El misterio de las 16 encíclicas del Papa León XIII

ACN
ACN

A lo largo de su largo pontificado, León XIII publicó hasta dieciséis encíclicas sobre el mismo tema. Como pastor de toda la Iglesia, animó con insistencia a todo el pueblo de Dios a rezar el rosario. El gran rezo del rosario de toda la Iglesia debía ser una respuesta a los peligros mortales en los que, según su convicción, se encontraban la Iglesia y la fe católica —escribe el P. Jacek Salij OP.

Padre Jacek Salij OP@ Agata Ślusarczyk / Opoka

El último homónimo del nuevo Papa, León XIII, merece aún más que se le recuerde porque fue obispo de Roma durante mucho tiempo, durante un cuarto de siglo, y fue, sin duda, un Papa excepcional. Varias de las 86 encíclicas que publicó durante su largo pontificado son documentos verdaderamente innovadores. Mencionaré en primer lugar la encíclica Rerum novarum, publicada en 1891, que constituye el fundamento de la enseñanza social católica. A su vez, con la encíclica Aeterni Patris, publicada doce años antes, León XIII inició un gran retorno al pensamiento de Santo Tomás de Aquino.

Aquí nos centraremos en algo sin precedentes en toda la historia del papado y que ninguno de los sucesores de este Papa intentó siquiera imitar. Durante su largo pontificado, este Papa publicó hasta dieciséis encíclicas sobre el mismo tema. Es decir, como pastor de toda la Iglesia, animó persistentemente a todo el pueblo de Dios a rezar el rosario. La gran oración del Rosario de toda la Iglesia debía ser una respuesta a los peligros mortales en los que –según su convicción– se encontraban la Iglesia y la fe católica.

León XIII no imaginaba los peligros. 

Sólo ocho años antes de su elección como Papa, la Santa Sede había abolido los Estados Pontificios y el Estado italiano seguía una política bastante desfavorable hacia la Iglesia. En la Alemania recién reunificada estaba en pleno auge el combate cultural anticatólico. En Francia y en otros lugares estaban creciendo las tendencias secularistas que pedían la exclusión de la religión de la esfera pública, incluso de las escuelas y los hospitales. Pero sólo menciono las amenazas políticas a la Iglesia y la religión.

El Papa León sabía bien que la oración no puede sustituir aquellas obras y acciones en favor de la fe y de la Iglesia que podemos y debemos realizar nosotros mismos. Pero también comprendió que la situación era tan dramática que debíamos –como Iglesia entera– realizar una oración especial. Pensó en el rosario, inspirado especialmente por dos victorias en situaciones que parecían ya perdidas. Los menciona inmediatamente en su primera encíclica del rosario, publicada el 1 de septiembre de 1883.

Ya al ​​principio, cuando apareció esta forma de oración, es decir en el siglo XIII, resultó que en esta batalla espiritual no se gana con la fuerza ni con las armas, sino con la adhesión orante a Jesús como nuestro Salvador. Así explicó el Papa León la obra de Santo Domingo, bajo cuya guía el rosario se convirtió en un instrumento para llamar a la fe católica a personas que se habían alejado por la duda en Dios Creador del cielo y de la tierra.

El segundo hecho histórico al que el autor de estas encíclicas se refirió con frecuencia fue la cruzada del rosario para la salvación de la amenaza turca, ordenada por la Santa Sede. El Imperio Otomano, que logró capturar Constantinopla en 1453, ya había enviado repetidas señales de que su próximo objetivo de expansión sería Roma. En el año 1571 parecía que la destrucción de Roma era inminente. Fue entonces cuando el Papa San Pío V llamó a toda la Iglesia a rezar el rosario para la salvación. Por eso, cuando en Lepanto, el 7 de octubre de ese año, las tropas cristianas infligieron una aplastante derrota a una flota turca de 250 barcos, la victoria se atribuyó generalmente a la mencionada Cruzada.

León XIII creía en la especial eficacia del rezo del rosario. 

Por eso no sólo lo convocó con frecuencia, sino que decidió darle formas institucionales. En primer lugar, en su primera encíclica, declaró octubre como el mes del rosario y ordenó a los obispos organizar devociones marianas parroquiales, durante las cuales –cito ahora la encíclica– «se deben recitar cinco decenas del rosario, con la adición de las letanías lauretanas; deseamos que la devoción se celebre ante el Santísimo Sacramento».

El nivel de detalle pastoral en los consejos dados por el Papa puede ser asombroso. Por ejemplo, sugirió en una de sus encíclicas que quizá sería posible organizar procesiones solemnes del rosario de vez en cuando. Mientras tanto, en la encíclica Parta humano generi, la última de estas dieciséis, publicada el 8 de septiembre de 1901, el Papa León se alegra de que en el santuario de Lourdes se hayan construido 15 capillas del rosario, que invitan a los peregrinos a participar en una procesión de oración con el rosario en la mano.

En mi juventud participé en ambas. Inolvidables procesiones, musicalmente muy bien arregladas, del primer domingo de octubre, que los dominicos organizaban en sus iglesias. Durante estas procesiones se cantaban todas las oraciones del rosario. Por otra parte, experimenté un entretenimiento piadoso en forma de movimiento de oración de capilla en capilla en el santuario de Bardo Śląskie. En aquel momento no me di cuenta de que ambas devociones surgieron de las ideas del Papa León XIII.

Los tiempos y las formas de la piedad están sujetos a cambios. Sin embargo, el descubrimiento más importante del rosario de aquel Papa sigue siendo actual: que experimentar a través de la oración aquello que constituye la esencia misma de la fe cristiana es el modo más sencillo de conectar con Jesús, que vive y salva, y con su Madre, que es la mejor Maestra de la fe.

Por P. JACEK SALIJ.

VIERNES 15 DE MAYO DE 2025.

OPOKA.

Comparte:
ByACN
Follow:
La nueva forma de informar lo que acontece en la Iglesia Católica en México y el mundo.
No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *