En un comunicado, el patriarcado expresa su consternación y preocupación por los episodios de violencia en Jerusalén Oriental, en la mezquita de al-Aqsa y en las propiedades palestinas de Sheikh Jarrah. Impedir el acceso a los lugares sagrados durante el Ramadán es una privación de los «derechos humanos básicos» que resulta “inaceptable”. Israel y su uso «discriminatorio» del Estado de Derecho.
Todos los responsables de las Iglesias de Tierra Santa están «consternados y preocupados» por los hechos de violencia en Jerusalén Oriental, en la mezquita de al-Aqsa y en Sheikh Jarrah, ya que violan «la santidad del pueblo y de la ciudad» que debiera ser fuente «de paz». Así se expresa el Patriarcado Latino de Jerusalén en un comunicado oficial, en respuesta a la escalada de violencia de los últimos días entre israelíes y palestinos, que ha dejado decenas de muertos y cientos de heridos. La violencia contra los fieles y las expropiaciones forzosas, continúa la declaración, «socavan la seguridad y los derechos de acceso a los lugares santos» y son una «violación inaceptable de los derechos humanos básicos».
Lo que incrementa la tensión es el uso “discriminatorio” del Estado de derecho por parte de Israel, combinado con un intento -inspirado en una ideología extremista- de negar «el derecho a existir a quienes viven en sus propios hogares». Otro asunto espinoso es que se deniega el acceso a los lugares sagrados, como ocurrió con los musulmanes durante el Ramadán en Al Aqsa. Estas manifestaciones, subraya la nota, «hieren el espíritu y el alma de la Ciudad Santa, cuya vocación es ser abierta y acogedora, ser un hogar para todos los creyentes, con igualdad de derechos, dignidad y deberes».
A continuación, el texto completo de la declaración:
“Todos los responsables de las Iglesias estamos ‘profundamente consternados y preocupados por los recientes episodios de violencia en Jerusalén Oriental, tanto en la Mezquita de al-Aqsa como en Sheikh Jarrah, ya que violan la santidad del pueblo de Jerusalén y la de Jerusalén como Ciudad de la Paz’. Es necesario que se tomen medidas urgentes.
La violencia empleada contra los fieles socava su seguridad y su derecho a acceder a los lugares sagrados y a rezar en libertad. El desalojo forzoso de palestinos de sus hogares en Sheikh Jarrah es otra violación inaceptable de los derechos humanos básicos y del derecho a un hogar. Para los habitantes de la ciudad, es una cuestión de justicia vivir, rezar y trabajar, cada uno de acuerdo con su propia dignidad. Una dignidad que ha sido otorgada a la humanidad por Dios mismo.
En lo que respecta a la situación en Sheikh Jarrah, nos hacemos eco de las palabras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien afirmó que el Estado de Derecho «se aplica de forma intrínsecamente discriminatoria». Esto se ha convertido en uno de los puntos más críticos de las crecientes tensiones en Jerusalén en general. El episodio en cuestión no se refiere a una disputa entre particulares en torno a una propiedad. Se trata más bien de un intento inspirado en una ideología extremista que niega el derecho a existir a quienes viven en su propia casa.
El derecho a acceder a los lugares sagrados también tiene un significado particular. A los fieles palestinos se les ha negado el acceso a la mezquita de Al Aqsa durante este mes de Ramadán. Estas manifestaciones de fuerza hieren el espíritu y el alma de la Ciudad Santa, cuya vocación es ser abierta y acogedora, ser un hogar para todos los creyentes, con igualdad de derechos, dignidad y deberes.
La posición histórica de las Iglesias de Jerusalén es clara en cuanto a la denuncia de cualquier intento de convertir a Jerusalén en una ciudad exclusiva para cualquiera. Se trata de una ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas y, sobre la base del derecho internacional y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, también es una ciudad en la que el pueblo palestino, compuesto por cristianos y musulmanes, tiene el mismo derecho a construir un futuro basado en la libertad, la igualdad y la paz. Por lo tanto, pedimos que se respete plenamente el statu quo de todos los lugares sagrados, incluido el complejo de la mezquita de al-Aqsa.
La autoridad que controla la ciudad debe proteger el carácter especial de Jerusalén, llamada a ser el corazón de los credos que derivan de Abraham, un lugar de oración y reunión, abierto a todos y donde todos los creyentes y ciudadanos, de todas las creencias y afiliaciones, pueden sentirse «en casa», protegidos y seguros.
Nuestra Iglesia ha sido clara: para la paz, se necesita justicia. En la medida en que no se defiendan y respeten los derechos de todos -israelíes y palestinos-, no habrá justicia y, por tanto, no habrá paz en la ciudad. Es nuestro deber no ignorar la injusticia o cualquier agresión contra la dignidad humana, independientemente de quién la cometa.
Pedimos a la comunidad internacional, a las Iglesias y a todas las personas de buena voluntad que intervengan para poner fin a estas provocaciones y que sigan rezando por la paz en Jerusalén. Nos unimos en la oración a la intención del Santo Padre Francisco que espera que «la identidad multirreligiosa y multicultural de la ciudad santa sea respetada y que al final prevalezca la fraternidad».
Jerusalén.
AsiaNews.