Una Navidad…sin posadas.

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Las Posadas, que se realizan en México, Honduras, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Panamá y otros países a los que sus habitantes han ido a vivir, se crearon desde que los primeros evangelizadores y el fraile Agustino Diego Soria obtuvo del Papa Sixto V indulgencias para la realización de las nueve misas de aguinaldo en los días anteriores a la Navidad.

En el siglo XVIII, la celebración, aunque no dejó de realizarse en las iglesias, pasó a tomar más fuerza en los barrios y en las casas, y la música religiosa fue sustituida por el canto popular.

La Novena de aguinaldos, con mayor arraigo en Colombia y Ecuador, fue creada por fray Fernando de Jesús Larrea, nacido en Quito en 1700, ordenado en 1725 y luego predicador en Ecuador y Colombia. Fray Fernando la escribió por petición de la fundadora del Colegio de La Enseñanza en Bogotá, doña Clemencia de Jesús Caycedo Vélez. Muchos años después, la religiosa de La Enseñanza, la madre María Ignacia, la modificó.

En sustancia, los frailes evangelizadores, para facilitar la enseñanza de la Santa Madre Iglesia Católica a los naturales, realizaron representaciones del peregrinar de San José y la Virgen María a su salida de Nazaret en camino a Belén para empadronarse en el censo ordenado por César Augusto y, posteriormente, el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios. Estas representaciones se conforman de nueve Posadas, que se inician el 16 de diciembre, y consisten en solicitar alojamiento en algún o algunos hogares de familiares y amigos, en ese simbólico camino a Belén hasta el día 24 de diciembre, víspera del nacimiento de Jesús.

El esquema básico es el mismo, pero puede variar de familia a familia; además es usual que se rece el rosario antes de la novena misma y se canten villancicos populares. Al final de la novena se reparten buñuelos, natilla y galletas navideñas, así como algunos aguinaldos; tambien toman vino los adultos y jugo los niños.

Por ejemplo:

Día quinto: 20 de diciembre

Oración para Todos los Días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Unigénitonotas 1 la mejor prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio, yo en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio; y en retorno os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado; suplicándoos por sus divinos méritos, por la incomodidad con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces el Gloria al Padre)

Consideración del día

Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.

María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura… Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria… ¿Cuán ardientemente deseaba ese día!

Tal era la vida de expectativa de María… era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana, no nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia.

Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?.

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.

¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con la que le aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

(Se reza tres veces el Ave María).

Oración a San José

Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre putativo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

(Se reza Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre)

Gozos

Coro

Dulce Jesús Mío, mi niño adorado:

R: ¡ven a nuestras almas! ¡ven no tardes tanto!

Estribillos

¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano,

que a infantil alcance te rebajas sacro!

¡Oh Divino Niño ven para enseñarnos

la prudencia que hace verdaderos sabios! R.

 

¡Oh, Adonaí potente que a Moisés hablando,

de Israel al pueblo disteis los mandatos!

¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,

y que un niño débil muestre fuerte brazo! R.

 

¡Oh raíz sagrada de José que en lo alto

presentas al orbe tu fragante nardo!

¡Dulcísimo Niño que has sido llamado

 

“Lirio de los Valles, Bella flor del campo”! R.

¡Llave de David que abre al desterrado

las cerradas puertas de regio palacio!

¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano

de la cárcel triste que labró el pecado! R.

 

¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos,

que entre las tinieblas tu esplendor veamos!

¡Niño tan precioso, dicha del cristiano,

luzca la sonrisa de tus dulces labios! R.

 

¡Espejo sin mancha santo de los santos,

sin igual imagen del Dios soberano!

¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado

y en forma de niño, da al mísero amparo! R.

 

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro.

de Israel anhelo, pastor de rebaño!

¡Niño que apacientas con suave cayado

ya la oveja arisca ya el cordero manso! R.

 

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto

bienhechor rocío como riego santo!

¡Ven hermoso Niño! ¡Ven Dios humanado!

 

¡Luce, hermosa estrella, brota, flor del campo! R.

Ven que ya María previene sus brazos

cuando a su Niño vean en tiempo cercano!

¡Ven que ya José con anhelo sacro

se dispone a hacerse de tu amor sagrario! R.

 

¡Del débil auxilio, del doliente amparo,

consuelo del triste, luz del desterrado!

¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,

mi constante amigo, mi divino hermano! R.

 

¡Véante mis ojos de ti enamorados!

¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos!

Prosternado en tierra te tiendo los brazos,

y aún más que mis frases te dice mi llanto! R.

 

¡Ven Salvador Nuestro por quien suspiramos!

¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! R.

Oración al Niño Jesús

Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad tan agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.

Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Vos, ¡oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despachareis favorablemente nuestra súplica. Amén.

Peticiones

Se suelen realizar peticiones al Niño Jesús, en las que se reza por la familia, el hogar, y las bendiciones que el siguiente año traiga consigo.

(Gloria al Padre, Ave María, Padre Nuestro)

Con información de InfoCatólica

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