Tres grandes acontecimientos este Jueves Santo

Pbro. Hugo Valdemar Romero

Hoy es jueves santo y la iglesia celebra tres acontecimientos que sucedieron en la última cena del Señor. Primero, Jesús, antes de celebrar con sus discípulos la cena de Pascua, realiza un gesto que escandaliza a sus discípulos. Se quita el manto, se ciñe una toalla y se pone a lavarle los pies.

Este era un signo de hospitalidad para los caminantes que llegaban cansados del camino, pero era un servicio reservado a los esclavos. Nunca hacían eso los señores de la casa. Sin embargo, Jesús no tiene ningún reparo en ponerse a los pies de sus discípulos, porque Él no ha venido a ser servido, sino a servir.

Y el mayor servicio que hará es entregar su propia vida por nuestra salvación muriendo en la cruz. Y sentencia. Si yo que soy el Señor les he dado ejemplo y les he lavado los pies, con cuánta mayor razón deben ustedes lavarse los pies los unos a los otros.

Y luego añade, les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Lo segundo que hace Jesús es que instituye la celebración de la eucaristía o la misa. Toma el pan y dice, tomen y comen todos de él porque este es mi cuerpo que se entrega por ustedes.

Y después toma la copa de vino y dice, tomen y beban porque este es mi sangre que se derrama por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Y desde entonces Jesús ha quedado, no simbólicamente, sino realmente presente en el pan y el vino consagrados. Son el cuerpo y la sangre del Señor, alimento que nos da su vida divina, prenda de que no moriremos jamás. Y desde entonces la Iglesia lo adora y lo comulga sacramentalmente.

Lo tercero que Jesús realiza es que instituye el sacerdocio cuando a sus discípulos dio el mandato, hagan esto en memoria mía. Y desde entonces, hasta nuestros días, la iglesia no ha dejado de celebrar el sacrificio del Cristo en la cruz que se hace presente en la celebración de la santa misa.

Así pues, hoy la Iglesia celebra el mandamiento del amor que servicio, el sacramento de la eucaristía por el que nos dejó su cuerpo y su sangre como comida y bebida de salvación, y su sacerdocio que se prolonga en los sacerdotes que a través de los sacramentos nos dan la vida de Dios. Dice un salmo, ¿cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación invocando su nombre. Es lo que hoy hacemos al asistir a la eucaristía de la tarde, invocamos el nombre del Señor y le damos gracias por estos tres regalos maravillosos que nos ha dado.

Busca asistir hoy a la misa vespertina y después de ella quédate unos momentos en silencio para meditar en la pasión y adorar a Jesús que se quedó en cuerpo, alma y divinidad en el Santísimo sacramento del altar. Dios te bendiga.

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