Para los católicos que se hallan indecisos en escoger alguna posición política parece existir una gran cortina de doctrinas y corrientes de pensamiento de las cuales formar parte para formar una opinión sobre los temas de relevancia en la actualidad y también para revisar la historia analíticamente. Pero la realidad es que esto no es así, o por lo menos no tan simple como elegir que queremos comprar en el supermercado. La postura que tomemos nos identificará, queramos o no, dentro de algún circulo de pensadores católicos, como la izquierda con su teología de la liberación y similares, pasando por el modernismo con sus católicos liberales, hasta los sectores más rígidos con el tradicionalismo como bandera.
Esto podría sonar desalentador para aquellos que desean una Iglesia unida sin divisiones ni grupos exclusivos, pero hemos de tener en cuenta que no habrá separación mientras los fundamentos de la fe se mantengan, y sabiendo quienes los sostienen y quienes no nos daremos cuenta quien está realmente en contra o fuera de la Iglesia. Para función de este articulo me centraré primero en aquellos que atentan contra las verdades de la religión poniendo el liberalismo político y económico como el estandarte del razonamiento humano.
Lo que acabó con la época de dominio de la vida religiosa, aquella mal llamada “edad oscura”, que aplastó una era de unión bajo un solo credo y mantenía las estructuras sociales con suficiente equilibrio y solidez puede atribuirse ciertamente al fenómeno del liberalismo. En primera, este halla su germen en las herejías surgidas dentro de la iglesia y que después darían la forma al movimiento reformista, desconociendo la autoridad superior de la iglesia para elaborar una teología antropocentrista donde la interpretación personal de las escrituras y el abandono de la tradición sentaron los cimientos de una filosofía individualista e idealista.
Después del quebrantamiento de Europa por las guerras religiosas las naciones protestantes impulsaron una nueva ideología impulsada por el combustible del pensamiento calvinista en mayor parte, veían a la nación como principio máximo de unión de sus ciudadanos, permitieron la usura sin menores restricciones formando una clase comerciante adinerada así como una burguesía con cada vez más poder, y fueron desprotegiendo a los pequeños propietarios mermando sus tierras y concentrándolas en unas pocas manos. La historia de Inglaterra es una muestra fiel de esta descripción, con el acrecentamiento de las ambiciones imperialistas de Reino Unido conllevando al absolutismo, como con la dinastía Estuardo, rechazando los antiguos principios de la ley natural y divina.
El liberalismo sería concebido en papel por Locke, Hume y Smith principalmente, aunque su aparición practica llevaba algún tiempo de haber sucedido ya. Creían que la sociedad humana debía funcionar con el hombre en el centro de ella, reemplazando la figura divina por la humanidad misma, pues decían que la bondad innata del mismo era suficiente para mantener equilibradas las relaciones sociales y sacar el mayor provecho de ellas. De esa forma desconocían al pecado original y la concupiscencia, proclamaban que la sociedad y el Estado eran cosas separadas y que la función del segundo debía limitarse a supervisar al primero. Pero más importante, su filosofía se volvió agnóstica, manifestaron que para el hombre no era posible tener certeza del conocimiento de Dios y que solo debía bastarle la revelación para creer, de esta forma fue surgiendo el naturalismo como doctrina dominante para las generaciones posteriores, dando paso al materialismo y hermetismo.
Los efectos de este pensamiento político son bien conocidos y sigue provocando estragos hoy en día, la disolución de relación entre Dios y la razón, el poner al hombre como un dios en crecimiento, el rechazo de la filosofía del ser por una del devenir y lo incierto, la aparición del burocratismo y el gigantismo estatal, la concentración de capital en grandes compañías y corporaciones, la proletarización de grandes cúmulos de trabajadores independientes, la democracia liberal, etc. Todo esto no puede ser compatible con la cosmovisión cristiana, la cual contempla al hombre como una creación gloriosa pero tendiente al mal, para el cual las cuestiones espirituales imponen a los materiales. El mundo cristiano es inconcebible bajo estos lineamientos, bajos los cuales la caridad y la libertad se ven mermadas por un mar de normas y preceptos que regulan cada relación y acción de los individuos.