Ante la gran “pandemia” que es el ataque a la familia, expresado en la ideología de género, los padres tenemos que proteger y defender a nuestros hijos. El asunto crucial de la humanidad es la ofensiva despiadada contra la familia para lograr destruir el alma de nuestros niños.
Hay cuatro áreas en las cuales debemos proteger y orar por nuestros hijos, porque tenemos el poder y la autoridad para hacerlo hasta que son mayores de edad y después podemos interceder. Por eso, entre más temprano, ¡mucho mejor!
Primero, hay que orar por sus heridas de abandono físico o emocional; luego, por sus heridas de agresión física o emocional; en tercer lugar, por sus heridas de abuso sexual, también generadas en lo que ven en televisión, como la pornografía, o al ser maltratados sexualmente por otras personas adultas o menores de edad. Finalmente, podemos y debemos orar por la herida espiritual, debido a que nuestros niños están sujetos a influencias y daños producidos por el ocultismo, y que se transmite también a través de los medios de comunicación.
Por eso, el primer paso es conocer cuáles son esas heridas que tienen nuestros hijos a través de herramientas psicológicas, por ejemplo, una lista de chequeo de 95 preguntas para que los padres identifiquen situaciones antes, durante o después del embarazo que se relacionan directamente con esas heridas. Insisto: como padres de familia tenemos el poder y la autoridad para orar por nuestros hijos, pero como pasa con muchos tesoros… ¡estamos sentados sobre un baúl de ollas repletas y, aun así, aguantamos hambre!
En el proyecto de orientación psicológica y espiritual que he realizado con más de 50 padres de familia hemos encontrado cómo enfermedades físicas, problemas de conducta, dificultades académicas y de comportamiento se han sanado con la oración, la cual debe ser persistente, realizada a diario; estructurada, pues no es espontánea o de estilo carismático, sino que se escribe previamente, según un método. Esa estructura formal permite que los padres se enfoquen sistemáticamente en esas heridas y vayan viendo cómo, a través de su oración, es posible lograr cambios en el comportamiento.
Este modelo de oración por los hijos, que contrarresta las heridas que hacen más vulnerables a los niños a la ideología de género, nos permite a los padres sanar el problema desde la raíz. A veces nos quejamos del comportamiento y nos quedamos trabajando en el síntoma, pero la causa real está en las cuatro heridas que se suscitan desde la concepción hasta los tres años: abandono físico y psicológico, agresión física o psicológica, abuso sexual agresivo o seductor y prácticas de ocultismo de las cuales los niños han sido víctimas.
La clave está en la confianza en Dios
Es muy importante analizar tres etapas de la vida del niño para estructurar la oración y realizar el proceso de sanación de sus heridas: antes del embarazo, por ejemplo, dolores o abortos anteriores (espontáneo o provocado); traumas vividos por papá y mamá durante el embarazo, una etapa preciosa donde el niño recibe cualquier influencia positiva o negativa y la grabará en su memoria, y después del nacimiento, durante los primeros 36 meses, que son críticos para el desarrollo de su personalidad.
Por otra parte, los padres tenemos que recuperar nuestra capacidad de interceder por los hijos adultos, un caso distinto al de los menores de edad, pues cuando ya cumplen la mayoría de edad son autónomos y dependen directamente de Dios. Esto lo vemos exactamente en el proceso presentado por el Señor en la parábola del hijo pródigo, en la cual este, ya adulto, se va a malgastar su herencia y tras los golpes de la vida, reflexiona, entra dentro de sí y toma una decisión: “voy a trabajar como obrero para mi padre”.
Ahí conectamos el proyecto de los hijos adultos con la frase de San Pablo: “el que no trabaja que no coma”. Encontramos que la clave para un hijo adulto es lograr su autonomía, que él trabaje y entregarlo a Dios diciendo: “Señor, fallé como papá. Te pido perdón, ya no puedo hacer nada, y te entrego a mi hijo. Haz lo que sea necesario para que él salve su alma y cumpla su proyecto de vida, y si yo quiero volver a hacerme cargo de él, ¡no lo permitas!”. Es vital hacerlo, porque muchas veces los padres de familia de hijos adultos frenamos su desarrollo, que puedan dar la vuelta del hijo pródigo, que es lo que el Señor quiere: que logren en ese momento su autonomía como adultos.
Cuando comprendemos que nuestros hijos adultos ya no nos pertenecen, podemos entregarlos tranquilamente a Dios. Esto supone, sin embargo, confianza en Su Poder, tanto cuando yo oro como papá de mis hijos menores de edad, como cuando entrego a los hijos mayores de edad.
Si confío en el Señor y sigo un método estructurado de oración diaria por las heridas de mis hijos menores veré, como muchos padres ya lo han comprobado, resultados extraordinarios, sanación de heridas, cambio en el comportamiento, acercamiento a Dios y, en última instancia, que cuando el hijo pequeño sea adulto, logre cumplir la misión de su vida como esposo, padre y profesional.
Este camino de oración y sanación de nuestros hijos lo vamos a explicar claramente en un retiro-concierto que realizaremos este sábado 15 de mayo con la cantautora católica Celinés Díaz, quien se ha sumado con su testimonio y su música para brindarles a los padres herramientas efectivas desde la psicología y la fe católica. Los padres de familia pueden registrarse gratis a este evento online “Un canto de sanación por tus hijos” aquí.