El año convulso que nos tocó vivir.

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En vísperas de entrar al último mes de un año perdido en lo productivo, pero en el que han abundado las desigualdades, lo hacemos aún con la esperanza de un cambio de mentalidad y actitud entre los hombres, mientras nos preparamos en este tiempo de Adviento para la llegada del Mesías, que nos representa una nueva oportunidad de cambio para acceder al camino de la santidad al que todos estamos llamados.

Ha sido este un año convulso que nos ha tocado vivir, afectado en primera instancia por una pandemia nunca vista por las generaciones actuales, la pandemia del Covid-19 que sólo vino a mostrarnos la fragilidad del hombre que se empecina en sus razonamientos erróneos, y se niega a ver más allá de sus narices.

No vayamos tan lejos, en México, ante la indolencia de las autoridades que se niegan a usar protección y se encierran en su creencia de tener la razón en todo, y que si algo sale mal es culpa de sus adversarios, al día de hoy rondamos ya los 105 mil fallecimientos a causa del Covid. Algunos expertos consideran que de continuar con estos índices cerraremos el 2020 con 120 mil decesos, mientras otros aseguran, ante la negativa oficial de autorizar el ejercicio de las pruebas rápidas, que la cifra en realidad será de alrededor de 280 mil muertos.

Y mientras tanto, más pan y circo para mantener el control del pueblo en un perfecto ejercicio del más puro populismo; así, el presidente López Obrador anunció su decisión de “apoyar” a los familiares de todos aquellos que han muerto por Covid con 11 mil 200 pesos por cada fallecido; si nos apegamos a la cifra final de 120 mil muertos que se prevén este año, estamos hablando de la erogación oficial de mil 344 millones de pesos, un derroche de recursos para “limpiar conciencias” cuando saben que tan alta cifra de decesos que nos ubican en un nada honroso cuarto lugar mundial es producto del mal manejo que se ha dado a la pandemia.

Y mientras tanto, a diario en las conferencias mañaneras nos van dorando la píldora con el cuento de que en el primer trimestre del próximo año ya se estará aplicando la vacuna en México, cuando la propia Organización Mundial de Salud se mantiene conservadora y no ha fijado una fecha precisa para el inicio de la inoculación mundial.

Cierto que no todos los líderes mundiales ni todos los pueblos son iguales, pues hay quienes sí ven por el bienestar real de sus gobernados y aplican las medidas efectivas en su afán de detener el avance del mal; bien por ellos, a quienes se les reconoce el esfuerzo.

Y hablando de líderes mundiales, ahí tenemos al papa Francisco que ha llamado a una sobria celebración navideña, no sin antes extremar los cuidados por estos días para evitar rebrotes que nos podrían llevar a una debacle. Vale decir que haciendo eco del llamado que ha hecho el Vicario de Cristo, la Iglesia Católica en México ha decidido sacrificar la fe y devoción de millones de mexicanos y anunció el cierre de la Basílica de Guadalupe del 11 al 13 de diciembre, con el fin de evitar las conglomeraciones y tumultos que pudieran llevar a una proliferación pandémica con resultados catastróficos.

Nuestra fe la llevamos por dentro y, conscientes de la necesidad de estas medidas, el llamado es a profesar la devoción a la Santísima Madre en el seno de cada hogar, con novenarios y el rezo del Rosario en familia. Reiteramos nuestro exhorto para aprender a cuidarnos, a quedarnos en casa y esperar el nuevo año con una conversión alcanzada en este Adviento, que nos permita ese cambio de actitud tan necesario, que nos permita desfogarnos en empatía hacia nuestro prójimo. Vivamos nuestro Adviento en la esperanza de un mañana mejor.

Con información de Nuestra Voz/Editorial

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