Cualquiera que tenga unas mínimas nociones de economía puede entender que la marcha de la economía mundial en los últimos años, a partir de la crisis de 2008, no conduce a ninguna parte, o, mejor dicho, conduce directamente al abismo. Se ha permitido a los países endeudarse en la práctica ilimitadamente. La deuda pública ha crecido de tal forma que todo el mundo sabe que esa deuda nunca podrá devolverse. Entonces, ¿es que los rectores de la economía mundial se han vuelto locos? ¿Qué hay detrás de esta aparente carrera hacia el colapso?
Lo que hay detrás se llama Great Reset, el Gran Reinicio. Hagamos un poco de historia.
Desde hace mucho tiempo, yo diría incluso desde los primeros Rothschild y los primeros Rockefeller, el poder financiero, dueño también, directa o indirectamente, de las grandes corporaciones internacionales y de los medios de comunicación, persigue el objetivo de instaurar un gobierno mundial único controlado por ese poder financiero. Para ello debe acabar con las soberanías nacionales, puesto que todas las naciones deben quedar totalmente subordinadas a ese poder único.
En primer lugar, el NOM ha “rediseñado” la Unión Europea, alejándola diametralmente del proyecto inicial del Tratado de Roma y dándole como principal cometido el vaciamiento sistemático del contenido de las soberanías nacionales de sus estados miembros. Por otra parte, ha estimulado la aparición de ideologías radicalmente contrarias a la cultura y la tradición occidental, convirtiéndolas en dominantes en los sistemas de enseñanza y las universidades e infiltrándolas progresivamente entre la población en general a través de los medios de comunicación, construyendo lo que hoy llamamos “postmodernismo” y lo que Benedicto XVI llamó “la dictadura del relativismo”: un radicalismo nihilista que se traduce en movimientos como el feminismo radical, la ideología de género, el homosexualismo político, el transhumanismo y la “cultura de la muerte” (“derecho” al aborto y eutanasia). Finalmente, el NOM ha promovido la llegada indiscriminada e incontrolada a Europa de población predominantemente musulmana, una cultura radicalmente opuesta a la occidental, que no llega para adaptarse a ella, sino para destruirla, dando lugar a lo que llamamos “multiculturalismo”, es decir, la ausencia de toda cultura definida.
Al mismo tiempo, a través de sus organizaciones “filiales”, como el Club Bilderberg, Davos, Bohemian Grove, etc., el NOM ha conseguido poner al frente de las principales naciones occidentales a políticos totalmente alineados con su proyecto, que deben conducir a sus respectivos países hacia esa subordinación.
Pero por mucho que la población haya sido “bombardeada” con esas ideologías nihilistas, la puesta en práctica del proyecto del NOM con todas sus consecuencias puede provocar una fuerte respuesta por parte de la población que aún se siente identificada con su historia, su tradición, su cultura y su religión. Por ello, el NOM necesita un acontecimiento por el cual su proyecto pueda imponerse con el mínimo de resistencia.
Y “casualmente”, es en este momento cuando se produce el fenómeno Covid-19, una impresionante y efectiva maquinaria propagandística que, mediante el terror, consigue el control prácticamente total sobre la población, que se deja pacíficamente encerrar en sus casas, se deja arrebatar sus libertades básicas y se resigna incluso a perder sus empleos y sus medios de subsistencia. Porque lo que la “pandemia” en realidad persigue es precisamente eso: dejar a las personas endeudadas, sin recursos y sin medios de subsistencia como consecuencia de la brutal crisis económica provocada por ese “parón” de la vida de las naciones, de modo que la subsistencia llegue a depender práctica y casi exclusivamente de unos estados totalmente subordinados al proyecto del NOM.
Y es ahí donde entra el Gran Reinicio, por que el Gran Reinicio, tras sus bellas palabras y promesas, consiste en arrasar hasta los cimientos el sistema económico y construirlo de nuevo según los intereses del poder financiero. Quien tiene el poder de “crear” el dinero, puede destruir todo el que existe en el mundo en un momento determinado y volver a “crearlo” según un nuevo modelo económico y político. La población endeudada y sin recursos recibirá una “propuesta” como las que hacía Don Corleone, de las que no se pueden rechazar: se cancelarán todas las deudas a cambio de renunciar a la propiedad privada y someterse a los programas de vacunación. A partir de ese momento, el estado se quedará con todos los activos de particulares y empresas, lo cual equivale a la implantación del comunismo a nivel planetario a través de una “dictadura sanitaria”. Quien no lo acepte, tal vez pase a ser considerado como un “peligro para la salud pública” y sea confinado en algún “campo de detención”, perdiendo también en cualquier caso todos los activos de los que fuera propietario. El estado abrirá un crédito para cada ciudadano, mediante el cual podrá atender a sus necesidades básicas, siempre que se someta totalmente a los dictados del poder único, porque los ciudadanos que se atrevan a levantar la voz pueden ver inmediatamente cancelado su crédito y perder su único medio de subsistencia. El estado controlará estrechamente a cada ciudadano mediante el sistema que se ponga en marcha para la disposición de ese crédito, que puede ser un chip o cualquier otro de los que la tecnología actual dispone.
Si esto parece una pesadilla como la de las novelas de ciencia ficción, esperemos a ver la realidad, porque, si Dios no lo remedia, puede ser peor que una pesadilla. Todo esto supera el poder del hombre, porque tras todo ello hay potencias que están más allá de lo humano, como nos advierten los profetas del Antiguo Testamento, los Evangelios de los últimos tiempos, el Apocalipsis, las revelaciones a los santos de todos los tiempos y todas las apariciones marianas. Por ello, la única forma de enfrentarnos a ello es acogernos al Poder de Dios, abandonarnos en Él y pedir que se haga su voluntad, puesto que sabemos que, más allá del sufrimiento de esta purificación, la victoria es Suya.
con información de InfoVaticna/Pedro Abelló