Al día siguiente de la fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), celebramos la fiesta de dos de los protagonistas de dicho pasaje evangélico, los ancianos Simeón y Ana.
De Simeón, afirma el evangelio según San Lucas que «era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo».
Cuando vio al niño Jesús, lo tomó en brazos y proclamó el famoso cántico Nunc Dimitis que la Iglesia proclama cada noche en el rezo de completas: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Simeón fue quien profetizó a María que una espada le traspasaría el alma.
Sobre Ana, nos dice el evangelista que era «hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén».
Los mayores, necesarios en la Iglesia y en el mundo.
Simeón y Ana son presentados en el Evangelio como perfectos judíos: justos, piadosos, cumplidores con la ley… Por eso ellos son elegidos para contemplar la promesa cumplida. Son testigos de que el Mesías tanto tiempo esperado por su pueblo ha llegado para ser luz en medio de las naciones, y su profecía se cumplirá.
Los mayores siguen teniendo hoy en día una misión fundamental en la Iglesia y en el mundo: ser testigos de la historia y poner su sabiduría al servicio de los demás, animándolos a seguir adelante, a tener esperanza. En estos tiempos de pandemia, por ejemplo, los mayores nos han hecho ver que ellos pasaron por catástrofes mucho mayores, que Dios nunca nos deja solos y que la capacidad humana de salir adelante no tiene límites. Nos han dado esperanza.Y aunque sus fuerzas físicas no sean muchas, ellos nos han sostenido con su oración. Ojalá pongamos a los mayores en el sitio que se merecen.