Yo soy el pan de la vida… el que coma de este pan vivirá para siempre

- X I X º Domingo del Tiempo Ordinario -

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

+ Del santo Evangelio según san Juan:  6, 41 – 51

         En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, y decían: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?.

         Jesús les respondió: No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ése sí ha visto al Padre.

         Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.

Palabra del Señor.        R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, y decían: ‘¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo? : Los judíos creían conocer el origen de Jesús; afirmaban conocer a Jesús en base a sus meros criterios humanos, pero desconocían el misterio de Cristo; desconocían la concepción milagrosa de Jesús en el seno purísimo de la Virgen Santísima por obra del Espíritu Santo, tal y como lo atestiguarán después los santos evangelistas (cf. Mt 1,18; Lc 1,35). Tratándose del origen del Hijo de Dios no bastan los meros criterios humanos, pues entra de lleno el misterio de Dios, el cual para los seres humanos es insondable, sólo por la benevolencia de Dios podemos conocer lo que no alcanza a saber nuestro limitado conocimiento. Antes de prejuzgar insensatamente que conocemos el misterio, hay que humildemente estar a la escucha para esperar la respuesta del que todo lo sabe sobre un misterio que escapa a nuestro conocimiento. Los judíos bien entendían lo que Jesús les decía, pero no llegaban a aceptarlo en la fe: “¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?.
  2. Jesús les respondió: No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios’”: Jesús responde con la absoluta verdad, y directamente les dice: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado, es decir,la persona del Hijo de Dios es tan inalcanzable que sólo por revelación misma de Dios este misterio puede ser alcanzado; sólo la gracia del Padre nos puede alcanzar ese conocimiento que da vida eterna. El Padre nos ha querido dar a conocer a su santísimo Hijo, esto nadie lo puede merecer por sí mismo, es un don de la benevolencia y misericordia de Dios. Dependerá de cada uno el recibirlo o el rechazar dicho don de gracia. Si se recibe por la fe se llega a ser hijos de Dios y a tener la salvación (cf. Jn 1,12); si se rechaza nos condenamos pues rechazamos al que es nuestra salvación, rechazamos a Cristo (cf. Jn 3,18). El que es atraído por la gracia del Padre, “a ése yo lo resucitaré el último día, dice Jesús.
  3. “Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ése sí ha visto al Padre”: “…aquel que escucha al Padre…” es el que abre su corazón a la gracia divina y acepta en la fe a Cristo. Si hemos creído en Jesús es porque el Padre nos ha atraído a la persona de Cristo en la fe; sólo el Hijo ha visto al Padre, pues Él procede de Dios; así lo proclamamos en nuestra profesión de fe: “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor…nacido del Padre antes de todos los siglos…”.
  4. Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida: La raíz de la salvación y la vida eterna dentro de nosotros es la fe en Cristo, el Hijo de Dios. El maná que comían los judíos en el desierto no era el verdadero pan del Cielo, pues no daba la vida eterna: “Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Cristo es el verdadero pan del Cielo en cuanto que procede del Padre que está en el Cielo y da la vida eterna. La persona de Cristo es el pan de vida eterna, y lo recibimos en la fe, cuando creemos en Él; el acto de fe nos da acceso a Cristo, pan de vida eterna; creyendo en Él, nos acercamos a la celebración de la Santa Misa, donde recibimos la Sagrada Comunión, en la que recibimos la persona de nuestro Señor Jesucristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, tal y como está en el Cielo (cf. definición de fe del Concilio de Trento sobre la Eucaristía); al decir Amén estamos diciendo creo en la presencia real y salvadora de Cristo en el santísimo Sacramento: recibir a Cristo en la tierra es un don especialísimo, sólo comparable con la comunión eterna de amor con Cristo en el Cielo.
  5. Que la Virgen Santísima nos obtenga la gracia de creer en Cristo, aceptar su perdón arrepentidos de nuestros pecados, y recibir toda su persona salvadora en la santísima Comunión eucarística, verdadero Pan del Cielo.
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