En 1971, Pablo VI preguntaba a la humanidad: ¿Qué sucede? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué es lo que no ha funcionado o ha faltado? ¿Debemos resignarnos, dudando que el hombre sea capaz de lograr una paz justa y segura, y renunciando a plasmar la esperanza y la mentalidad de la paz en la educación de las generaciones nuevas?”
En el cuadrante de la Historia del mundo la manecilla del tiempo, de nuestro tiempo, marca el comienzo de un nuevo año: éste, que deseamos inaugurar, como los anteriores, con nuestro augurio afectuoso, con nuestro mensaje de Paz: Paz para vosotros, Paz para el mundo. San Pablo VI. 1971.
Un nuevo año inicia y es ocasión propicia del recuento de éxitos y fracasos. En lo individual sabremos qué es lo que hay que reparar y sanar, a quiénes hemos de decir adiós y de quiénes nos asiremos para resistir al mar tempestuoso de los doce meses hasta que la Tierra complete su ciclo en el universo.
La historia nos enseña que otros tiempos también fueron convulsos y en 1971, el la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, un buen Papa preguntó a la humanidad: ¿En qué hemos fallado? Cuestión vigente en el acontecer de las cosas que se suma a muchas otras mismas que, en el fondo, reflejan nuestra debilidades y afecciones, la de “la supremacía de los intereses económicos con el fácil abuso de la explotación de los débiles; retorna el hábito del odio y de la lucha de clases y, renace así una guerra internacional y civil endémica; retorna la competencia por el prestigio nacional y el poder político; retorna el brazo de hierro de las ambiciones en pugna, de los individualismos cerrados e indomables de las razas y los sistemas ideológicos; se recurre a la tortura y al terrorismo; se recurre al delito y a la violencia, como a fuego ideal sin tener en cuenta el incendio que puede sobrevenir; se considera la paz como un puro equilibrio de fuerzas poderosas y de armas espantosas; se siente estremecimiento ante el temor de que una imprudencia fatal haga explotar conflagraciones inconcebibles e irrefrenables. ¿Qué sucede? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué es lo que no ha funcionado o ha faltado? ¿Debemos resignarnos, dudando que el hombre sea capaz de lograr una paz justa y segura, y renunciando a plasmar la esperanza y la mentalidad de la paz en la educación de las generaciones nuevas?”
Palabras actuales hechas en ocasión de la IV Jornada Mundial de la Paz cuando Pablo VI, en su mensaje del viernes 1 de enero de 1971, “Todo hombre es mi hermano”, lanzó un clamor a la humanidad entera sumida en las tinieblas de la violencia y el odio, un eco del clamor del Papa Francisco al llamar a todos para vencer los egoísmos del sistema que nos ha corrompido en ocasión del año jubilar 2025, este 1 de enero al dirigirse a Santa María: “Encomendémosle a ella este nuevo año jubilar, entreguémosle a ella los interrogantes, las preocupaciones, los sufrimientos, las alegrías y todo lo que llevamos en el corazón. ¡ella es madre! Confiémosle a ella el mundo entero, para que renazca la esperanza, para que finalmente florezca la paz en todos los pueblos de la tierra”.
Que san Pablo VI y Francisco sacudan nuestra conciencia especialmente en este México sumido en la violencia y en la incertidumbre, en el espejismo del populismo y de la demagogia. Llegamos a 2025 expectantes por el futuro y ver qué será de nuestra democracia bajo un régimen que parece repetir los vicios del pasado.
El nuevo año es ocasión propicia para desear a todos la paz, salud, alegría y prosperidad… Paz que requiere nuestro país no sólo de palabra sino como verdadera actitud del espíritu “porque la madurez de la conciencia civil ha formulado este obvio propósito: en vez de confiar la solución de las contiendas humanas al irracional y bárbaro duelo de la fuerza ciega y homicida de las armas, fundaremos instituciones nuevas donde la palabra, la justicia, el derecho se expresen y hagan ley, severa y pacífica” (Paulo VI. VI Jornada Mundial de la Paz)
Desde la ACN ¡Feliz 2025!, pronunciando esa bendición que Dios ordenó invocar sobre el pueblo y que en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, tenemos cada inicio de año tomada del Libro de los Números:
“Que el Señor te bendiga y te guarde. Haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz”.