Hace pocas semanas, el canal de entretenimiento Netflix presentó la película francesa “Guapis”, que desató un gran escándalo en las redes sociales por el uso abusivo de niñas que vienen presentadas hipersexualizadas en la cinta, es decir, de forma temprana, se les incentiva para imitar de manera forzada y artificial conductas de los adultos con carácter erótico, lo que no corresponde ni a su edad ni a su madurez psicológica. La película presenta a un grupo de niñas que sueñan ser las mejores en un concurso de baile de movimientos sexis y vestuario provocativo.
La hipersexualización temprana en los niños busca que deseen parecerse más a los adultos y por lo tanto imitarlos en conductas inapropiadas para su edad. “En el imaginario los niños desean asumir actitudes propias de los mayores como parte de un juego erótico. Los medios de comunicación y la sociedad contribuyen a fomentar la erotización del menor para lograr el placer del adulto, que yace en el inconsciente”.
El mercado cosifica para vender, busca hacer ver normal la erotización infantil, creando con ello un nuevo estereotipo para obtener ganancias, se lucra emocionalmente con las imágenes que se comparten en redes sociales promoviendo este nuevo estereotipo de belleza. Esta cosificación, crea como consecuencia, una imagen falsa del menor, se ve a sí mismo diferente y aceptado, sin que sea capaz de darse cuenta que está renunciando a su libertad para que sea la imagen que la sociedad quiere ver para consumir. Los niños son llevados a elegir estereotipos caracterizados por una carga sexual muy fuerte, lo que cancela la etapa de los juegos propios de la infancia, se queman etapas fundamentales del desarrollo psicológico propio de la edad que son básicos para la maduración de su mente y de su cuerpo, y al exhibirse se vuelven objetos sexuales y vulnerables a los depredadores sexuales.
¿Cómo se pretende combatir socialmente el flagelo del abuso sexual a menores cuando se incentiva la cosificación de los niños, se les hipersexualiza y se les vende? ¿Cómo es posible que los padres de familia no se percaten del riesgo que exponen a sus hijos permitiendo que se adentren en este juego perverso? ¿Qué acaso el Estado no debería tomar medidas legales para prohibir este mercado miserable y tener como prioridad proteger a los niños antes que a los intereses rapaces del mercado? No se trata de una moral rígida, sino de poner límites a un mercado monstruoso y sin escrúpulos que está causando un daño irreparable a los niños en su maduración física, psicológica y moral.
La hipersualización de los niños no es un juego inocente, como lo presenta Netflix, sino una verdadera perversión disfrazada de inocencia.
Con información de Contra Replica/P. Hugo Valdemar