* Te falta vida interior: porque no llevas a la oración las preocupaciones de los tuyos y el proselitismo; porque no te esfuerzas en ver claro, en sacar propósitos concretos y en cumplirlos; porque no tienes visión sobrenatural en el estudio, en el trabajo, en tus conversaciones, en tu trato con los demás…
* –¿Qué tal andas de presencia de Dios, consecuencia y manifestación de tu oración? (Surco, 447)
Siempre que sentimos en nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia cristiana, el Espíritu Santo trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: conviene orar perseverantemente y no desfallecer.
La oración es el fundamento de toda labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si prescindiésemos de este recurso, no lograríamos nada.
Quisiera que hoy, en nuestra meditación, nos persuadiésemos definitivamente de la necesidad de disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle, del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios, que no debe decaer a lo largo del día.
Si pretendemos seguir lealmente los pasos del Maestro, ése es el único camino.
Es muy importante -perdonad mi insistencia- observar los pasos del Mesías, porque Él ha venido a mostrarnos la senda que lleva al Padre.
Descubriremos, con Él, cómo se puede dar relieve sobrenatural a las actividades aparentemente más pequeñas; aprenderemos a vivir cada instante con vibración de eternidad, y comprenderemos con mayor hondura que la criatura necesita esos tiempos de conversación íntima con Dios: para tratarle, para invocarle, para alabarle, para romper en acciones de gracias, para escucharle o, sencillamente, para estar con Él. (Amigos de Dios, nn. 238-239)
Por SAN JOSEMARÍA.