Continuamos con el tiempo ordinario y el Evangelio nos recuerda aquel momento cuando Jesús pregunta sobre su identidad; parece que le importa que sus más allegados sepan a quién siguen, así podrán darse cuenta de las consecuencias del seguimiento.
San Lucas presenta a Jesús haciendo oración antes de tomar decisiones importantes y hoy así lo escuchamos. Antes de interrogar a sus discípulos sobre su identidad, hace oración, es tiempo de conocer lo que piensan de Él. El Evangelio lo podemos dividir en tres momentos:
- Primera escena: “la identidad de Jesús”. Hasta el momento nadie le ha pedido sus documentos de identidad; de allí que, Jesús pretende que lo identifiquen y pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Es un sondeo donde sus discípulos contestan con facilidad, es la opinión de los demás. Aquellas respuestas son escuchadas por Jesús sin darles mucha importancia. Pero viene lo verdaderamente importante: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”; aquí se da un salto de una opinión a un compromiso personal; se brinca del pensamiento de la gente al pensamiento personal de sus discípulos. Debió darse un silencio que fue roto por la declaración de Pedro: “El Mesías de Dios”, que quiere decir, el esperado de Israel.
Hermanos, hoy Jesús sigue siendo para la mayoría de los hombres, un desconocido. Jesús para muchos, ya tuvo su tiempo, hizo lo que tenía que hacer y ahora puede ser fácilmente ignorado. Podemos decir que en nuestra sociedad secularizada y aún entre nosotros cristianos, Jesús no tiene espacio. Otro aspecto es que, para muchas personas, este Jesús no debe interferir en sus vidas, no debe influir en sus opciones, en pocas palabras, no debe importunar, sólo debe estar a nuestra disposición cuando lo necesitemos.
Como cristianos, debemos responder a la pregunta: ¿Quién es Jesús para mí? No basta lo que otros hayan dicho, no es suficiente esas respuestas aprendidas en el catecismo o escuchadas en alguna homilía; implica una respuesta personal y sostenida por un testimonio de vida. Jesús nos sigue preguntando: ¿Quién soy yo para ti? Y requiere una respuesta personal.
- Segunda escena: Jesús anuncia su Pasión. Al anunciar su pasión, Jesús les está indicando su modo de ser Mesías, que será a través del sufrimiento, un modo que no concuerda con lo esperado por el pueblo, ya que el sufrimiento era un escándalo. Jesús se muestra como un Salvador que no salva por medio de un triunfo imperial, sino
por la entrega de la vida. Por eso, después de la respuesta de Pedro, el Señor Jesús impone silencio, “les ordenó severamente que no lo dijeran”, ya que las personas no están preparadas para saberlo; puesto que no es un camino triunfal, es un camino que pasa por el rechazo de los dirigentes políticos, religiosos y por el mismo pueblo. Un mesianismo así, no es comprendido ni en nuestros días.
- Tercera escena: las condiciones del seguimiento. No es suficiente conocer la identidad de Jesús; no basta saber el modo de cómo presentará su mesianismo, es necesario conocer las condiciones del seguimiento, o sea, a qué nos comprometemos cuando decidimos seguir a Jesús. Vamos a mencionar tres observaciones:
1ª. “El que quiera…” Jesús no da por supuesto nada, es necesario una elección personal, valiente, libre, “el que quiera”. Nadie está obligado, Jesús es consciente de que no llevará un gran cortejo, basta que alguien quiera lo que Él quiere. Es una decisión personal y comprometida.
2ª. “Que se niegue a sí mismo…” Es la cancelación de la identidad; no bastan los papeles de identidad, ahora la identidad la concede el seguimiento hasta la cruz. El seguidor de Jesús debe haber aprendido a perder incluso su propia vida, es hacer de la vida un don. La vida es para entregarse…
3ª. “Cargue con su cruz de cada día…” Es la cruz cotidiana, esa cruz de todos los días; ese peso que presenta la vida diaria, como son preocupaciones, disgustos, incomprensiones, pequeños sacrificios, trabajo monótono, un servicio prestado muchas veces no valorado, etc. El cristiano no se pone la capa de héroe excepcional, sino el portador de una cruz ordinaria, hecha de tantas cosas pequeñas. El héroe hace que otros hablen de él, el discípulo no tiene la pretensión de llamar la atención del público, ni busca ser reconocido, los hechos hablan ante Dios. Jesús pide al discípulo una entrega, quizá menos vistosa, pero probablemente más comprometedora: hay que llevar la cruz cada día, en la cotidianidad se ve la medida de nuestra genuina adhesión a Cristo. El mesianismo de Jesús se sigue mostrando en el sufrimiento de cada discípulo.
Confesar a Jesús puede parecer sencillo y así es cuando la confesión sólo es de palabras; así lo vemos en los niños que hacen el gran esfuerzo por aprenderse el “credo” antes de su Primera Comunión; aprenden de memoria sin saber la trascendencia de lo que están pronunciando. La mayoría de los bautizados decimos creer en Jesús, pero llevamos una vida muy alejada de la fe en Cristo.
Hermanos, no tengamos miedo de confesar a Jesús con palabras, pero hagámoslo, sobre todo, con el testimonio de vida. Que abracemos la cruz de cada día, esa cruz que está formada por detalles que parecen insignificantes; no esperemos lo extraordinario, sino que, en la cruz de cada día, desgastemos la vida en el proyecto de Jesús.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Feliz domingo para todos.