Gran expectación con el discurso del Rey. Dijo lo obvio: estamos atravesando una grave crisis pero la podremos superar juntos, unidos y con esfuerzo, como lo hemos hecho en el pasado, porque somos una gran nación. Es verdad que su convicción no fue mucha y que mostró más miedo que confianza. Vivir en medio de una balacera permanente no permite expresarse con el sosiego deseado…
Porque lo que le exigen desde Podemos es que mate al padre. Es lo que en psicología se llama lograr la autonomía. Ya renunció a cualquier herencia de su padre y le retiró la asignación. Además, ha retirado de su despacho cualquier imagen con su padre y en su último discurso de Nochebuena -el más visto de la historia- marca distancias afirmando que “los principios éticos nos obligan por encima de consideraciones personales”.
Es difícil exigir que alguien marque más distancia con su progenitor. Pero Podemos lo hace. Porque ha descubierto en su cortoplacismo que el republicanismo les beneficia. No pueden explicar las colas del hambre de la que son copartícipes y para las que no tienen solución. Que la crisis haya acrecentado las diferencias sociales tampoco parece preocuparles demasiado. O sencillamente no tienen receta para afrontar la debacle.
Así que se abonan a los fuegos artificiales que siempre son más cómodos que afrontar la realidad. Acosaron antes de Nochebuena exigiendo a Moncloa el control del discurso del Rey. ¿Se creen que el Rey es una marioneta del gobierno? No entienden de institucionalidad. O peor: no quieren entender. Tras la Nochebuena, el discurso les supo a poco y exigen ahora que la Justicia no se haga en nombre del Rey. ¿En nombre del Coletas mejor?
¿Por qué tanto odio a la figura del Rey? Porque representa lo que ellos desprecian: la tradición, la historia, la unidad y la nación. Lo visten con ropajes que muchos compran: no ha sido elegido democráticamente y su único mérito es la cuna. Quienes ‘compran’ el argumentario olvidan que no hicieron mérito ninguno para nacer, que su nacimiento no fue democrático ni le dieron a elegir su paternidad y su nacionalidad en el momento del parto.
Se olvidan también que la Constitución fue votada por los españoles en referéndum y que la Monarquía española es el resultado del consenso nacional de siglos. También se olvidan que la lealtad está vinculada a la reciprocidad y que el tiranicidio fue bendecido hasta teológicamente por los españoles. ¿Quién mató al comendador? Fuenteovejuna, señor.
La Monarquía es barata y eficaz. Nos ha facilitado relaciones diplomáticas envidiables con las naciones hermanas de Hispanoamérica. Nos ha abierto mercado para nuestras grandes empresas en todo el mundo. Por supuesto, no ha sido perfecta. Los errores son muchos. Los abusos, también. Y peor: la deslealtad con quienes defienden a España también se acumulan. ¿Se acuerdan del general Mena, denostado sin defensa alguna?, ¿se acuerdan del silencio ante el órdago del ‘Estatut’?
Pero Felipe VI trata de enmendar los errores y deslealtades con dignidad, sentido de Estado, compromiso y lealtad con España. Y eso es lo que Podemos no soporta y la razón por la que se abona a la demagogia. Mientras, el PSOE compra palomitas para disfrutar del espectáculo. Irresponsables.
El anzuelo del pescador
El ridículo de ‘Billetero’. Monedero no pierde ocasión para hacer el ridículo. Se disfraza de Rey Melchor para criticar la regularización fiscal de Juan Carlos I. Critica quien tuvo que regularizar fiscalmente sus ingresos de dictaduras latinoamericanas… ¿Por qué no te callas?
Gibraltar, español. Nunca España había renunciado a la españolidad del Peñón. Ni siquiera con Zapatero. Pero ‘la conjunción planetaria’ del Brexit y del ‘cambia colchones’ ha hecho que Sánchez renuncie a la soberanía. Apátrida.
Brexit gratuito. Finalmente Londres se salió con la suya. El Brexit no conllevará trabas arancelarias. O sea, les sale gratis. Es verdad que Bruselas se reserva un mecanismo rápido para vigilar abusos. Pero de momento sale gratis. Y si les sale bien, habrá más países que se apunten a soltar lastre: todos el mercado sin ninguna burocracia.