Recientemente ha tenido lugar el Congreso Internacional Dofemco en torno a La ideología de la identidad de género en las aulas. El evento se ha desarrollado con el propósito de «alertar a la comunidad educativa y a la sociedad» del «pensamiento único» al que la ideología de género está sometiendo a niños y alumnos desde la infancia.
Sin esconder su inspiración feminista, la doctora en estudios literarios y profesora de enseñanza secundaria, Ana Hidalgo, ha llamado a la comunidad educativa con «opiniones basadas en la verdad» a hacer frente a una ideología -la trans– que, lejos de buscar el fin de la discriminación solo aspira a «enfermar a la infancia y justificar las leyes de autodeterminación».
Lo demuestra en estas 10 claves en base a la legislación y protocolos escolares:
1º Una coartada billonaria para enfermar a la infancia
Hidalgo comenzó su ponencia señalando al «entramado corporativo neoliberal» formado por empresas como Open Society o Pride Foundation que lidera la promoción y difusión del transgenerismo.
Esta industria, afirma, «ha pasado de valer 8.000 millones de euros anuales a 3 billones en 5 años enfermando a nuestras criaturas». Y lo ha logrado «inventando un problema, la infancia trans, y una solución, medicándola de por vida y empujándola a innumerables operaciones». Esto, añade la profesora, solo «constituye una coartada para hacer propaganda» y sirve exclusivamente a la justificación de las leyes de autodeterminación».
2º Familias aterradas por la administración escolar
Hidalgo recurre a los principales protocolos educativos vigentes en toda España que obligan a los profesores a «identificar al alumnado trans, afirmarlo y acompañarlo en su proceso». La negativa de un docente a seguir estos pasos es considerada transfóbica y por tanto, un delito de odio.
Siguiendo la obligatoriedad de «identificar», cita una guía de la asociación trans Chrysallis vigente en aulas y talleres. El documento indica que un profesor, ante el caso de una niña «que no quiere llevar falda o se pinta bigotes», debe informar al colegio, «tranquilizar a Daniel, que nunca fue Berta» y avisar a sus padres de la activación del protocolo. Esta práctica, atestigua la ponente, está aterrorizando a las familias y de hecho es considerado delito en el Reino Unido.
3º Los profesores, obligados a negar la realidad
Después de identificar e informar, los protocolos imponen a los docentes la obligación de «afirmar la identidad» deseada por el alumno, lo que a efectos prácticos supone «dar por sentado que es así y negar la realidad«, pese a que «casi el 90% de la disforia de género desaparece tras la adolescencia».
La docente explica que la nueva propuesta de ley, «el borrador trans«, «va todavía más allá» y solo dará la posibilidad de afirmar la nueva identidad. No hacerlo será considerado delito de odio. Y si cuando se lo decimos a las familias, estas dicen que no, tendríamos que abrir un protocolo de abuso infantil«, comenta.
4º Modificar la sociedad «para que el niño se sienta bien»
La segunda de las «obligaciones» impuestas a los docentes es la de «acompañar en el proceso de cambio a los alumnos que lo deseen. Esto, afirma Hidalgo, implica «formar parte del pensamiento mágico» de los alumnos y «modificar el entorno: el ciudadano no tiene que modificarse para estar en sociedad, sino que es la sociedad la que tiene que modificarse para que la persona se sienta bien«.
Para ello, la escuela implementa un proceso en el que es obligada «la formación a toda la comunidad educativa», lo que Hidalgo cuestiona por ser exclusivo sobre otros aspectos relevantes en la enseñanza y para la que los docentes no reciben formación «en ninguna ocasión».
Además de esta formación, los centros están obligados a incluir la ideología de género en el currículum de todas las asignaturas, evitar las actividades segregadas por sexo, fomentar la transición del alumnado trans y evitar los espacios segregados.
5º Materias escolares contrarias a la ciencia
La ponente alerta también de contenidos alejados de la realidad y contrarios a la ciencias. Así, los protocolos autonómicos afirman que «la identidad del niño está en el cerebro» -lo que ha sido desmontado por la ciencia desde los años 50– y que «tendríamos que enseñar que el sexo es algo asignado».
Algunos de los ejemplos que lo muestran son el uso del falómetro, que permite afirmar si el bebé es niño o niña al nacer según el tamaño del pene. Otro de los casos actuales que menciona es la aparición de nuevos términos como «el aparato reproductor gestante u ovogénico». Esto, añade, implica que «no podemos hablar del aparato reproductor femenino porque causa disforia en niñas que se autoconciben como niños».
Este y otros ejemplos citados suponen «la normalización» de la transexualidad -«cuando sabemos que afecta a menos del 1% de la población«- a través de ilustraciones de hombres desnudos bailando en guías infantiles.
6º Hacia un currículum de género total
Lejos de delimitarse este contenido a una única asignatura, la legislación y propuestas de asociaciones trans presentes en multitud de colegios afectan a todas las asignaturas del currículo escolar.
Así, en Matemáticas «nos dicen que se incluya en estadísticas el número de intersexuales (0,8% de la población) y en Lengua se deben «validar los pronombres sentidos cuando escriben o el lenguaje no binario o hablar con la `e´. En Ciencias Sociales hay que hablar del tercer género en otras culturas y cuando se enseña Biología nos dicen que el cuerpo de una mujer puede tener aparato reproductor gestante o inseminante».
Además de haber un plan académico para asignaturas concretas, «todas las asignaturas deben recuperar personas trans invisibilizadas», como ocurre en protocolos y guías de la ESO que «afirman que Juana de Arco era un hombre trans o que Virginia Woolf era queer y pansexual».
En su ponencia, la doctora en estudios literarios y profesora Ana Hidalgo remarca la oposición entre los datos contrastados por la ciencia y las propuestas de la ideología trans en las escuelas.
7º Prohibido recordar la realidad
Otra de los objetivos de la actual legislación trans en las escuelas es el de «evitar actividades y tareas segregadas por sexo». Para Hidalgo, llevar esto a cabo «impide totalmente la coeducación» ya que hay actividades y talleres que deben ser segregados como los relativos a «la prevención de la violencia de género o educación sexual», entre otros.
En estos últimos, «nos dicen que no hablemos de la regla porque a los chicos que se autoperciben chicas les hace sentir incómodos y a las chicas que se perciben chicos les crea brotes de disforia porque les recuerda cuál es su sexo«.
8º Los colegios, ¿futuros cómplices de violaciones?
Tras mencionar numerosos casos de violaciones ocurridas en baños y vestuarios escolares por alumnos transgénero, Hidalgo cuestiona la normativa de «fomentar la transición del alumnado permitiendo usar [estos espacios] a quienes quieran. La seguridad de las niñas en baños es incompatible con los servicios mixtos«, añade.
9º Adoctrinamiento disfrazado
Para Hidalgo, «la LGTBIfobia es el falso pretexto para introducir el transgenerismo en las escuelas», un objetivo que a su juicio está muy alejado del rechazo a la discriminación.
Lo ilustra con numerosos protocolos autonómicos: «El de Madrid se titula Protocolo de prevención y detección ante la discriminación y delitos de odio del colectivo de menores transexuales, pero cuando lo abres no hablan de discriminación, solo están blanqueando estas infancias [trans]«. Y este es solo un caso representativo del resto de los protocolos y guías nacionales que según Hidalgo suplantan la coeducación y la igualdad y la sustituyen por transgenerismo.
10º El objetivo, eliminar al que enseñe la verdad
Esta ideología está presente en todos los ámbitos educativos y formativos, lo que la ponente contrasta con los programas de grados, masters del profesorado, oposiciones o cursos de formación permanente, con programas que afectan a alumnos de todas las etapas escolares, infantil incluido.
Para la ponente, «la censura del profesorado crítico» es una amenaza evidente de esta ideología con multitud de víctimas. Las represalias, explica, oscilan desde «la cancelación y hostigamiento por parte del alumnado o el silenciamiento, acoso y mobbing por el claustro» hasta «sanciones administrativas ejemplarizantes por nuestras opiniones basadas en la realidad».
(Esta censura y voluntad radical de acallar es la cultura de la cancelación, más recientemente llamada cultura woke).
Hidalgo constata que «hay una mayoría silenciosa que tiene miedo a las represalias porque es en sus centros de trabajo donde ocurre todo esto», y llama a las familias a tomar medidas: «Hagámoslo. Cada vez somos más los que estamos criticándolo abiertamente: podemos tener éxito y frenar la entrada del transactivismo«.
En ReL estuvimos en una charla de ideología de género para padres de un colegio del sur de Madrid, junto con el sacerdote y periodista Julián Lozano; esto es lo que vimos.