El régimen de Macron instaló diez estatuas de supuestas «heroínas» de la historia de Francia, entre las que no figuraba Juana de Arco, para sorpresa e indignación de muchos franceses. Una de las homenajeadas fue la comunista Simone de Beauvoir, admiradora de Stalin, defensora del aborto y una de las pioneras de la ideología de género. Como ya indiqué aquí en 2018, esa activista fue polémica en su momento porque firmó dos manifiestos defendiendo la legalización de las relaciones pedófilas. Esos textos pedían derogar ley francesa que entonces castigaba con penas de 5 a 10 años de prisión a quien tuviera relaciones sexuales con una persona menor de 15 años.
Como recordó Andy Martin en The New York Times (un diario progresista) en 2013, Simone de Beauvoir trabajó en Radio Vichy, una emisora del régimen colaboracionista de Pétain (recordemos que muchos comunistas franceses colaboraron con los nazis siguiendo consignas de Moscú hasta la invasión alemana de la URSS en junio de 1941). En 1943, fue despedida de su trabajo como profesora por corromper a una alumna menor de edad.
Martin recordaba así la particular relación que tenía esa activista comunista con su pareja: «Jean-Paul Sartre desarrolló un patrón, al que llamaron el «trío», en el cual Beauvoir seducía a sus estudiantes y luego se los pasaría a Sartre«. Eso explica los motivos que animaron a Beauvoir a firmar esos dos manifiestos a favor de la legalización de la pedofilia.
Presentar a esa activista pedófila como un referente olímpico es algo aberrante. Eso sí, va muy a juego con la basura de ceremonia inaugural. Irónicamente, por lo visto la estatua de Beauvoir no llegó a elevarse de su pedestal por algún fallo.
PARIS, FRANCIA.
DOMINGO 28 DE JULIO DE 2024.
outono.