Es probable que se materialice el escenario más temido por los empleados del Vaticano.
Precisamente el Papa dio la alarma sobre la estabilidad del sistema de seguridad social vaticano y anunció la «puesta en funcionamiento» del Fondo de Pensiones.
En una carta al Colegio Cardenalicio, Francisco explicó que «el sistema actual no es capaz de garantizar a medio plazo el cumplimiento de la obligación de pensiones para las generaciones futuras», anunciando «decisiones no fáciles que requerirán especial sensibilidad, generosidad y voluntad de sacrificio por parte de todos.»
El objetivo de déficit cero, ya mencionado en una carta del 16 de octubre en la que se anticipaba el recorte de 500 euros del «plato» de los cardenales con cargos en la Curia, impone a la Santa Sede «medidas estructurales urgentes» en materia de pensiones.
El hombre llamado a realizarlo, probablemente despertando el descontento del pequeño mundo vaticano, es el cardenal estadounidense Kevin Joseph Farrell, nombrado administrador único del Fondo de Pensiones.
Esta es sólo la última «papa caliente» que el Papa confía al cardenal de origen irlandés.
De hecho, actualmente Farrell ocupa los cargos de:
- prefecto del dicasterio para los laicos,
- presidente de la comisión de asuntos reservados,
- presidente del comité de inversiones
- y presidente del Tribunal de Casación del Vaticano.
Además, Francisco lo eligió como chambelán, convirtiéndolo así en el hombre que deberá gobernar la Iglesia en caso de una sede vacante.
Sin embargo, no es seguro que esta concentración de poder le facilite la vida a Farrell en un futuro cónclave.
La gestión del muy candente expediente de pensiones puede convertirse entonces en una carga adicional.
La Asociación de Empleados Laicos del Vaticano, que ya se encontraba en las barricadas para bloquear los aumentos bienales de antigüedad y otras medidas de austeridad, había anunciado a finales de agosto que no quería permanecer indiferente ante las nuevas medidas consideradas penalizadoras y había expresado el temor de que la próxima intervención podría referirse precisamente a las pensiones.
La carta de ayer parece confirmar estas predicciones.
El descontento de los empleados se suma al de los cardenales que han experimentado una progresiva reducción de su «plato» a partir de la pandemia.
El Papa, sin embargo, parece decidido a avanzar en la línea de la austeridad, como lo demuestra la reciente invitación al Dicasterio para la Comunicación a hacer sacrificios. En el Vaticano se susurra que es sobre todo la Secretaría de Economía la que está empujando a Francisco en esta impopular dirección, que ahora se ha con
vertido en el organismo más poderoso de la jerarquía financiera al otro lado del Tíber. La carta sobre el Fondo de Pensiones parece haber sido inspirada también por el prefecto Maximino Caballero Ledo, señalado por muchas personas bien informadas como el interlocutor más escuchado del Papa en materia financiera.
Por NICO SPUNTONI.
IL TEMPO.