La consigna: deshacer la Ley Natural para devolver la existencia al caos. El grito de Lucifer se expresa así: ¿quién como yo? El grito de san Miguel sigue diciendo: ¿quién como DIOS? Y la lucha es “eterna”. Las versiones de los distintos pronunciamientos se van produciendo a lo largo de las épocas, y en nuestro tiempo las consignas, fines y objetivos, se dan a conocer, porque un número importante de personas aceptan sin grandes reservas los dictados de la nueva ideología de borrado, que coincide con el antidecálogo. Lo expresó bien Mijaíl Gorbachov, en la entronización de la “Carta de la Tierra” en la ONU, después de la conferencia de Río de Janeiro, en una de las cumbres climáticas: “los principios de la Carta de la Tierra” tendrán que sustituir al Decálogo judeocristiano”. Al marxismo le molesta en gran medida el hombre diseñado por DIOS, y se ha propuesto desde siempre el diseño de un hombre -varón y mujer- exclusivamente materialista dictado por el partido; pues tampoco le valía a Lenin y a Stalin los pronunciamientos científicos, que desmontasen la falsedad de la ideología marxista. A los científicos disidentes se los suprimía y asunto resuelto.
El proletario era el que tenía que ganar el jornal para sí mismo y la prole dependiente de él. Hace tiempo que el proletariado no se ve en la precariedad que acompañó la primera revolución industrial, pero tenemos a un no-proletario sin prole, porque el “nuevo marxismo” los está borrando del diseño social a marchas forzadas. Lo venimos percibiendo desde hace algún tiempo, pues las cosas no suceden de un día para otro. El antidecálogo viene ocupando su espacio en todos su planteamientos, y lo hace de manera simultánea en sus líneas de fuerzas, lo mismo que el debilitamiento social del Decálogo se produce en todos sus preceptos de modo gradual y para muchos insensiblemente. La secularidad se ha convertido en agresivo secularismo. El centro izquierda y el centro derecha, constituyen el anverso y reverso de la misma moneda. A los miembros de ambas tendencias políticas les puede resultar un anacronismo la existencia de un signo religioso público como la Cruz del Valle de los Caídos (Madrid, España). Los que organizan la sociedad privilegian cualquier espiritualismo o religiosidad frente la tradición católica. La violación del segundo mandamiento se puede hacer con frecuencia y ser escenificada con difusión mundial en las Olimpiadas, sin contratiempo alguno. Más aún, la blasfemia olímpica se reviste de expresión artística y queda del todo legitimada. Los organizadores sociales saben que las fiestas tienen una gran importancia en la construcción de significados dentro de la historia personal. En la medida de lo posible se trata de procurar el desarraigo de las fiestas religiosas y sustituirlas por cualquier otro motivo. El cuarto precepto del Decálogo concentra la mayor parte de las agresiones sociales, políticas y mediáticas. La ideología moderna propone otros modelos de familia distintos del que se deriva de la Biblia y propone de forma clara el Nuevo Testamento.
El quinto mandamiento del Decálogo se entendía hasta que se intenta rebajar la dignidad del hombre y hacerla desaparecer, concediendo a los animales el rango de sujetos con derechos. Una locura de este tipo permite legislaciones homicidas que aprueban la muerte del ser humano en el vientre de la madre, el infanticidio en determinados casos, la eugenesia en otros, y la eliminación de individuos que ya no son productivos y constituyen una carga económica y social –eutanasia-. Como el individuo es plastilina y se le ha despojado de su dignidad; entonces, el capricho o confusión de un momento le puede llevar a autopercibirse contrariamente a su dictado genético y considerarse como perro, gato, águila, fluido, indefinido, bisexual o pansexual, sin que la decisión o autopercepción tenga que ser definitiva en el tiempo. El individuo se puede autolesionar de forma irreversible con diez, doce o catorce años; y hacerlo de forma irreversible amputándose partes del cuerpo que lo privarán para toda su vida de relaciones sexuales plenas.
Se entendía que la propiedad privada era un bien a proteger, que estaba respaldada por el principio de “no robarás”. Se entendía que nadie podía apropiarse de lo ajeno. En toda época la cosa tuvo sus inconvenientes para aplicarse, pero en estos tiempos muchos percibimos que algunos tienen patente de corso para robar sin la más mínima repercusión. Se entendía que la mentira estaba penada seriamente en determinados ámbitos. Por el contrario, asistimos al ejercicio impúdico cada día de las mentiras más gruesas difundidas con naturalidad y convicción. Se altera la verdad histórica en los libros de texto para adoctrinara a los alumnos según los intereses de los dirigentes sociales, o se promueven campañas para acabar con la reputación de algunas personas que son críticas y resultan molestas para determinadas élites.
En los tiempos que corren nada de lo que se ha dicho resulta esporádico o es una excepción. Los principios del Decálogo en la sociedad occidental son defendidos por algunas trincheras perfectamente identificables, pero no se ven respaldados por las grandes instituciones que lo debieran hacer.