la misma situación (v.37). En medio de aquella agitación dice el texto que JESÚS dormía sobre el cabezal de popa, cuando los olas azotaban la barca. Podemos suponer que JESÚS estaba cansado y la penumbra favorecía el sueño, pero el temporal en modo alguno permitía  el descanso; sólo personas con un alto grado de abstracción pueden aislarse de lo que sucede a su alrededor para procurarse un breve descanso reparador. Sin duda alguna, JESÚS se encontraba entre las personas cuyas condiciones psíquicas le permitían rehacer fuerzas en un corto tramo de tiempo. Una cierta excepcionalidad física por parte de JESÚS no le aparta de la plena solidaridad con todos los hombres participantes de una naturaleza común. Decimos con la carta a los Hebreos, que JESÚS ha sido semejante en todo a nosotros excepto en el pecado (Cf. Hb 4,15). Afortunadamente para nosotros las cosas han sido así, y al propio JESÚS no verse afectado por el pecado sin duda repercutió en unas condiciones físicas y psíquicas excepcionales, sin perder, insisto, su identidad con la naturaleza humana. JESÚS, por otra parte, no se libró de las consecuencias de los pecados de los hombres, que cargó sobre SÍ para nuestra salvación..

 

Despiertan a JESÚS

Los discípulos que iban con JESÚS en la misma barca lo despiertan. Ellos reaccionan como lo haría cualquier persona en unas circunstancias similares: el agua estaba llenando la barca y en cualquier momento podía hundirse. Sólo unos insensatos o alguien con el poder de JESÚS podían reaccionar de otra forma. Había que despertar al MAESTRO porque la barca estaba a punto de hundirse, el agua entraba en ella en más cantidad de la que eran capaces de achicar; y, por lo menos, habría que intentar sobrevivir nadando hacia la orilla de la que habían salido. La expectación de los discípulos con respecto a JESÚS había aumentado unos cuantos grados: “¿no te importa que perezcamos?” (v.38). No parece que el motivo de despertar al MAESTRO fuera que los librara de lo que se les venía encima, sino que era cosa de tomar alguna decisión conjunta para la supervivencia muy complicada en aquellas circunstancias.

 

Actitud desconcertante de JESÚS

San Marcos describe las reacciones de JESÚS con una flema y distancia de los acontecimientos que parece ajeno a todo lo que está sucediendo. Casi le falta decir: ¿para esta minucia me despertáis? Por supuesto, este no es el JESÚS que san Marcos pretende reflejar; aunque se trata de marcar con toda intención dos líneas que van en paralelo: los acontecimientos humanos y la actuación de DIOS. En medio de los acontecimientos más graves y acuciantes existe la Providencia de DIOS que puede asistirnos porque ella misma permanece inalterable. Un ejemplo más próximo: mal podría un cirujano componer un cráneo destrozado, si se dejase llevar por la emoción de lo que está contemplando. JESÚS, el MAESTRO, sigue ofreciendo lecciones a sus discípulos en privado (v.34).

 

El poder de la Palabra

Podemos pasar por este mundo después de ochenta o noventa años de vida, sin haber calado  el enigma del pensamiento y la palabra; y lo que es más importante en este caso: cómo la Palabra del VERBO de DIOS es una fuerza operativa en todos los niveles de existencia. Los discípulos iban a descubrir una faceta nueva del MAESTRO: una palabra cargada de poder,  que dominaba los elementos naturales. “ÉL habiéndose despertado increpó al viento y dijo al mar, calla. Enmudeció el viento y se calló y sobrevino una gran bonanza” (v.39). Sólo DIOS tiene poder para ordenar al viento y al mar, que están dentro de las leyes naturales que los regulan. Sólo DIOS conoce y domina las leyes que rigen los fenómenos de la naturaleza. JESÚS podía ejercer aquel poder, que llenó de asombro a los discípulos y les hizo exclamar: “¿quién es éste, que hasta el mar y el viento lo obedecen” (v.41).

 

El gran aprendizaje

Venimos a este mundo con cierto número de capacidades, y a lo largo de la vida debemos adquirir otras nuevas. En definitiva, somos seres destinados al aprendizaje. En la jerarquía de los contenidos necesarios y fundamentales, el primer lugar lo ocupa aquello que dé una respuesta cumplida a nuestra identidad y destino último. Sólo JESUCRISTO puede decirnos  quiénes somos y el destino que DIOS nos tiene dispuesto. Por tanto, el conocimiento de JESUCRISTO debiera estar en el vértice de todos nuestros afanes por conocer y adquirir ciencia y sabiduría. Los discípulos del MAESTRO tuvieron el privilegio excepcional de encontrarse de frente con quien puede revelar las aspiraciones más hondas del ser humano. “¿Quién es ÉSTE?, es la pregunta más básica que un cristiano debe mantener abierta a lo largo de esta vida. Ellos iban a la otra orilla, y para llegar a aquella tierra hostil y extranjera debían recibir una lección especial: JESÚS tenía  poder, pero no un poder cualquiera, sino todo el poder, pues DIOS se lo había dado. Iban en compañía de alguien que era más que hombre: los estaba acompañando el mismo HIJO de DIOS del que habla el primer versículo de este evangelio de Marcos.

 

El miedo paraliza la evangelización

Los obstáculos para llevar adelante la evangelización son similares a los que entorpecen la vida cristiana. El santo temor de DIOS es principio de la Sabiduría; pero el miedo es un lastre que apaga la confianza en DIOS. La prudencia no es dar rienda suelta a un animo pusilánime, sino sopesar las distintas estrategias para llevar adelante una acción a favor del Evangelio. Los discípulos van a ir conociéndose a lo largo de los propios pasos que JESÚS va dando dentro de la misión evangelizadora; y en esta travesía JESÚS les declara el efecto paralizante del miedo. Si estaban en aquella hora de zozobra era porque ÉL mismo había dispuesto “pasar a la otra orilla”, y eso era más importante que la misma tormenta y los riesgos que ésta representaba. La confianza en sus palabras iniciales los hubiera librado del miedo y de la misma tormenta, porque ante su Palabra ningún elemento iba a suponer un obstáculo, pero había que creerlo; y en ese punto estuvo la debilidad inicial de los discípulos. Les quedarán por vivir otros momentos en los que se pondrá a prueba la heroicidad de la Fe. En este caso la prueba no fue superada, pero no se cuenta en el debe, sino que el fracaso es contemplado  en el proceso de aprendizaje.

 

San Pablo, 2Corintios 5,14-17

Si le preguntamos a san Pablo el porqué de su afán evangelizador, nos contestará con la brevedad de este versículo: “nos apremia el amor de CRISTO” (v.14), “al que ya no conocemos según la carne” (v.16). La experiencia con CRISTO la vive el apóstol junto con sus comunidades en la acción del ESPÍRITU SANTO, que tiene por misión dispensar dones y carismas, que reflejen con claridad la unidad de los cristianos dentro del Cuerpo de CRISTO que es la Iglesia (Cf. 1Cor 12,12). JESUCRISTO el SEÑOR, como lo hizo en su vida mortal, sigue perdonando los pecados, liberando a los espíritus oprimidos y curando toda clase de enfermedades. La presencia del RESUCITADO en aquellas comunidades era el motor de su vida y expansión, y san Pablo y sus compañeros estaban en la primea fila de este anuncio con resultados vividos por muchos.

El Amor de JESUCRISTO fue “un Amor entregado porque murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para AQUEL que murió y resucitó por ellos” (v.15). El Amor de CRISTO tiene un contenido preciso: la muerte en Cruz por todos y cada uno de los hombres; y la validación de esta muerte por la Resurrección. El aparente fracaso del primer momento quedó anulado por la Resurrección. Aquella muerte tenía un carácter expiatorio; por tanto, el objetivo era hacerse víctima propiciatoria por los pecados de todos los hombres, y operar así  la salvación del género humano. Este excepcional Mensaje hay que propagarlo con urgencia, en cualquier época que nos toque vivir. También ahora, en estos momentos, este hecho capital  sucedido en tiempos de Pilato traería la solución a los problemas de una humanidad que presenta rasgos preocupantes.

Ciertamente, “el que está en CRISTO es una criatura nueva” (v.17), porque el principio de lo nuevo ha entrado en su interior y está transformando su vida. Lo nuevo es de DIOS, porque la Vida en DIOS es siempre joven; aunque, como nos recuerdan los versículos anteriores de este capítulo, nuestra tienda presente se vaya destruyendo, pero otra va renaciendo anclada en la eternidad, que nos garantiza la eterna novedad de una vida en DIOS. El cristiano está destinado a una verdadera utopía que toca un más allá con sólidos cimientos, muy distinta de las utopías humanistas que se desvanecen en la fantasía de su misma proposición, pues “la figura de este mundo se termina” (Cf. 1Cor 7,31)

 

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