Democracia, pluralidad y amnesia histórica

Gladium
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Hace unos días Chile sufrió un terrible atentado, en la cual un grupo de manifestantes feministas atacaron un par de templos católicos en el nombre de una liberación contra la tiranía de la historia y la tradición.  Se suma esto que nuestra juventud esta engañada bajo un principio: los que están a en contra de la Iglesia son amigos de la pluralidad y la luminosidad, mientras que la Iglesia es enemiga de la libertad y la inteligencia. Me ha tocado escuchar entre pasillos a compañeros que hablan lo terrible que fue nuestro pasado.  “Qué bueno -se llego a decir- que han quitado la estatua de Colón, pues representa el odio y la masacre hacía nuestras nobles raíces prehispánicas.” Además, de atribuir al pasado un carácter de oscuridad y maldad, donde la mujer, como diría la feminista Graciela Hierro, estaba encerrada en el ámbito privado y no fue hasta la llegada de las voces feministas para otorgar en la historia humana la voz a las mujeres. Antes de la llegada de la luz del feminismo, la historia de la mujer estaba en las tinieblas.

Borrón y cuenta nueva de la historia y la tradición, se nos invita todos los días a hacer esto. Pues no hay más que miserias y gente hueca. Además, bajo estas premisas se cree que se salva la pluralidad de ideas, pues, despreciado una institución que habla de la Verdad, con mayúscula, solo queda la multitud de voces que hablan sin cesar en la oscuridad del universo.

Sin embargo, estos “brillantes” personajes, no se dan cuenta que el desprecio por la historia, la verdad y la tradición no lleva en primer lugar a rindas de luminosidad, y mucho menos a la pluralidad de la riqueza humana, antes bien, lo que termina por hacer es un conjunto de seres atomizados que no pueden relacionarse plenamente con nadie, pues ha borrado toda naturaleza común con el otro. Chesterton hablaba de la democracia de los muertos. Es decir, de que los muertos, los otros del pasado, también hablan con nosotros y nos guían para llegar a conocer la sabiduría humana. Así, cuando uno lee a Platón, a Aristóteles, a Santo Tomás, etc, se da cuenta que no habla con alguien muy distante, sino con alguien que puede guiarlo en su vida pública y privada. Erradicado la voz de los muertos, la tradición y la historia, no puede haber ni auténtica democracia, ni auténtica pluralidad. Antes bien, solo queda una masa amorfa de seres atomizados que son manipulados y polarizados por ideologías que solo llenan de odio los corazones de las personas.

Así pues, hay que subrayar que la única institución que de verdad aboga por la voz de los muertos, en estos días, es la Iglesia. Juan XXIII los constata muy bien en su encíclica Veterum Sapientia:

“La sabiduría antigua encerrada en la literatura griega y romana, y también las preclaras doctrinas de los pueblos antiguos, son tenidas como una aurora anunciadora del Evangelio que el Hijo de Dios, árbitro y maestro de la gracia y de la doctrina, luz y guía de la humanidad anunció sobre la tierra. Los Padres y Doctores de la Iglesia reconocieron en aquellos antiquísimos e importantísimos monumentos literarios, cierta preparación de las mentes para recibir las riquezas divinas que Jesucristo, en la economía de la plenitud de los tiempos, comunicó a los hombres; no se perdió, por tanto, con la introducción del cristianismo en el mundo, nada de lo que los siglos precedentes habían producido de verdadero, justo, noble y bello.”

El Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, nos recuerda que nuestra época tiene un serio problema con la lectura de la historia. La historia actualmente se lee en blanco y negro, buenos y malos, abusadores y víctimas. Las lecturas ideológicas se dan en diversas sectas «filosóficas» (feminismos, latino americanismos, etc) o en el pueblo que se ha dejado contaminar por la mass media y el poder en turno. Una lectura así de la historia no debe sorprendernos, nos llevará a una amnesia histórica y a un desprecio de lo que somos. Y peor aún, a nuestra propia aniquilación.

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