Sabiduría y ciencia: Del Noce para entender la pandemia.

Gladium
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Vivimos en tiempos extraños donde la realidad se pretende medir mediante las matemáticas y las estadísticas. Desde esa realidad mental y abstracta, se nos pretende dar a conocer la realidad de un extraño ente que no podemos ver, pero si ver las consecuencias cuando habita los cuerpos. Ante un enemigo extraño e invisible a nuestros ojos, que no podemos conocer directamente para hacer frente, surge volando como Superman, el Estado y los laboratorios que, mediante el poder de la ciencia y la tecnología, pretenden controlar al enemigo diminuto e invisible.

Sin embargo, no podemos ignorar que aquellos dos superhéroes que nos prometieron controlar el virus, parece que han terminado por controlarnos a nosotros. Veamos, pues, no con alegría, el cómo han llegado a controlar hasta la muerte, pues a los familiares de aquellos fallecidos que perdieron la lucha contra el COVID, les prohíben el despedirse de su familiar, y aquel hombre que expiró es calcinado y transformado en un número para una estadística, que termina siendo parte de la información estadística que sirve para alertar a las masas. Esta razón instrumental, que nos prometió transformar la realidad para crear el paraíso en la tierra, ha terminado por transformar a su creador en un engranaje más de su maquinaría.

En una entrevista, Michel Houellebecq, ante la noticia de que en Francia ya habían fallecido más de 25,000 muertos, el pensador francés expreso: «nunca la muerte fue tan discreta como en estas últimas semanas». «Las víctimas se reducen a una unidad en la estadística de muertes diarias y la angustia que se propaga entre la población a medida que el número total aumenta tiene algo de extrañamente abstracto”.

¿Cómo es posible que la razón se haya vuelto contra sí misma? Aquí nos puede dar luz el pensador italiano Augusto Del Noce. En su obra “La Agonía de la sociedad opulenta”, Del Noce nos dice que uno de los problemas de nuestra época es que la ciencia, conocimiento y dominio del mundo exterior, ha dominado sobre la sabiduría, profundización de las verdades eternas que habitan en todo ser humano. Son dos tipos de realidades racionales que habitan en el hombre.

Ante estas dos realidades, el hombre debe decir cual debe primar. Ambas son necesarias, pero una debe tener jerarquía sobre la otra: Si elige la sabiduría, el ser humano reconoce la existencia de una guía de sus acciones que es eterna e inmutable, el cual es un fundamento para justificar la unidad espiritual entre los hombres, en el cual todos, a pesar de sus particularidades históricas y sociales, pueden tener en común verdades eternas que siempre han estado en ellos. Es la noción de sabiduría originaria. Esta la noción de logos común y a lo que llama charitas; en cambio, si elige la primacía de las verdades sensibles sobre la contemplativa, se hace la elección del primado de la ciencia sobre la sabiduría. La ciencia exterior, entonces, debe manipular al hombre interior. Nuestra época sufre una primicia de la ciencia sobre la sabiduría, de lo exterior sobre lo interior. Entonces el hombre, dando como primicia la ciencia, puede ser objeto de su fuerza.

El reconocer la primicia de la sabiduría sobre la ciencia, la charitas sobre la cupitas, el hombre puede redescubrir esas verdades eternas que habitan en él, y que le impiden ser cosificado o transformarlo en número, pues reconoce su dignidad como persona humana. Así, reconociéndose el hombre un ser digno, los discursos que pretenden controlar la realidad para transformarlo en número, pueden afectarnos mucho menos de lo que se piensa.

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