2021 a la luz del mensaje de Fátima y de la recta razón.

ACN
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¿Qué ha sucedido realmente en 2020, el dramático año que acaba de concluir? ¿Y qué nos espera en 2021? ¿Cuáles son los horizontes que enmarcan los tiempos que vivimos?

El panorama que tenemos por delante es brumoso, difícil de escrutar, pero voy a intentar hacerlo desde lo alto de los grandes principios, desde las grandes certezas cuya luz juzga la historia del mundo.

Entre dichas certezas hay una que nos ayuda más que ninguna otra a orientarnos en el presente y en el futuro: el mensaje que transmitió la Virgen en Fátima en 1917.

Sabemos bien que la divina Revelación concluyó con la muerte del último de los Apóstoles y no se le puede añadir más. El mensaje de Fátima no pertenece al patrimonio de la fe revelada. Con todo, también es verdad que entre las revelaciones privadas, unas tienen que ver con el perfeccionamiento espiritual de las almas individuales, mientras que otras tienen un alcance social porque van dirigidas a toda la humanidad.

Pues bien, el mensaje de Fátima fue una revelación privada que no sólo iba dirigida al bien espiritual de los tres pastorcitos que la recibieron, sino a la humanidad entera. Y de todas las revelaciones privadas de los últimos cien años, ninguna ha sido tan reconocida por la Iglesia como la de Fátima. A lo largo de cien años, nada menos que siete papas, desde Pío XI a Francisco, han reconocido y honrado a la Virgen de Fátima, aunque ninguno de ellos haya cumplido plenamente lo que Ella pidió.

Por otra parte, en el año 2000 la Iglesia reveló oficialmente el llamado Tercer Secreto de Fátima, última parte del mensaje revelado a los tres pastorcitos. Es una profecía aún no cumplida que siempre debemos tener en cuenta1.

El horizonte que delinea el mensaje de Fátima es trágico. La primera tragedia que presenta Nuestra Señora a los pastorcillos es la terrible visión del Infierno en el caen las almas de los pecadores que no se arrepienten.

La segunda tragedia está en las palabras de la propia Virgen según las cuales «Dios se dispone a castigar al mundo sus crímenes mediante la guerra, el hambre y la persecución de la Iglesia y el Santo Padre». Si el mundo no se convierte, dijo, «Rusia propagará sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho y varias naciones serán aniquiladas».


 

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La tercera parte de la tragedia muestra al Papa y con él a «otros obispos, sacerdotes, religiosos subir una montaña empinada en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los obispos, sacerdotes, religiosos y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».

Una breve frase de la Virgen ilumina no obstante con rayos de inmensa esperanza este trágico panorama: «Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz».

El triunfo del Corazón Inmaculado de María se anuncia como algo cierto y no sujeto a condiciones. En todo caso sucederá. Por el contrario, el castigo que precederá al triunfo sí está sujeto a condiciones: sólo tendrá lugar si la humanidad no se convierte. Este carácter condicional nos impide hablar con plena certeza del castigo, pero la creciente apostasía de la humanidad en los últimos años indica la práctica irreversibilidad del proceso histórico que conduce primero a un severo castigo y luego al triunfo del Corazón Inmaculado de María.

Las reglas de la razón

El mensaje de Fátima reclama nuestra fe, pero la fe se funda en la razón, y la razón tiene algunas reglas fundamentales a las que debemos atenernos.

Enseña el padre Réginald Garrigou-Lagrange que la regla de la sabiduría consiste en explicar «lo inferior por medio de lo superior», «según la subordinación de causas que nos conduce a la Causa primera y al fin último del universo: a Dios, Ser primero, Inteligencia primera y sumo Bien».

Por otra parte, en el proceso cognoscitivo, la certeza –que excluye la duda– no se debe confundir con la opinión, que admite la posibilidad de error, ni con la hipótesis, que exige ser demostrada para llegar a ser una tesis cierta.

El razonamiento necesario para transformar una hipótesis en certeza se llama demostración. Toda demostración se basa en el principio de no contradicción, que constituye el fundamento de la lógica. Al verdadero razonamiento, fundado en la lógica, se contrapone el sofisma o paralogismo, que es un razonamiento falso fundado en errores lógicos y, en el fondo, en la violación del principio de no contradicción. Ahora bien, no es posible mantener la lógica sin la ayuda de la Gracia, que ilumina la inteligencia del hombre y refuerza su voluntad. La vida espiritual colabora con la actividad racional del hombre.

El mal uso de la razón pone en primer lugar a la imaginación, que es una forma de conocimiento que no sigue etapas lógicas, sino que con frecuencia es determinada por un estado de ánimo. La razón es sustituida por la fantasía y la demostración por la narración. Para explicar el significado del término phantasia, Aristóteles nos explica que se deriva de luz (pháos). Así como los estímulos luminosos generan sensaciones visuales, la mente produce internamente fantasmas (phantasmata) o imágenes que no se corresponden con la realidad. Toda imagen que impresiona la mente debe verificarse por tanto a la luz de la razón, que es la facultad superior del alma.

Certezas y opiniones

Todo empezó en enero de 2020 con la noticia de una epidemia que tenía su epicentro en China, en la ciudad de Wuhan. La mundialización no sólo facilitó la expansión del virus, sino también la propagación en tiempo real de las noticias relacionadas con él, creando una atención hipertrofiada hacia el mismo.

El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud, tras haber restado en un principio importancia al asunto, lo clasificó como pandemia producida por un coronavirus, al que más tarde bautizó como Covid-19. Ninguno sabemos con certeza hasta qué punto son confiables, por defecto o por exceso, los datos estadísticos comunicados por la propia OMS y los diversos gobiernos del mundo; nadie tiene certeza de en qué medida son eficaces las medidas tomadas para contener la pandemia, como las mascarillas y confinamientos; nadie está en situación de pronunciarse con exactitud sobre la eficacia de las vacunas solemnemente anunciadas al mundo el pasado 27 de diciembre. Ninguno podemos opinar sobre ninguno de estos puntos ni formular hipótesis, y tampoco hay nadie que pueda extraer certeza alguna de esas hipótesis.

Indudablemente hay algunos datos evidentes que tener en cuenta. Los primeros, de naturaleza económica y social, se han manifestado a lo largo de 2020 con la quiebra de numerosas pequeñas empresas, graves pérdidas económicas para la clase media, desempleo y pobreza, mientras los estados se ven incapaces de hacer frente a la crisis económica con dinero público. Más graves aún parecen las consecuencias psicológicas de la pandemia, causadas en primer lugar por el estado de alarma y el miedo que se ha desencadenado en el mundo. El miedo al virus ha sido causa de angustia, depresión e incluso de gran cantidad de suicidios en una sociedad que se ha criado con el rechazo a la muerte y el culto a la salud y el bienestar. Occidente, que desde hace setenta años no tiene experiencia de guerras, se ha visto psicológicamente indefenso ante lo que el presidente francés Macron ha calificado de guerra contra un enemigo invisible4.

Más grave todavía que el miedo se dirá que es la falta de confianza en el prójimo, en este caso debida a lo insoportable de las medidas restrictivas impuestas por las autoridades, en muchos casos confusas e irrazonables. En algunos países, esas medidas han trastornado los cimientos de la tradición jurídica en lo que se refiere a la relación entre la situación de emergencia y el ejercicio de las libertades individuales, en particular la libertad religiosa5.

La clase política, por su parte, se ha puesto en manos de la sanitaria para combatir la pandemia, pero no ha tardado en producirse una división entre los científicos. Por detrás de ellos se vislumbra una oscura disputa entre las grandes empresas farmacéuticas, a las que desde luego les viene muy bien la existencia de una dependencia farmacológica entre la población6. A los intereses económicos de dichas compañías hay que agregar los del  capital financiero, porque las compañías farmacéuticas tienen necesidad de dinero para investigar y comercializar sus productos. La producción de vacunas desata la competencia entre gobiernos nacionales dispuestos a combatirla cueste lo que cueste7.

De resultas de todo esto, se ha venido abajo la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos, en la clase política y en los medios, pero también en la ciencia y en el estamento médico. La desconfianza se extiende a personas que nos son allegadas, que hasta ayer mismo nos eran queridas y de la noche a la mañana ya no las apreciamos porque no piensan igual que nosotros.

Si atribuimos a estas cosas un carácter de causa de la pandemia, caeremos en el error de confundir causa y efecto, que es uno de los paralogismos que critica Aristóteles en sus Refutaciones sofísticas8. Por ejemplo, la existencia de una dictadura sanitaria o de una crisis económica tras la pandemia no constituye una prueba de que la pandemia haya sido desencadenada o se esté gestionando para provocar una dictadura sanitaria o una crisis económica.

¿Es un virus natural, o producido en laboratorio?

Junto a la diversidad de opiniones en cuanto a las medidas políticas y sanitarias adoptadas para afrontar la pandemia, se ha manifestado una multitud de hipótesis sobre el origen y la naturaleza del virus, que siguen envueltos en el misterio. Para la mayoría de los científicos se trata de un virus de origen animal debido, según las teorías evolucionistas, a un salto entre especies, del murciélago al hombre. En su ensayo Spillover. L’evoluzione delle pandemie9, publicado en 2012, el divulgador científico estadounidense David Quammen preveía la posibilidad de una peligrosa pandemia ocasionada por un coronavirus a partir de los datos recogidos en sus estudios.

Existe, no obstante, una segunda hipótesis que hasta el momento nadie ha conseguido excluir: la posibilidad del origen artificial de la pandemia. En Wuhan existe en efecto un laboratorio nacional de bioseguridad en el que se realizan investigaciones tanto en el ámbito civil como en el militar sobre virus potencialmente patógenos para el hombre. El coronavirus podría haber salido accidentalmente de dicho laboratorio, por azar, o bien ser instrumento de un acto deliberado de guerra biológica.

La hipótesis de una fuga del virus de las instalaciones de Wuhan fue propuesta en Italia desde el 25 de enero del año pasado por el periodista Paolo Liguori10, y en los EE.UU., en el siguiente mes de febrero, por Steven Mosher, presidente del Population Research Institute11. Por su parte, el Premio Nobel de Medicina Luc Montagnier, en una entrevista del pasado 17 de abril12, afirmó la tesis del origen artificial del virus, en tanto que el 3 de mayo, en una entrevista concedida a ABC News, el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo declaró: «Una cantidad considerable de pruebas apunta al laboratorio de Wuhan como origen del Sars-Cov213». Quien más ha profundizado en esta hipótesis es el investigador italiano Joseph Tritto, en un documentado estudio titulado Cina Covid-19. La chimera che ha cambiato il mondo14 .

Junto a la hipótesis de la fuga involuntaria del laboratorio de Wuhan, existe otra según la cual el virus sería obra del terrorismo biológico chino. Li-Men-Yang, investigadora de la Universidad de Hong Kong que en abril huyó a Estados Unidos, ha declarado basada en sus estudios que el covid-19 no se originó en la naturaleza, sino que es un arma biológica creada a propósito para matar. El funcionario indio Sharad  S. Chauhan es autor a su vez de un libro titulado COVID-19 – Opportunistic Bioterrorism? A Virus from China set to Change World History16en el que afirma que el virus ha sido lanzado por China para transformar el mundo en su propio provecho.

A este respecto conviene recordar que en 1999 se publicó un libro de dos coroneles chinos, Qiao Liang y Wang Xiangsui, titulado  Guerra irrestricta, en el que los autores sostienen que para defenderse, China no debería vacilar en utilizar todos los medios a su alcance, armas biológicas incluidas. Y sin duda el laboratorio de Wuhan es un medio importante para producir dichas armas.

El concepto de guerra irrestricta evoca el de la guerra asimétrica, conflicto en el que una de las partes se ve obligada a defenderse de un enemigo no identificable que se vale de armas no convencionales. El empleo de las biotecnologías, la informática y la inteligencia artificial forma parte de la estrategia china y es un típico ejemplo de guerra asimétrica.

Un tratado internacional, la Convención sobre Armas Biológicas,  firmado el 12 de abril de 1972 y en vigor desde el 26 de marzo de 1975, prohíbe la experimentación y producción de armas biológicas. Todos los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Australia y Japón lo ratificaron, pero China no. La Unión Soviética se adhirió al tratado, pero eso no impidió que en los años setenta pusiera en marcha el Biopreparat, programa de investigación militar en el terreno biológico y bacteriológico. A principios de los noventa se desmanteló oficialmente la estructura, pero da la impresión de que Rusia haya heredado la mayor parte de las armas biológicas preparadas durante la Guerra Fría.

La guerra biológica es un sector estratégico que supone innumerables ventajas: es una modalidad bélica que tiene un efectivo lesivo o mortal sobre bienes y personas cuyo verdadero origen no es fácil de identificar, y que por tanto se puede llevar a cabo con disimulo. Es más, por su naturaleza oculta es una forma de guerra que no sólo golpea blancos físicos sino que igualmente desmoraliza a la población, que no atribuye la responsabilidad de los daños al verdadero causante de la crisis, sino a quien intenta gestionarla desde el interior del propio país. Durante la Guerra Fría, la paz del mundo estuvo garantizada por el equilibrio del terror entre Rusia y EE.UU., porque ambas potencias eran conscientes de que el uso de las armas nucleares provocaría una respuesta inmediata que devastaría a la superpotencia contraria. No es posible la disuasión cuando las armas nucleares se sustituyen por las biológicas, que por su propia naturaleza se prestan a un uso disimulado.

Rusia es una potencia en declive y China una emergente, pero la Rusia de ayer y la China de hoy tienen en común un sistema ideológico al que Pío XI calificó de mentiroso e intrínsecamente perverso en su encíclica Divini Redemptoris del 19 de marzo de 193717. La Virgen anunció en Fátima que Rusia propagaría sus errores por el mundo. Se trata de los errores comunistas, destinados a difundirse más allá de los límites de Rusia también, y sobre todo, después de la autodisolución de la URSS en 1991. Al igual que otros países, China realiza investigaciones biológicas tanto civiles como militares. Es probable que el coronavirus saliera del laboratorio de Wuhan, tanto si es producto de una maniobra de guerra biológica como si ha surgido de forma involuntaria en el curso de un programa de investigación bélica o sanitaria. Pero la probabilidad no transforma una hipótesis en certeza hasta que se aportan pruebas seguras.

Por ahora, la única certeza absoluta es que  los trastornos originados por la pandemia están comprometiendo el proceso de mundialización de estos últimos treinta años, que precisamente se basa en el papel que realiza China, la cual ha puesto a disposición de Occidente su mano de obra, mientras Occidente ha abierto de par en par su mercado a los bienes de consumo manufacturados en el país asiático18. Según los últimos análisis, China superará a EE.UU. y se convertirá en la primera potencia mundial en 2028, o sea cinco años antes de lo hasta ahora previsto. La aceleración se ha producido a raíz de la pandemia, pero sería forzar la lógogica19 fundar las acusaciones contra ese país en el principio post hoc ergo propter hoc. Si atribuimos todo lo sucedido en 2020 a los designios de la Divina Providencia no nos equivocaremos.

Conspiraciones verdaderas y falsas

Según otra hipótesis que se ha difundido sobre todo en internet, una oligarquía financiera occidental sería la causante de la pandemia y gestionaría su propagación con miras a someter a la humanidad a un gobierno mundial único. En ese caso, el coronavirus no se habría originado en laboratorios chinos sino occidentales. La tesis del ataque bacteriológico fue propuesta originalmente por el gobierno chino, que a través de su portavoz en el Ministerio de Relaciones Exteriores acusó a Estados Unidos de llevar a China el agente patógeno con ocasión de los Juegos Mundiales Militares celebrados en Wuhan entre el 18 y el 27 de octubre de 201920.

En Italia, el intelectual neomarxista Diego Fusaro, que ejerce una notable influencia en ambientes conservadores desde el 26 de febrero pasado acusando a Occidente en RadioRadio, afirma que la hipótesis que presenta mayor nivel de coherencia es la que revela de algún modo la larga mano de EE.UU. Para Fusaro, la ideología mundialista sería la superestructura ideológica de la estructura capitalista que se ha convertido en un mercado único mundial sin fronteras y que tiene por objetivo un nuevo modelo antropológico: el individuo sin identidad, producto de las estrategias de la manipulación.

Este proyecto totalitario y liberticida coincidiría para algunos católicos con el régimen del Anticristo. Estas hipótesis propagadas en la blogosfera seducen a muchos, pero se expresan en forma de narración y no de argumentación. Lo que las hace falaces no es la teoría conspiratoria que les es subyacente, sino la pretensión de fundar la teoría en argumentos de índole puramente circunstancial, por lo demás incoherentes. Que, por ejemplo, Bill Gates haya previsto la pandemia e invertido en vacunas demuestra su capacidad previsora y talento para los negocios, pero no demuestra que haya creado y difundido el virus. Por otra parte, atribuir la pandemia a oscuros intereses del supercapitalismo corresponde a afirmar la preponderancia de los intereses económicos en los acontecimientos mundiales, invirtiendo con ello el principio expuesto por el P. Garrigou-Lagrange según el cual lo inferior se explica por lo superior, y no al revés. Quienes sostienen esas tesis, utilizan el sofisma de recurrir a frases genéricas y perentorias que no convencen a los sabios pero impresionan a los incultos21.

El pensamiento contrarrevolucionario de los siglos XIX y XX siempre ha afirmado la existencia de una trama histórica anticristiana22. El simple dinamismo de las pasiones y los errores humanos no es suficiente para explicar el proceso revolucionario que asalta desde hace siglos a la Iglesia y la civilización cristiana generada por Ella: «Producir un proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de una inteligencia y un poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución habría llegado al estado en que se encuentra, es lo mismo que admitir que centenas de letras lanzadas por una ventana pudieran disponerse espontáneamente en el suelo, de manera que formasen una obra cualquiera, por ejemplo la Oda a Satanás de Carducci»23.

Ahora bien, identificar las fuerzas que impulsan la Revolución exige una documentación precisa, un estudio a fondo y, en últimas, un gran equilibrio.

Cuando esas teorías no están bien fundadas, surge la sospecha de que son difundidas por los propios agentes revolucionarios a fin de descalificar toda crítica de las fuerzas secretas que promueven la Revolución. La mejor manera de desacreditar la tesis de la conjura anticristiana es ni más ni menos imaginar conspiraciones fantasiosas que rozan lo absurdo. Es parecido a lo que pasa con las revelaciones privadas. La mejor manera para un demonio de negar los mensajes divinos auténticos es multiplicar las revelaciones falsas para desacreditar y ridiculizar las verdaderas.

Oportunidades

Otro discurso muy diferente, y totalmente razonable, consiste en afirmar que las fuerzas revolucionarias han aprovechado la pandemia como una oportunidad.

Este concepto de oportunidad evoca la teología de la historia, según la cual Dios es la causa de todo bien en el universo y, cuando permite el mal, lo hace para sacar de él un bien mayor. Dios siempre triunfa en la historia, y el Demonio siempre pierde. La estrategia diabólica, contraria a la divina, consiste en tratar de hacer siempre el mal y encaminar al mal todo bien que ha creado Dios en el universo. Hay, pues, una oportunidad divina por la cual no hay mal que por bien no venga, y una oportunidad diabólica que consiste en sacar males del bien.

Esto también se aplica al coronavirus, el cual la Revolución trata de utilizar como una oportunidad para crear una situación de incertidumbre. Y ésa es la tesis de fondo de dos exponentes de la cultura de izquierda contemporánea: el sociólogo esloveno Slavoj Žižeke y el filósofo francés Edgar Morin.

En su libro Pandemia. La covid-19 estremece al mundo, Žižek sostiene que para la revolución comunista, en este momento todo es posible en cualquier dirección, de la mejor a la peor24, en tanto que Morin afirma en su nuevo libro, Cambiemos de vía. Lecciones de la Pandemia25,  que la situación posterior al coronavirus lo mismo puede ser apocalíptica que esperanzadora. Para ambos, el virus era algo que ha surgido inesperadamente y que hay que aprovechar como una ocasión. Es lo que está haciendo la Revolución al relanzar, entre otras cosas, la teoría del Gran Reinicio: volver a empezar de cero para que nazca así un utópico mundo nuevo.

El economista alemán Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos, habló el pasado 3 de junio de la gran oportunidad de efectuar un Gran Reinicio de resultas de la pandemia. Pero el concepto de Gran Reinicio no nació con el coronavirus. Desde el año pasado estaba previsto en el Vaticano para el 14 de mayo de 2020 el Pacto Mundial sobre la Educación, que se basa en la idea de un gran reinicio ecológico y mundialista, aunque no llegó a realizarse, y se frustró precisamente a causa de la pandemia.

Sea cual sea el origen del virus, es cierto que las fuerzas de la Revolución están tratando de manipular la situación en su provecho. Es probable que en su seno existan líneas diversas, dado que el campo revolucionario está dividido. Eso sí, el fin último de la Revolución no es crear un nuevo orden mundial, sino el caos organizado. La Revolución tiene como meta desbaratar la obra de la Creación y la Redención para instaurar el reinado social del Demonio, un infierno sobre la Tierra que prefigura el de la eternidad, así como el Reinado Social de Cristo, la civilización cristiana, prefigura el reino del Paraíso celestial. En este sentido, la Revolución tiene su esencia en el desorden, mientras que la civilización cristiana es el orden por excelencia.

La palabra pandemia, que procede del griego πάνδημος (pándēmos, «que afecta a todo el pueblo») es  affine  a pandemónium («todos los demonios») , que procede del griego pan (todo) y daimónion (demonio). La palabra pandemónium fue acuñada por el poeta inglés John Milton en su obra El paraíso perdido27 para identificar el palacio edificado por Satanás en el Infierno. Pandemónium es sinónimo de caos, y el hilo conductor de la pandemia que estamos viviendo parece ser un caos diabólico.

Una ocasión perdida

Al Gran Reinicio propuesto por los revolucionarios correspondería oponer otro de sentido contrario, basado en la vuelta al orden en lugar de en la instauración del desorden. Desgraciadamente, los hombres que gobiernan la Iglesia no han aprovechado la oportunidad que habría podido suponer para ellos el coronavirus.

¿Qué tendrían que haber hecho las autoridades eclesiásticas, y qué deberían hacer todos los católicos ante una pandemia como la que nos asalta?

Ante todo, la Iglesia debería hablar de la muerte, el pecado, el juicio de Dios y, en última instancia, de la alternativa que nos plantea el mensaje de Fátima entre la conversión y el castigo, tanto individual como colectivo.

No es de extrañar que la sociedad contemporánea, incapaz de encontrar sentido a la vida, se suma en la angustia ante la enfermedad y la muerte. Lo que sí causa estupor es el silencio por parte de quienes dispondrían de todas las armas para combatir, no digamos la muerte, sino la angustia que la envuelve. Deberían recordar que tanto la muerte como todos los males del mundo tienen su origen en el pecado, que el pecado público es más grave que el individual y que Dios castiga los pecados sociales con azotes como las enfermedades, las guerras, el hambre y las catástrofes naturales.

En realidad no existe un pecado original de la sociedad, pero sí el pecado colectivo de los hombres que la componen. Dios castiga o premia a los hombres individualmente en el más allá, pero a las sociedades las castiga o premia en su horizonte terrenal, porque a diferencia de los hombres las sociedades no tienen vida eterna. Si el mundo no se arrepiente, y sobre todo si los hombres de la Iglesia callan, los castigos que un principio se aplicaron con suavidad están destinados a volverse cada vez más severos hasta llegar a la aniquilación de naciones enteras, como anunció la Virgen en Fátima.

Lo de Fátima no es un relato apocalíptico de origen humano, sino un anuncio divino reconocido por la Iglesia.

Los últimos tiempos

En los días inaugurales de 2021 el horizonte sigue envuelto en las brumas del misterio, pero la gravedad de la situación religiosa, política y social nos hace pensar que vivimos en los últimos tiempos, de los que han hablado San Luis María Grignion de Monfort y otros santos. No los últimos tiempos que precederán a la venida del Anticristo, sino los que serán preludio del triunfo del Corazón Inmaculado de María.

La profecía de Fátima nos asegura que no vivimos en la época del Anticristo, porque Rusia se convertirá y se le concederá al mundo un periodo de paz. No sabemos cuánto durará ese periodo de paz, pero tenemos la certeza de que la paz, que es la tranquilidad del orden natural cristiano, corresponde a nuestro futuro. San Pío X, que vivió la terrible crisis del modernismo, temía que la perversa mentalidad de su tiempo fuera «el prologo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensara que ya habita en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2,3)»30. Estas palabras las pronunció en su primera encíclica, E supremi apostolatus cathedra, del 4 de octubre de 1903, cuando todavía no se había aparecido la Virgen en Fátima. Pero nosotros no podemos desestimar la promesa de Fátima, que no nos habla del Anticristo y del fin del mundo, sino del triunfo de su Corazón Inmaculado y del renacimiento de la civilización cristiana.

Hay una diferencia sustancial entre la llegada del Anticristo y la del reinado del Corazón Inmaculado de María. El señorío del Anticristo será la suprema expresión del mal en la historia. Aquel día Satanás reinará en el mundo y el imperio del mal se extenderá hasta el punto de que no será posible esconderse para huir de la elección radical entre estar con Jesús y estar contra Él. Cristo mismo, en el apogeo de la persecución, derrotará al Anticristo y aparecerá triunfante en su Parusía (Apoc.6,11).

El triunfo del Corazón Inmaculado de María es, por el contrario, la consecuencia de un proceso histórico en cuyo fin serán destruidas varias naciones, pero Rusia y otros países se convertirán a la verdadera Fe católica, y esa conversión será verdaderamente espectacular, porque Rusia es un país que ha estado dominado por el comunismo y todavía vive bajo el engaño de la religión ortodoxa. La Virgen reveló a sor Lucía que la Primera y la Segunda Guerra Mundial formaban parte de ese proceso, el cual conocería nuevas convulsiones antes de llegar a su conclusión.

Hay además una diferencia entre los castigos del Infierno, que mostró la Virgen en la primera parte del mensaje de Fátima, y el castigo de las naciones del que hablan la segunda y tercera partes del mismo mensaje. El castigo de las almas en el momento de morir es inmediato y durará por la eternidad. Las naciones, en cambio, no tienen carácter eterno, y su castigo tiene lugar en la historia de resultas de una sucesión de acontecimientos que la Virgen señala con precisión: guerras, hambre, persecuciones contra la Iglesia y contra el Papa… Algunos de esos sucesos pueden obedecer a catástrofes naturales queridas por Dios y realizadas por los ángeles, que son los ejecutores de los planes de Él en la historia, pero otros son deseados por los hombres, que por su propia mano se acarrean la autodestrucción.

A medida que la Revolución se acerca a sus objetivos finales se destruye a sí misma. Es más, si es cierto que «cuanto más cerca se está de la causa más se sienten sus efectos»31, eso también se puede aplicar al caso contrario. Si la Revolución tiene su raíz en la voluntad de destrucción, el impulso inicial está destinado a agotarse a medida que la destrucción llega a sus últimas consecuencias, porque el mal –que es la privación del ser– no puede llegar a extinguir el ser del que procede su propia esencia.

El drama del mal radica en que no puede acabar con el último resto de bien que sobrevive. Su dinamismo está destinado a romperse contra lo que queda de sólido en la licuefacción que produce. La última etapa del proceso de autodisolución que hoy en día erosiona la roca sobre la que tiene sus cimientos la Iglesia está destinado por tanto a ver la muerte de la Revolución y el germinar de un principio vital contrapuesto: un itinerario de restauración de la Fe y de la moral, de la verdad y el orden social que le corresponde a ésta. Y ese principio es la Contrarrevolución católica.

El tiempo de las revueltas

La Revolución tiene un origen y una regla unitaria, pero cuando va llegando al final de su recorrido tiende a resquebrajarse desordenadamente. El fin es el caos, que también es el fin de la Revolución. Según el principio de la heterogénesis de los fines, toda revolución que se da en la historia termina por trastornarse teniendo un resultado diferente al deseado por sus artífices. Y también el proyecto de la República Universal y el Nuevo Orden Mundial se está transformando en el caos a nivel planetario que tenemos a la vista. Se extienden las protestas y desencuentros sociales mientras los actos de desobediencia a toda autoridad se multiplican en una perspectiva de desorden a escala mundial.

En la noche del 14 de julio de 1789 en rey Luis XVI de Francia tuvo noticia a través del duque La Rochefoucault-Liancourt de que había sido tomada la Bastilla. El monarca la preguntó: «¿Es una revuelta?» «No, Majestad – repuso el duque–; es una revolución», 32. La diferencia entre revuelta y revolución expresada en este diálogo no es, sin embargo, una antítesis. Toda revolución nace en realidad de una revuelta en las tendencias humanas. Pero la revuelta se transforma en revolución cuando está organizada y obedece a un programa y un itinerario. Ahora bien, cuando la revolución pierde su capacidad para planificar y para gobernarse se disgrega y retrocede por así decirlo diluyéndose en una diversidad de revueltas que no tienen en común sino la intensidad emocional de la destrucción.

Igor Safarevic ha documentado el espíritu de muerte y destrucción que impregna literalmente la mayor parte de las teorías y movimientos socialistas a lo largo de la historia y constituye la motivación interna. «La muerte de la humanidad no es sólo el resultado previsible del triunfo del socialismo, sino el fin de éste»33.

Actualmente es el tiempo de las revueltas34, porque la Revolución está en crisis. Los revoltosos son los ecologistas, los pacifistas, los antirracistas, los activistas LGTB, los Indignados, el movimiento Black Lives Matter y los activistas de internet, que en su incapacidad para sus proyectos han optado por la vía de la guerra permanente.

A comienzos del siglo XXI, el filósofo marxista Toni Negri, en su libro  Imperio35, convocaba a una guerra mundial permanente no sólo contra los estados nacionales, sino contra las multinacionales, la ONU, el Banco Mundial y el Club de Davos. Actualmente Diego Fusaro exhorta a la revuelta a los disidentes de izquierda y derecha. Los libros de Fusaro tienen títulos significativos, como Todavía Marx o Antonio Gramsci: la pasión de estar en el mundo.  No hay nada de equívoco en sus ideas. Su último libro, Pensare altrimenti. Filosofia del dissenso, que es una apología de la rebelión y el disentimiento revolucionario.

¿En qué consiste el disentimiento? Fusaro lo explica: «La revolución es la rebelión, la deserción y la protesta, la revuelta y el motín, el antagonismo y el desacuerdo, la insubordinación y la sedición, la huelga y la desobediencia, la resistencia y el sabotaje, la insurrección y la guerrilla, la agitación y el boycot; todo esto son figuras proteicas del disentimiento»36.

Fusaro exalta a los grandes rebeldes contra el orden constituido que han existido: Prometeo, Espartaco, Lutero, los anabaptistas, Jordano Bruno, y así hasta llegar a Marx, Lenin, Martin Luther King, el Che Guevara y el movimiento No Global37. La historia de la humanidad, afirma, empieza por «el disentimiento de Adán y Eva ante el mandato divino que les impide comer del árbol de la ciencia: seréis como dioses». «Aquel disentimiento original pagado a tan alto precio permite al hombre ser  verdaderamente hombre, alzarse con autonomía y libertad para labrar su propia fortuna, y superior a las demás criaturas en tanto que él solo está en situación de determinarse libremente con su propia acción responsable»38.

Según Fusaro, Adán y Eva, al igual que Prometeo «no dejan de enseñarnos la importancia del disentimiento, y después también, de un modo relacionado, que es preferible una condición de sufrimiento y suplicio (…) a una servidumbre sin esfuerzo y fatiga»39.

Son palabras terribles. Fusaro evita recordar que el primer gran rebelde, el incitador de la rebelión de Adán y Eva, el padre de todo disentimiento contra el orden constituido, fue Lucifer. Lucifer escogió y sigue escogiendo sufrir eternamente antes que depender de su Creador. Es preferible el sufrimiento y la muerte a la obediencia: tal es el mensaje de Fusaro, uno de los más conocidos exponentes de la teoría de la conspiración tecnocapitalista contra la cual incita a rebelarse en nombre de la filosofía de la praxis.

La luz de Fátima en la oscuridad de la noche

Vivimos en la época del caos, pero tenemos una certeza: nada de lo que sucede es casual o fortuito; todo depende de la Divina Providencia. Los designios de Dios son inexcrutables, pero se cumplen sin falta. Dios, por medio de causas segundas, regula el encadenamiento de causas y efectos en nuestra vida y en la historia.

Ignoramos si el covid-19 es de origen natural o artificial. Lo que es cierto es que como todas las desgracias que se abaten sobre la humanidad es un castigo, y la Virgen anunció en Fátima castigos para una humanidad impenitente.

Negar que el coronavirus sea un castigo por los pecados de los hombres sería, además de rechazar el mensaje de Fátima, una profesión de ateísmo práctico y, en últimas, una blasfemia.

Dejemos que sea el mundo el que blasfeme, como blasfemó Voltaire ante el Terremoto de Lisboa de 175540. Dirijamos la mirada a la Cova de Iria, donde en 1917 la Virgen confió a tres pastorcitos un mensaje de tragedia y esperanza para la humanidad.

A la filosofía de la rebelión, la filosofía del disentimiento, la filosofía de la Revolución, cuyo primer inspirador es el Demonio, opongamos una filosofía de la obediencia a la ley de Dios que es vulnerada y ofendida en todo el mundo.

Y en nombre de esa obediencia suprema estamos dispuestos a dejar de obedecer a los hombres, incluidos los de la Iglesia, si hay graves circunstancias que nos lo imponen. Pero si eso sucede, lo haremos con dolor, con respeto, renovando nuestro espíritu de obediencia a Dios y a su ley, y renovando nuestro amor a la Iglesia y al prójimo: a todo hermano cuya voluntad deseamos hacer según el orden de prioridades en cuanto a dependencias y jerarquías que gobierna el universo.

Amemos el orden y combatamos el desorden. Nuestra lucha contra el desorden se llama Contrarrevolución, que es el movimiento que restablece el orden. El orden que aspiramos a restablecer en sus cimientos es la civilización cristiana, imagen y reflejo terrenal del Paraíso. En Fátima, la Virgen llamó triunfo de su Inmaculado Corazón a la victoria de la Contrarrevolución. Ésa es nuestra meta para 2021, como lo ha sido toda nuestra vida. Con vistas a acelerar dicho triunfo, instamos a todos los hombres de buena voluntad en este año en que se celebra el 450º aniversario de la victoria de Lepanto, que es también el año que el papa Francisco ha dedicado a San José, protector de la Iglesia y de la Contrarrevolución.

El mensaje de Fátima es la luz que nos guía en esta época de coronavirus.

Luz de Fátima, luz sin sombras, luz inmaculada, luz de la aurora que llega: te rogamos que ilumines nuestros pasos en la oscuridad de la noche.

1CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, El Mensaje de Fátima, Ciudad del Vaticano 2000.

RÉGINALD GARRIGOU-LAGRANGE O.P., Il senso del mistero e il chiaroscuro intellettuale, tr. it. Fede e Cultura, Verona 2019.

3 ARISTÓTELES, Del alma, III, 3, 429, a 3.

4https://www.lemonde.fr/politique/article/2020/03/17/nous-sommes-en-guerre-face-au-coronavirus-emmanuel-macron-sonne-la-mobilisation-generale_6033338_823448.html

FABIO ADERNÒ, La libertà religiosa nella legislazione d’emergenza, in Covid-19 vs. Democrazia. Aspetti giuridici ed economici nella prima fase dell’emergenza sanitaria, ediciónde Michele Borgato y Daniele Trabucco, Edizioni

Scientifiche Italiane, Napoli 2020, pp. 77-102.

6 Cfr. JOSEPH TRITTO, Cina Covid-19. La chimera che ha cambiato il mondo, Cantagalli, Siena 2020, pp. 207-218. El boicot a un fármaco como la hidroxicloroquina debe encuadrarse en el contexto de una disputa entre Gilead Sciences, fabricante del Remdesivir, y Sanofi, fabricante del Plaquenil (cloroquina).

7 ALDO GIANNULI, Coronavirus: globalizzazione e servizi segreti. Come la pandemia ha cambiato e cambierà l’ordine mondiale, Ponte alle Grazie, Florencia 2020, pp. 198-205.

8 ARISTOTELE, Refutaciones sofísticas. Introducción, traducción y comentarios de Paolo Fait, Laterza, Roma-Bari 2007.

9 DAVID QUAMMEN, Spillover. L’evoluzione delle pandemie, tr. it. Adelphi, Milán 2014.

10 https://www.tgcom24.mediaset.it/2020/video/paolo-liguori-questo-virus-nasce-in-un-laboratorio_13934963.shtml

11 STEVEN MOSHER, Don’t buy China’s story: The coronavirus may have leaked from a lab, in New York Post, 22

febbraio 2020.

12 https://www.lemonde.fr/les-decodeurs/article/2020/04/17/le-coronavirus-fabrique-a-partir-du-virus-du-sida-la-these-tres-contestee-du-pr-luc-montagnier_6036972_4355770.html

13 Enormous Evidence Coronavirus Came from Chinese Lab, in The Guardian, 30 mauo de 2020. NON ERA IN ABC?

14  JOSEPH TRITTO, Cina Covid-19. La chimera che ha cambiato il mondo, cit.

15 https://zenodo.org/record/4028830#.X2YSU2czbUr

16 SHARAD S. CHAUHAN, Covid 19 Or Opportunistic Bioterrorism?: A Virus from China Set to Change World History!, Unistar Books Pvt. Limited, 2020.

Unistar Books Pvt. Limited, 2020.

17 PIO XI, Encíclica Divini Redemptoris del 19 de marzo de 1937, en Acta Apostolicae Sedis, 29 (1937), p. 96 (pp. 65-106.)

18 SALVATORE SANTANGELO, Geopandemia. Decifrare e rappresentare il caos, Castelvecchi, Roma 2020, pp. 17-18.

19 Este es el resultado de los análisis realizados por el Centre for Economics and Business Research (Cebr) en su informe anual publicado el pasado 26 de diciembre.

20 GERMANA LEONI, Guerra biologica, en NexusNewTimes, nº 145 (octubre-noviembre de 2020), p. 28.

21 PADRE ENRICO ZOFFOLI, Principi di filosofia, Edizioni Fonti Vive, Roma 1988, p. 554.

22 Cfr. ad esempio MONS. HENRI DELASSUS, La conjuration antichrétienne: le temple maçonnique voulant s’élever sur les ruines de l’Eglise catholique, París 1910, 3 vols., con una carta a modo de prólogo del cardenal Rafael Merry del Val.

23 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y contrarrevolución, Lima 2005, pgs. 39-40.

24 Slavoj Žižek, Pandemia. La Covid-19 estremece al mundo, Anagrama, Barcelona 2020.

25 EDGAR MORIN, Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia, Paidós, Barcelona 2020.

35 TONI NEGRI, Imperio, con Michael Hardt, Paidós, Buenos Aires 2002.

26 https://www.weforum.org/great-reset/

27 JOHN MILTON, Paradise Lost, I, 753-756.

28 https://fatimatragedyhope.info/it/2020/12/23/abbiamo-bisogno-di-un-great-reset-ma-non-di-quello-che-pensate/

29 Cfr. ROBERTO DE MATTEI, Plinio Correa de Oliveira, Apostolo di Fatima, Profeta del Regno di Maria, Edizioni Fiducia, Roma 2017, pgs. 281-364.

30 http://www.vatican.va/content/pius-x/it/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_04101903_e-supremi.html

31 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, III, q. 27, a. 5.

32 FRANÇOIS BLUCHE cita la anécdota en su Dictionnaire des citations et des mots historiques, Éditions du Rocher, París 1997.

33 IGOR SAFAREVIC, Il socialismo come fenomeno storico mondiale, La Casa di Matriona, Milán 1980, p. 365.

34 DONATELLA DI CESARE, Il tempo della rivolta, Bollati Boringhieri, Turín 2020, pp. 10 e ss.

35 TONI NEGRI, Imperio, con Michael Hardt, con Michael Hardt, Paidós, Buenos Aires 2002..

36 DIEGO FUSARO, Pensare altrimenti. Filosofia del dissenso, Einaudi, Turín 2017, p. 3.

37 Ibid., pp. 3-4.

38 Ibid., p. 13.

39 Ibid., p. 14.

40 Poème sur le désastre de Lisbonne, en Œuvres complètes di VOLTAIRE, Garnier, París 1877, tomo 9, pgs. 470-479.

Con información de Correspondencia Romana

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