El ‘Anti Belén’ vaticano: corrupción del arte y descomposición social.

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Señala el Catecismo de la Iglesia Católica que

El arte sacro es verdadero y bello cuando corresponde por su forma a su vocación propia: evocar y glorificar, en la fe y la adoración, el Misterio trascendente de Dios, Belleza supereminente e invisible de Verdad y de Amor, manifestado en Cristo, “Resplandor de su gloria e Impronta de su esencia” (Hb 1, 3), en quien “reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente” (Col 2, 9), belleza espiritual reflejada en la Santísima Virgen Madre de Dios, en los Ángeles y los Santos. El arte sacro verdadero lleva al hombre a la adoración, a la oración y al amor de Dios Creador y Salvador, Santo y Santificador.

2503 Por eso los obispos deben personalmente o por delegación vigilar y promover el arte sacro antiguo y nuevo en todas sus formas, y apartar con la misma atención religiosa de la liturgia y de los edificios de culto todo lo que no está de acuerdo con la verdad de la fe y la auténtica belleza del arte sacro (cf SC 122-127).

Ahora bien, en una Navidad signada como pocas por el interés concertado universal en promover la muerte (aquí el aborto, allá la eutanasia…), no puede sernos indiferente el esperpento que hace unos días fue colocado en el Vaticano en donde debería haber habido una representación piadosa del Nacimiento del Redentor del mundo. Máxime cuando no sólo no mueve a la devoción, sino que ha acarreado ya un sinnúmero de repudios y burlas por parte del mundo, provocando de paso el escarnio de las sagradas figuras representadas del Niño Dios (en cuna “roja»??), Nuestra Reina y Madre y San José, por lo que cabría esperar algún desagravio público antes de Navidad.

Acostumbrados a la subversión cultural en todas sus formas, lo cierto es que muchos “aggiornados” ponen cara de entendidos -como la ponían quienes miraban las obras más horribles de Picasso, de quienes él mismo se burlaba, despreciándolos-, mientras el escándalo y estupor del pueblo fiel sigue su curso, fortaleciendo a unos, y desmoralizando a otros.

En dicho contexto, hay quienes consideran que no sería oportuno responder a las sorpresas desagradables que ya son pan cotidiano para los fieles, pero nos preguntamos si será coherente callarnos cuando quienes amamos y celebramos la Vida sabemos que en última instancia, no hay vida verdadera sino en Cristo, Dios hecho hombre para que el hombre pueda ser hijo de Dios.

Y cuando en tiempo de Navidad se ataca el misterio inconmensurable de la Encarnación por el que somos cristianos con una parodia cuasiblasfema, y este ataque no proviene desde “fuera” sino de las venas mismas de la Iglesia, es urgente clarificar, señalar, denunciar la impostura, para que los más débiles no sean presa de la corrupción que todo lo va impregnando con un tufo siniestro.

Por supuesto que ese tufo no nos quita la esperanza, pero estamos convencidos de que en la medida de las posibilidades de cada uno, es deber de caridad distinguir y ayudar a diferenciar entre el  oro y el oropel, el trigo y la cizaña, el pastor y el asalariado, la verdad y el sofisma, y cómo se diferencia lo auténticamente cristiano de su más radical negación, no perdiendo de vista que lo propio del Anticristo es ser el más egregio Simulador de Cristo. Pues como bien señala el filósofo argentino Federico Mihura Seeber,

“Del modo como una trampa para cazar patos se parece a un pato, así el Anticristo estará en condiciones de atraer cristianos a la perdición, haciéndoles creer que él es la salvación. A cristianos no advertidos. Pero el cristiano que esté alerta a esta semejanza engañosa no sólo no se dejará embaucar por ella sino que se aprovechará para tomar conciencia de a actualidad del verdadero Cristo…” (Cf. El Anticristo, Samizdat, Bs.As., 2012, p.41).

Y contra la prevención de quienes crean que estas observaciones puedan ser desalentadoras, respondemos que por el contrario, reconocer el engaño, descorrer el velo de toda mentira, es siempre un gozo para quien ama la Verdad, cuyo Rostro Divino es el Cordero Inmaculado.

Este tiempo de Adviento recordamos, haciendo penitencia por ello al constatar su cumplimiento, que

“La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron” (Jn.1,5).

Tiempo de expectación en que se unen dolor y esperanza. Y es necesario y consolador advertir que los fieles están ávidos de la Luz, y por gracia de Dios la recibimos, pero tanto brillará para nosotros esa Luz cuanto más densas sean las tinieblas.

“No debe arredrarnos, pues, destacar la maldad del mal que nos rodea. No es descorazonador ni apabullante hacerlo. Es, o debería ser, en realidad, exultante, no sólo porque la intensificación del mal anuncia el triunfo del bien, sino más aún, porque en el mal se hace más patente y refulge el bien” (Mihura Seeber, Ibid, p.43).

Sin pretender ser exhaustivos, apuntamos solamente que en la descomposición social, la corrupción del arte –y en especial del arte sagrado-, juega un rol fundamental, porque no sólo expresa sino que moldea -o distorsiona- la sensibilidad. Al respecto señala Hans Graf Huynn en su magnífica obra “Seréis como dioses”, que “también el arte se halla expuesto a la muerte y a peligros constantes por causa del pecado. Siempre se halla ante el riesgo de hacerse independiente, de ceder el deseo de hacerse autónomo”, y esto lo vemos sobre todo cuando se prescinde totalmente de la Tradición, y se pretende innovar hasta lo extravagante o ridículo. En este sentido,

“Existe incluso un arte diabólico, que nos confunde con su brillo y nos perturba. Un arte que es diabólico no puede ya servir de testimonio de Dios. Está comprometido con el diábolos, ese que desconcierta toda forma de orden; que ama la disonancia en cuanto tal y acaba conduciendo al nihilismo en que todo orden se esfuma; que embauca con un orden aparente que no es orden de Dios y solamente halaga los sentidos. Diabólico es también ese no-Arte, que además de venir de una incapacidad creativa pretende ser tenido como arte cuando no es en el fondo otra cosa que mentira o apariencia vacía.” (Cf.Seréis como dioses; Eiunsa, Barcelona, 1991)

Por esta razón, Alfons Rosemberg -especialista en simbolismo del arte- observaba que

“Ese torvo paisaje de lo absurdo y lo monstruoso, de formas repulsivas y espectrales (…) coloca a la persona que lo mira tomándoselo en serio, en un estado de ánimo semejante. Todos esos fenómenos anímicos cuyo origen ha sido atribuido hasta hoy fundadamente a intervenciones diabólicas asaltan a quien se halla delante de estas obras. Lo que debe importarnos más respecto de ellas no es en absoluto estimarlas en su valor artístico, sino dilucidar el espíritu que impera sobre ellas impregnándolas. Y en esta operación hay que dictaminar o declarar sin titubeos, que los autores de semejantes obras sirven a Satanás, háganlo o no a sabiendas, ayudando a su acción en el momento actual.” (Alfons Rosemberg, Practiken des Satanismus, cit por Pfeil Hans, Engel und Teufelen Der Fels, nov.1982, pp. 322 ss)

Se comprende entonces que la denuncia, por tediosa que sea para quien la hace y para quien la recibe, es caridad si de ello se sigue la advertencia, enmienda y previsión del engaño, según lo que San Pablo nos exhorta:

“Probad lo que es grato al Señor, sin participar en las obra de las tinieblas, antes bien, denunciadlas y reprobadlas, pues lo que éstos hacen en secreto es vergonzoso hasta decirlo, (pero) todas estas torpezas, una vez denunciadas por la luz, quedan al descubierto, y todo lo descubierto, luz es.” (Ef.5, 8)

Agradecemos, pues, a sacerdotes lúcidos y claros como el p. Raúl Sánchez, que ha dejado este video sobre el anti-Belén de este año:

Para reposar el alma, y advertir el contraste, aprovecho para dejar aquí un precioso y conmovedor Nacimiento, realmente apto para la contemplación y oración, suplicando al Señor, ¡¡Ven pronto Señor, no tardes!!:

Con infromación de InfoVaticana/Maria Virginia

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