Vida consagrada en México, retos y desafíos

Editorial ACN Nº148

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Con la festividad de la Candelaria, hay otro evento que la Iglesia celebra, pero no es tan conocido para el pueblo de Dios: La XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada con el lema “Peregrinos y Sembradores de Esperanza”.

Instituida por san Juan Pablo II en 1997, cada dos de febrero, la Iglesia pone sus ojos en los consagrados, hombres y mujeres, que han decidido seguir a Cristo con la práctica de los consejos evangélicos y vivir una consagración plena de su existencia bajo un particular carisma.

Aunque las mujeres consagradas nos son familiares, particularmente por los esfuerzos que ellas realizan para sobrevivir llevando a las comunidades parroquiales los productos elaborados por ellas, sus esfuerzos también están en las obras contemplativas, educativas, catequéticas, misioneras, de pastoral y evangelización, en México, poco conocemos igualmente de sus condiciones.

Las cifras varían sobre el número de religiosas y de comunidades a lo largo y ancho del país. Algunos datos proporcionados de empleos y servicios apuntan a que el número de monjas y predicadores en México es poco más de cinco mil personas; sin embargo, las cifras no podrían reflejar la realidad de muchas comunidades que viven en clausura. Datos de los anuarios pontificios, hasta 2020, informan que las religiosas podrían llegar a poco menos de 30 mil en diversas comunidades, congregaciones u órdenes desplegadas en este país.

Esta dispersión de datos ha impulsado un particular esfuerzo que está despegando con buen éxito para conocer el pulso preciso de la vida consagrada femenina en México. Diversas organizaciones, como el Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado de la Universidad de Georgetown, la Fundación para Hermanas Conrad N. Hilton,  Proyecto “Cruces” de los Misioneros del Espíritu Santo, Desarrollo y Salud Integral de las Religiosas en México y la Conferencia de Superiores Religiosos Mayores de México, efectúan un mapping de la vida religiosa que busca no sólo tener la precisión de datos, también el cuidado integral de religiosas.

Al 2 de febrero, se tienen registradas a más de 5700 religiosas. Con datos de 45 comunidades, entre institutos y monasterios, en 14 estados, se observa que la distribución de edades de las religiosas aumenta después de los 56 años siendo de elevada longevidad que, en contraste, no es proporcional con el número de vocaciones jóvenes.

Los datos de las comunidades encuestadas también indican las enfermedades de las religiosas y sus prevalencias en comunidades de más de cien integrantes o pequeños institutos. A 2023, las religiosas padecen con mayor frecuencia afecciones que impiden su movilidad (fracturas), cardiovasculares,  gastrointestinales, diabetes y de las vías respiratorias; entre los cánceres, el más frecuente es el de mama.

Los esfuerzos antes descritos comienzan a descubrir este gran ejército que está movilizado en todos los rincones del país. Como bien afirmó el Papa Francisco en esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2025, la vida religiosa “es renovación constante de un don descubriendo el sentido de la propia existencia en el gran plan de Dios”; efectivamente, con sus retos y desafíos, la oración y apostolado de las religiosas han mantenido la vitalidad de la Iglesia en México y su voz se levanta para afirmar su existencia que no puede permanecer más en las sombras.

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