La persecución religiosa en Corea del Norte es una de las más duras. Desde que se creó el país, las actividades religiosas se consideran un crimen contra el Estado y se castigan como un delito político. La poca información que se filtra desde el otro lado de la cortina no nos permite tener una visión clara de la situación. A pesar de eso, el Centro de Base de Datos de Derechos Humanos de Corea del Norte ha publicado anualmente desde 2007 un “Libro Blanco sobre la libertad religiosa” en Corea del Norte, en el cual se recopilan fragmentos de información que proviene sobre todo de fugitivos.
Este año, el Centro pudo recoger datos de 1.234 personas que confirmaron la prohibición de todas las actividades religiosas y la dura persecución que sufren los creyentes.
El 46% de las personas entrevistadas confirma que el castigo para quienes realizan actividades religiosas es el internamiento en campos de trabajos forzados. Pero también hay que decir que el 38,6% de los encuestados no saben acerca de ningún castigo porque tampoco saben nada de religión.
Según el Centro, desde abril de 2014 se ha producido un recrudecimiento de la persecución por orden de Kim Jong-un para “arrestar a todos los que tengan contactos con el cristianismo”. Desde entonces, las fuerzas de seguridad rastrean a los fieles y la embajada de Corea del Norte en Beijing también ha estado buscando cristianos entre los fugitivos en China.
El informe dice que, a pesar de la persecución, el número de personas que han “visto una Biblia” ha aumentado un 4% cada año desde 2000. Antes del 2000, solo 16 personas afirmaban haber tenido tal experiencia. Después de 2000 y hasta la fecha, hay 559 personas, todos refugiados en el Sur, que “han visto una Biblia”.
Con ifnroamción de InfoVaticana