Horas difíciles para la Iglesia en México.

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Hemos vuelto. Hace algunos meses que Juan Diego ha estado observando lo que sucedía en nuestro amado México y hemos preferido el silencio al ver que otros colegas, en el noble oficio de informar, lo hacían con precisión y claridad. La epidemia avanza de forma tan despiadada que ni los todopoderosos medios oficiales o paraoficiales son capaces de ocultarla. En México se está viviendo una catástrofe nacional sin precedentes que se intenta ocultar, los números oficiales se quedan en eso y la realidad es mucho más dramática.

La Iglesia católica vive momentos de un desconcierto inexplicable. Los fieles están desatendidos, han visto sus iglesias cerradas por largos periodos ante la pasividad de muchos de sus obispos. Sin embargo, también hemos de reconocer la actividad callada y silenciosa de algunos obispos que no se han apanicado y de los heroicos sacerdotes de a pie, que viven entre sus fieles, con ellos gozan y con ellos sufren. En este periodo, se sienten abandonados de sus pastores que siguen viviendo en su mundo virtual pretendiendo seguir cobrando sus diezmos en tiempos de absoluta sequía.

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Generalizar es malo, corremos el riesgo de dejar en mal lugar a algunos obispos, pocos y bien conocidos que han sabido estar y siguen muy presentes afeando, sin pretenderlo, a los que ni están, ni se les espera. Con todos los defectos que queramos poner, el cardenal Norberto Ribera es muy querido y admirado en su Ciudad de México. Fue nombrado obispo de esta complicada diócesis en el lejano 1995, con apenas 53 años, y con 55 nombrado cardenal, y ha estado al pie de cañón hasta el 2017. Tiene coronavirus y no tiene dinero para pagar el tratamiento; ya solo esto es un dato de admirar. Un cardenal, obispo de una de las diócesis más grandes del mundo, que termina tan ligero de cartera es un ejemplo admirable. Gracias por este testimonio de servicio desinteresado a la Iglesia, estos son nuestros obispos y por aquí se empieza, santidad y cuenta abultada nunca van unidas. Sus intervenciones en el consejo de economía del Vaticano son bien recordadas, pero no casaban con los tiempos que nos toca vivir. La Iglesia no puede permitirse aparcar a personas tan valiosas.

Ahora viene la sorpresa, enferma y acude, lo llevan, porque en esos momentos el interesado es el peor consejero, al hospital en el que habitualmente era tratado y se encuentra con que le empiezan a caer facturas. La versión oficial nos pretende vender que hizo una elección elitista y que sus caprichos se los pague. No es así; el caso Norberto nos ha descubierto que el actual arzobispo de Ciudad de México, el innominable Aguiar, ha dejado de pagar el seguro de enfermedad que la diócesis mantenía a sus sacerdotes, y en igualdad de condiciones, a su arzobispo emérito. Acusar al cardenal Norberto Ribera, después de su largo pontificado, de buscar privilegios es una mezquindad que agrava la falta de respeto a la verdad. Los sacerdotes de Ciudad de México se han enterado, gracias a su arzobispo emérito, que su seguro médico ya no existe. Aguiar ha dado orden de no pagarlo y, por lo tanto, no está activo. Este es el origen del problema que roza, o entra de lleno, en un acto delictivo al privar de los escasos derechos a unos sacerdotes que están viviendo de la caridad de sus fieles.
Junto a esto, sabemos que los jubilados, mucho de ellos, fueron forzados por Aguiar a dejar el ministerio a los que les prometió una pensión dorada, llevan meses sin cobrar la miseria, 10.000 pesos mensuales, unos 400 euros, que se les había asegurado. Muchos callan por miedo a perder lo poco que les queda, es una situación límite; lo entendemos, el don del martirio solo lo concede Dios a unos pocos privilegiados. El santuario de Guadalupe ha estado cerrado y la fuente de ingresos ha cesado, en estos momentos no puede hacer frente a sus gastos ordinarios, se las ve y desea para pagar el modesto sueldo de sus empleados. Las reservas que podía tener para tiempos difíciles fueros a los bolsillos de Aguiar y parece que ya se las ha gastado en técnicos y estudios de su prometida reforma revolucionaria. Si esta es la situación de la Ciudad de México, no podemos ni imaginar la situación que estarán viviendo muchos sacerdotes rurales donde el problema no es tener un seguro, sino contar con un hospital.

 

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Tenemos dos firmas, Guillermo Gazanini y Hugo Valdemar, sobradamente conocidas y reconocidas por los sacerdotes que valientemente están diciendo con sencillez y claridad la verdad. Los comunicados oficiales son eso, oficiales, pero no por eso son verdaderos: una pomposa firma y un sonoro membrete no vuelve verdad las evidentes falsedades. Hugo Valdemar, en entrevista a Aciprensa, exigió a la Arquidiócesis de México: “que diga con datos fehacientes cómo es que han apoyado y atendido espiritualmente al cardenal Rivera, porque si hay un sacerdote designado por el arzobispo Aguiar no se hizo presente para auxiliarlo espiritualmente el lunes pasado, que estuvo en peligro de muerte, y tuvo que ir un sacerdote, sí, de la Arquidiócesis, pero que nada tiene que ver con esta supuesta y falsa atención que nunca han dado”, “la idea de que el cardenal Rivera optó por atención médica privada descartando los servicios públicos, como sugiere el comunicado de la Arquidiócesis”, “es una auténtica infamia que no tiene nombre”. “Si el cardenal Norberto asistió a ese hospital fue por la gravedad en la que se encontraba y confiando en la vigencia de un seguro médico que desde el mes de agosto, ahora nos venimos a enterar, estaba vencido, pero que nunca le comunicaron de su caducidad”. “El seguro de salud para los sacerdotes estaría “caducado porque la Arquidiócesis no hizo el segundo pago. Esta es una negligencia criminal”.

 

Los números nos dan idea del drama que están viviendo nuestros hermanos mexicanos. El más reciente informe del Centro Católico Multimedial (CCM) reveló que la pandemia de coronavirus COVID-19 se ha cobrado la vida de cinco obispos y 152 sacerdotes en México. De acuerdo al Gobierno de México, hasta el 20 de enero se han confirmado más de 1,8 millones de casos de COVID-19 en el país, con más de 163 mil muertes. Solo en la Ciudad de México se han confirmado más de 424.000 casos de COVID-19, sumando más de 20.000 muertes.

El empresario Miguel Rincón, dueño de Bio Pappel, después de la negativa de Carlos Aguiar Retes, cubrirá los gastos hospitalarios del cardenal Norberto. Es evidente que el cardenal Norberto, por su actual estado de salud es totalmente ajeno a toda esta polémica que tanto le haría sufrir. Confiemos y recemos por su recuperación, su presencia sigue siendo muy necesaria entre nosotros.

Con información de InfoVaticana/Juan Diego de Calpulalpan

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