Los nuevos ‘amigos ricos’ del Vaticano podrían salvar sus finanzas sin notarlo.

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Hace poco, el ex tesorero vaticano, cardenal George Pell, advirtió de que el Vaticano se desliza lentamente hacia la quiebra. Este año es probable que el balance del pequeño Estado se cierre con un déficit de 60 millones de dólares. Una buena cantidad, pero una minucia para MasterCard, las fundaciones Ford y Rockefeller o casi cualquier otro de sus socios del Consejo para un Capitalismo Inclusivo.

¿No es una espléndida coincidencia? Estamos hablando de la flor y nata del capitalismo internacional: Bank of America, British Petroleum, Estée Lauder, Mastercard y Visa, Johnson & Johnson, Allianz, Dupont, TIAA, Merck and Co., Ernst and Young, Saudi Aramco… Apenas falta un nombre de la ‘beautiful people’ del Fortune 500 en el Consejo para un Capitalismo Inclusivo recién anunciado por la Santa Sede, en el que todos esos pesos pesados de la economía mundial se ponen bajo la égida y el amparo de Francisco, por iniciativa, ni más ni menos, que de Lynn Forester de Rothschild. Sumados, como explica John Allen en Crux, representan 10,5 billones (de los españoles) en activos, 2,1 billones en capitalización de mercado, con doscientos millones de empleados en 163 países. Para este grupo, los sesenta millones de euros que se va a quedar corto el Vaticano viene a ser una propina. ¿Y para qué están los amigos?

¿Es por eso por lo que no ha cundido el pánico en el Vaticano ante su desastrosa situación financiera? No hay escándalo, ni despidos masivos -salvo el muy particular caso del cardenal Becciu, que es otra historia-, ni declaraciones explosivas ni el movimiento propio de las instituciones fatalmente abocadas a la ruina. Tampoco hay desesperados planes de contingencia, ni se ven salidas evidentes para un Estado que obtiene una importante parte de sus ingresos de un grifo, el turístico, que se ha secado bruscamente con la pandemia de coronavirus.

Y, justo en ese momento, aparece este ejército de salvación -si se me permite el término- poniéndose bajo la inspiración ética del Santo Padre. Ni el Séptimo de Caballería en las viejas películas del Oeste llegaba tan oportuna.

John Allen no llega a afirmar que el flamante nuevo consejo, que ha levantado no pocas cejas entre muchos fieles, se haya creado con el fin de echar una mano a las vacías arcas vaticanas. Lejos de ello. Es solo una de esas coincidencias providenciales de la historia.

Con información de InfoVaticana/Carlos Esteban 

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