El Catolicismo Fake de Joe Biden

Ron Aledo
Ron Aledo
Una persona que se llama vegana y jura ser vegana pero come filetón, chorizo, y ternera todos los días no es vegana. Es un fake vegano. Una persona que jura ser católico pero no obedece la doctrina católica da discursos contrarios a la que la doctrina católica dice y enseña, apoya leyes contrarias a la doctrina católica y hace exactamente lo contrario a lo que la doctrina católica manda, es un católico fake.
El catolicismo fake de Biden tiene muchos orígenes y explicaciones.  A parte de las decenas de millones de personas por todo el mundo que se declaran católicas pero no conocen en absoluto la doctrina católica podemos decir que hay dos grandes grupos de católicos fake.  Por un lado están aquellos católicos fake que defienden abiertamente posiciones contrarias a la doctrina católica y furiosamente escriben y defienden esas posiciones. Hans Kung  es un ejemplo entre miles de sacerdotes y teólogos fake. Por el otro lado están los católicos buenistas del amor oso peluchín, ósea la línea progre de la Iglesia Católica.  Esta escuela progre del amor osopeluchín es la del cardenal Kaper. En ella están todos los curas y obispos de ¨izquierda¨ que andan por ahí como el cardenal Cupich, James Martin, montones de obispos de Alemania, y decenas más,  etc, etc.
Esta escuela de izquierda progre del amor osopeluchín viene de la escuela del Rin tan fuerte en los Países Bajos durante el Segundo Concilio Vaticano. Su concepción filosófica es una errónea concepción del ¨amor¨ y la ¨caridad¨ cristiana que sacrifica la verdad y la defensa de la doctrina católica por la obsesión de no ofender a nadie ni decir nada que pueda herir los sentimientos de nadie, sin importar lo abominable del error de la persona o lo perverso de sus ideas o posición.
El catolicismo de Biden viene de esa escuela del amor osopeluchín y también de una gran ignorancia de la fe católica. Biden es un ardiente defensor del aborto, del homosexualismo (¨caso¨ a homosexuales), de los trangenders, etc. En sus primeros días como Presidente firmo ya varias ordenes ejecutivas promoviendo el aborto y quiere ahora cambiar las bases legales constitucionales para hacerlo permanente e inmune a un fallo judicial contrario. Igualmente ya autorizó meter otra vez a los transgender en las fuerzas armadas y firmó otra orden para que los transgender puedan puedan competir en todos los deportes contra las niñas y mujeres. Ardiente defensor del homosexualismo se hizo famoso con sus discursos a favor del matrimonio homosexual.
Ante ese desastre tenemos que ver:  lo que la Iglesia Católica enseña sobre el campo político en general, y lo que la Iglesia Católica enseña sobre las posturas de Biden respecto al homosexualismo y el aborto.  En primer lugar está la gran falacia universal de que la Iglesia Católica cambió durante el Segundo Concilio Vaticano la doctrina sobre la Confesionalidad Católica del estado. Que el documento Dignitatis Humanae cambio esto. Que antes la Iglesia defendía el antiguo orden y las monarquías fundadas y que ahora la Iglesia abraza la revolución francesa, el Volterianismo y el estado agnóstico ateo indiferente derivado de este. Esto es una de las grandes falsedades y mitos de la historia. Nada más falso.
La Iglesia nunca jamás busca estados neutro, o agnósticos, en la práctica ateos.  Lo que la Iglesia sí hizo fue reconocer como triste hecho y horrible realidad que en Occidente el estado neutro, agnóstico semi ateo,  había triunfado y era la norma. Ante esa triste realidad la Iglesia como explica el Cardenal Dulles, busco poner su énfasis y mayor esfuerzo en defender los derechos individuales de la persona defendiendo el derecho a la sana libertad religiosa. Ese era el propósito de Dignitatis Humanae, que básicamente está dirigido a los países donde los cristianos eran oprimidos como los que vivían en el 1965 bajo las dictadura comunistas del Pacto de Varsovia o los que vivían bajo regímenes teocráticos musulmanes como Arabia Saudi y tantos otros. El Papa Pablo VI así lo explicó magistralmente en el cierre del Concilio donde específicamente escribió que el propósito de Dignitatis Humane era que la Iglesia pudiera esparcir por todas partes el evangelio, que no le pusieran trabas los estados ateos o musulmanes.
Lo  que muchos desconocen es que la Iglesia Católica durante el Segundo Concilio Vaticano volvió a reafirmar la doctrina de siempre sobre la confesionalidad católica del estado. Lo importante es que mientras la Iglesia reconoció lo difícil y poco viable que era esto en la práctica. Por eso el asunto clave no era (y esto no lo entienden muchos) que todos los estados en todas partes tenían que ser confesionales católicos. El asunto era que en Occidente y aquellos países de amplia mayoría católica, si era lo mejor y lo ideal que el estado fuese católico.  Si bien Dignitatis Humanae estaba dirigido a los países ateos, comunistas, musulmanes de la época, el documento Apostolicam Actuositatem esi sí estaba dirigido a los países occidentales cristianos. El número 7 de este importantísimo pero muy poco conocido documento no puede ser más claro respecto a la doctrina católica sobre la política:
Apostolicam Actuositatem (Segundo Concilio Vaticano):  Instauración cristiana del orden temporal. 7. Está en el plan de Dios sobre el mundo, que los hombres restauren concordemente el orden de las cosas temporales y lo perfeccionen sin cesar. Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y otras cosas semejantes, y su evolución y progreso, no solamente son subsidios para el último fin del hombre, sino que tienen un valor propio, que Dios les ha dado, considerados en sí mismos, o como partes del orden temporal: «Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gén., 1,31). Esta bondad natural de las cosas recibe una cierta dignidad especial de su relación con la persona humana, para cuyo servicio fueron creadas.
Plugo, por fin, a Dios el aunar todas las cosas, tanto naturales, como sobrenaturales, en Cristo Jesús «para que tenga Él la primacía sobre todas las cosas» (Col., 1,18). … Es obligación de toda la Iglesia el trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y de ordenarlos hacia Dios por Jesucristo. A los pastores atañe el manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales.
Es preciso, con todo, que los laicos tomen como obligación suya la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, obren directamente y en forma concreta en dicho orden; que cooperen unos ciudadanos con otros, con sus conocimientos especiales y su responsabilidad propia; y que busquen en todas partes y en todo la justicia del reino de Dios. Hay que establecer el orden temporal de forma que, observando íntegramente sus propias leyes, esté conforme con los últimos principios de la vida cristiana, adaptándose a las variadas circunstancias de lugares, tiempos y pueblos. Entre las obras de este apostolado sobresale la acción social de los cristianos, que desea el Santo Concilio se extienda hoy a todo el ámbito temporal, incluso a la cultura.¨
Por si hubiera alguna duda respecto a la obligación católica respecto a la política y el orden temporal, el 2105 del Catecismo recoge todos los siglos de esta gloriosa doctrina:
–Catecismo de la Iglesia Católica 2105 El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo” (DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan “informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive” (AA 13). El deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1). Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo (cf  AA13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, Carta enc. Immortale Dei; Pío XI, Carta enc. Quas primas).
Con respecto a la obligación concreta de los políticos como Biden el Papa Benedicto XVI explica la doctrina clave y la tremenda obligación de los políticos católicos en defender la Ley Moral Natural con las leyes y la legislación:
Benedicto XVI (SACRAMENTUM CARITATIS , 2007) : » … el culto agradable a Dios NUNCA es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, EXIGE el testimonio PÚBLICO de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o POLÍTICA que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores FUNDAMENTALES, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas.
Estos valores NO SON NEGOCIABLES. Así pues, los POLÍTICOS y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, DEBEN sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar LEYES inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana- Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado.¨
Cuando el Papa se refiere a ̈Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29).¨ se refiere al acceso a la santa comunión. Y en esta misma línea San Juan Pablo II nos repite la misma doctrina y la misma obligación católica hacia el orden temporal:
—-SAN JUAN PABLO II   (enero, 2005, a los obispos españoles):  « … En el ámbito social se va difundiendo también una mentalidad inspirada en el laicismo, ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos consciente, a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública. Esto no forma parte de la tradición española más noble, pues la impronta que la fe católica ha dejado en la vida y la cultura de los españoles es muy profunda para que se ceda a la tentación de silenciarla. Un recto concepto de libertad religiosa no es compatible con esa ideología, que a veces se presenta como la única voz de la racionalidad. No se puede cercenar la libertad religiosa sin privar al hombre de algo fundamental. . .  Los fieles católicos, a los cuales les incumbe buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según la voluntad divina, están llamados a ser testigos valientes de su fe en los diferentes ámbitos de la vida pública. ̈
Respecto al apoyo de Biden al aborto para contentar a su base izquierdista atea progre de votantes, San Juan Pablo II nos da magistral lección no solo lo que significa apoyar las leyes pro abortistas pero también sobre el aborrecible y abominable concepto de ¨libertad¨ de los Sin Dios.  Esta aborrecible definición que los libertarios, progresistas e izquierdistas y demás pestes dan a la mal llamada ¨libertad¨ no es sino una desfiguración del concepto real, un concepto inviolable y eterno que requiere por absoluta necesidad la conformidad con la Ley Moral Natural:
Juan Pablo II  Evangelium Vitae (1995):  ¨…en el ámbito más propiamente político o estatal: el derecho originario e inalienable a la vida se pone en discusión o se niega sobre la base de un voto parlamentario o de la voluntad de una parte —aunque sea mayoritaria— de la población. Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina incontrovertible: el «derecho» deja de ser tal porque no está ya fundamentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte.
De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental. El Estado deja de ser la «casa común» donde todos pueden vivir según los principios de igualdad fundamental, y se transforma en Estado tirano, que presume de poder disponer de la vida de los más débiles e indefensos, desde el niño aún no nacido hasta el anciano, en nombre de una utilidad pública que no es otra cosa, en realidad, que el interés de algunos.. .
Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás. Pero ésta es la muerte de la verdadera libertad: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo» (Jn 8, 34).
Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como «crímenes nefandos».
…La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: «¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad» (Is 5, 20).
Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de «interrupción del embarazo», que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento.
…La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto!
…Pero la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos.
…La Tradición cristiana —como bien señala la Declaración emitida al respecto por la Congregación para la Doctrina de la Fe — es clara y unánime, desde los orígenes hasta nuestros días, en considerar el aborto como desorden moral particularmente grave. …
…El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión.  También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que «quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae», es decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido….
…Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia.
…Una de las características propias de los atentados actuales contra la vida humana —como ya se ha dicho— consiste en la tendencia a exigir su legitimación jurídica, como si fuesen derechos que el Estado, al menos en ciertas condiciones, debe reconocer a los ciudadanos y, por consiguiente, la tendencia a pretender su realización con la asistencia segura y gratuita de médicos y agentes sanitarios.
….las opiniones más radicales llegan a sostener que, en una sociedad moderna y pluralista, se debería reconocer a cada persona una plena autonomía para disponer de su propia vida y de la vida de quien aún no ha nacido. En efecto, no correspondería a la ley elegir entre las diversas opciones morales y, menos aún, pretender imponer una opción particular en detrimento de las demás.
… La raíz común de todas estas tendencias es el relativismo ético que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea…. Sin embargo, es precisamente la problemática del respeto de la vida la que muestra los equívocos y contradicciones, con sus terribles resultados prácticos, que se encubren en esta postura.
…En realidad, la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente, es un «ordenamiento» y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter «moral» no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve. …el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve…
…En la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles «mayorías» de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto «ley natural» inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil. Si, por una trágica ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticismo llegara a poner en duda hasta los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento democrático se tambalearía en sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación empírica de intereses diversos y contrapuestos.
…. La tolerancia legal del aborto o de la eutanasia no puede de ningún modo invocar el respeto de la conciencia de los demás, precisamente porque la sociedad tiene el derecho y el deber de protegerse de los abusos que se pueden dar en nombre de la conciencia y bajo el pretexto de la libertad.
En continuidad con toda la tradición de la Iglesia se encuentra también la doctrina sobre la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral, tal y como se recoge, una vez más, en la citada encíclica de Juan XXIII: « La autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios. Por lo tanto, si las leyes o preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y, consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar en conciencia…; más aún, en tal caso, la autoridad dejaría de ser tal y degeneraría en abuso ».
…Por tanto, las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica. En efecto, la negación del derecho a la vida, precisamente porque lleva a eliminar la persona en cuyo servicio tiene la sociedad su razón de existir, es lo que se contrapone más directa e irreparablemente a la posibilidad de realizar el bien común. De esto se sigue que, cuando una ley civil legitima el aborto o la eutanasia deja de ser, por ello mismo, una verdadera ley civil moralmente vinculante.
…Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29). ….
En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, «ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto».
..Los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por la legislación civil, se oponen a la Ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente en el mal. … Esta cooperación nunca puede justificarse invocando el respeto de la libertad de los demás, ni apoyarse en el hecho de que la ley civil la prevea y exija.
…El rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no sólo es un deber moral, sino también un derecho humano fundamental.
… El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente «eclesial», que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana. . .
Al anunciar este Evangelio, no debemos temer la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12, 2). Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo (cf. Jn 15, 19; 17, 16), con la fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección ha vencido el mundo (cf. Jn 16, 33)
…. Esta tarea corresponde en particular a los responsables de la vida pública. Llamados a servir al hombre y al bien común, tienen el deber de tomar decisiones valientes en favor de la vida, especialmente en el campo de las disposiciones legislativas. ..  Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres. Repito una vez más que una norma que viola el derecho natural a la vida de un inocente es injusta y, como tal, no puede tener valor de ley. Por eso renuevo con fuerza mi llamada a todos los políticos para que no promulguen leyes que, ignorando la dignidad de la persona, minen las raíces de la misma convivencia ciudadana.
…Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original de su condición de criatura, que recibe de Dios el ser y la vida como don y tarea. Sólo admitiendo esta dependencia innata en su ser, el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su vida y, al mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las demás personas…. Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamientos, se acaba fácilmente por negar o comprometer también la dignidad de la persona humana y el carácter inviolable de su vida.¨
Y también sobre la falsa ¨libertad¨ San Juan Pablo II nos dice (Veritas Splendor, 1993):
San Juan Pablo II: . . . En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal…
. . . Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a sus extremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana.
. . . La verdadera autonomía moral del hombre no significa en absoluto el rechazo, sino la aceptación de la ley moral, del mandato de Dios: «Dios impuso al hombre este mandamiento…» (Gn 2, 16). La libertad del hombre y la ley de Dios se encuentran y están llamadas a compenetrarse entre sí, en el sentido de la libre obediencia del hombre a Dios y de la gratuita benevolencia de Dios al hombre.¨
No hace falta ser un genio para darse cuenta que Joe Biden, la marioneta senil del globalismo e izquierdismo no es católico pero un Fake católico, así como soy yo un fake Vegano. No se puede ser católico si uno vive, actúa y legisla en contra de la doctrina y moral católica. Es es la realidad del senil Biden, un instrumento de sus manejadores para hacer el mal en EEUU y llevar a este gran país a la ruina moral y doctrinal. Dios nos libre de esta peste muy pronto.
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