Del arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Guillermo Gazanini Espinoza

HOMILÍA
III DOMINGO DE PASCUA
Ciclo C
Hch 5, 27-32. 40-41; Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19.

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Jn 21, 15).

In lák’e’ex’ ka t’aane’ex ich maaya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Ti le miércoles ku taala’, le aj-kardenaleso’obo’ yaan u muchkubao’ob utia’al u yeyiko’ob junp’eel tumben Papa. Ko’one’ex payalchi tu yo’olalo’ob.

Ti le Evangelio bejlae’ yuum Jesús ku ts’akik le oxten suutuk, tu’ux Pedro tu ya’ala’ ma’ u k’ajoli. Oxten tu k’aata’ Jesus wa yabilta’an, yeetel oxten tu k’aataj ti Pedro ka u kalant u tamano’ob. Pedro ma’ k’asi, chen maak je’ bixona’, ko’one’ex k’atik u múuk’il ma ek aak wa ma’ ek k’ajoli’.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este tercer domingo del tiempo de Pascua.

Mañana lunes 5 de mayo termina el novenario de misas que los Cardenales, reunidos en Roma, están ofreciendo por el eterno descanso del Papa Francisco. Al mismo tiempo, todos los sacerdotes y obispos del mundo entero hemos estado ofreciendo igualmente celebraciones Eucarísticas por su alma, como lo hicimos los Obispos de México el pasado lunes 28 de abril en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, al iniciar nuestra centésima décimo octava Asamblea del Episcopado.

El cónclave en el que los Cardenales elegirán el próximo Sumo Pontífice, se va a realizar a partir del miércoles 7 de mayo, por lo cual, es de esperarse que durante esta misma semana conozcamos al nuevo sucesor de Pedro, Obispo de Roma, el cual conducirá la nave de la Iglesia Universal. Oremos intensamente por la realización de este cónclave bajo la acción del Espíritu Santo; abramos nuestro corazón y nuestra mente para amar al nuevo Vicario de Cristo en la tierra, a quien Dios ya conoce y ha elegido.

Recordemos que el Sumo Pontífice es un ser humano, no un Dios, aunque un buen número de ellos hayan sido canonizados. Tengamos claro que en toda la historia de la Iglesia no ha habido un solo Papa que nos enseñe algo contrario a la doctrina católica. El Papa Francisco, sin cambiar la doctrina de la fe, las costumbres y los sacramentos, nos enseñó a no ser jueces de nuestros hermanos, pues el juicio sólo pertenece al Señor. En el evangelio de hoy vemos como Jesús sana el corazón de Pedro, el primero de los Papas, quien lo había negado tres veces, confirmándolo después en su misión al frente de la Iglesia.

Después de la resurrección de Jesús, los apóstoles sintieron la necesidad de volver un poco al trabajo de siempre, pues su labor evangelizadora sólo comenzará hasta la llegada del Espíritu Santo. Es lo que hoy nos narra el santo evangelio según san Juan. Pedro tomó la iniciativa diciendo: “Voy a pescar”, y los discípulos que estaban con él le contestaron: “También nosotros vamos contigo” (Jn 21, 3). Hay que tener presente que el trabajo es al mismo tiempo oración si se ofrece y se realiza de manera honesta. Se puede trabajar sin interrumpir nuestra oración.

Estuvieron toda la noche trabajando, pero no pudieron pescar absolutamente nada. Cuando estaba amaneciendo, Cristo resucitado se les manifestó desde la orilla del lago, pero no lo reconocieron. Les habló en forma muy familiar gritándoles: “Muchachos, ¿han pescado algo?” (Jn 21, 4). Fue hasta después de esta nueva pesca milagrosa cuando lo reconoció el apóstol san Juan, quien era el más joven.

Les dijo Juan: “Es el Señor” (Jn 21, 7). Al escuchar esto, Pedro se lanzó al agua para llegar hasta la orilla nadando, pues no podía esperar más para encontrarse con Jesús. Era el discípulo amado quien reconoció a Jesús. Sólo quien ama al Señor y se sabe amado por él, podrá reconocerlo a cada paso en su vida.

Continúa el trato familiar de Jesús, quien ya les tenía unas brasas encendidas, y sobre ellas le tenía un pescado y pan. Les dijo: “Vengan a almorzar” (Jn 21, 12). Esta era la tercera aparición de Jesús resucitado. Aquel almuerzo fue un convivio muy fraterno, que podemos imaginar, pero nuestros pescadores en Yucatán lo podrán imaginar con mayor facilidad. Es un signo eucarístico, pues dice Juan: “Tomó el pan y se lo dio” (Jn 21, 13). Cada Eucaristía es un banquete sagrado y un convivio entre hermanos. Hagamos de cada comida en familia o entre amigos un encuentro de alegría y de cordialidad.

Después de comer, Jesús sana espiritualmente a Pedro del recuerdo de sus tres negaciones, preguntándole por tres ocasiones si lo amaba, y ante la respuesta positiva de Pedro, Jesús le ratificaba la misión: “Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15). Hoy esa pregunta ya no es para Pedro, sino para ti, para cada uno de nosotros. Jesús nos pregunta: “¿Me amas?”. El seguimiento de Jesús es ante todo una cuestión de amor, más que de un simple cumplimiento.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura de hoy, hay una gran enseñanza, que debiera ser una ley en la vida de cada uno de nosotros. Cuando el sumo sacerdote les llamó la atención a los apóstoles preguntándoles por qué habían desobedecido la orden de ya no predicar sobre Jesús, ellos respondieron por boca de Pedro: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres” (Hch 5, 29).

Sobre la autoridad de un mandatario, sobre la autoridad de un superior militar, sobre la autoridad de las modas, sobre la autoridad de lo que digan tus amigos y compañeros, sobre cualquier otra autoridad, está la Autoridad de Dios. Por eso, cada día, cada momento, en cada circunstancia, hemos de preguntarnos si lo que hacemos es la voluntad del Señor.

Cuidado con la respuesta que hoy en día muchos dan: “Es que yo ‘siento’ que está bien”. Hay que añadir la inteligencia y la voluntad a nuestras decisiones, buscando en la palabra de Dios y en las enseñanzas de la Iglesia dónde está lo correcto, pues la moda del “sentir” resulta hasta peligrosa al tomar decisiones. Por sus palabras, los apóstoles recibieron azotes, y, sin embargo, salieron muy contentos “de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús” (Hch 5, 41). ¿Qué estamos dispuestos a sufrir nosotros por el nombre de Jesús?

En la segunda lectura, tomada del Libro del Apocalipsis, san Juan nos habla de su visión del cielo, misma que tuvo durante su contemplación, en la cual veía a Dios sobre su trono y al Cordero junto al trono de Dios. Por supuesto que el Hijo de Dios es el Cordero de Dios, tal como años atrás Juan lo pudo escuchar de labios del Bautista, quien le dijo: “Ese es el Cordero de Dios” (Jn 1, 29).

También contempló a veinticuatro ancianos sentados en sus tronos, los cuales representaban a los Doce Patriarcas y a los Doce Apóstoles. Esta visión de los ancianos representa la continuidad del Pueblo de Dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como la solidez de las promesas del Señor a su Pueblo. La historia la guía el Señor, aunque de momento no entendamos algunas cosas.

El viernes pasado concluyó la Asamblea de los Obispos de México, en la cual participaron un buen número de laicos y religiosas, de manera extraordinaria, para compartir con nosotros las reflexiones de cada día. Les recomiendo leer el mensaje final de nuestra Asamblea, que se encuentra en la página de Facebook de nuestra Arquidiócesis o también en la página de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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