(Laura Daniele/ABC) La Sábana Santa sigue siendo un misterio para la ciencia. San Juan Pablo II se refirió a ella en 1998 «como un reto para la inteligencia». Precisamente durante su pontificado se facilitó el acceso al lienzo para su estudio. El más relevante fue el del equipo Sturp, compuesto por 33 científicos estadounidenses de las más diversas especialidades y creencias que examinaron y fotografiaron el lienzo durante más de 96 horas. Su estudio concluyó en que la imagen reflejada en la Síndone es la de «un hombre real, que murió crucificado» y «no producto de un artista». Sin embargo, admitieron que sigue siendo «un misterio» cómo se produjo aquella imagen.
Según relata Laura Daniele en el diario ABC, el lienzo de más de cuatro metros de largo en el que, según la tradición, se habría impreso el cuerpo de Jesús crucificado, ha sido objeto de todo tipo de análisis forenses, hematológicos, textiles, químicos, biológicos e iconográficos. Sin embargo, nunca hasta ahora se había analizado «desde el punto de vista de un cirujano plástico».
Esa ha sido la peculiar tarea que ha emprendido el catedrático de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora de la Clínica Universidad de Navarra, Bernardo Hontanilla. Su estudio –que acaba de publicarse en la revista «Sciencia et Fides» («Ciencia y Fe»), una publicación conjunta de la Universidad Nicolás Copérnico de Torun (Polonia) y la Universidad de Navarra– concluye que la Sábana Santa de Turín «muestra a la vez signos de muerte como de vida de una persona que dejó su imagen impresa en un momento en el que estaba viva». Para este anatomista español, «es razonable pensar que si la Síndone (del griego, lienzo) cubrió el cuerpo de Jesús a Él le interesaría no solo mostrarnos los signos de muerte sino también de resurrección en el mismo objeto».
Reconstrucción en 3D de la imagen
Para llegar a este sorprendente resultado, este catedrático especializado en cirugía de la parálisis facial analizó varios detalles de la postura del cuerpo impreso en la Sábana Santa siguiendo la reconstrucción en 3D del artista andaluz José Manuel Miñarro López. Según explica Hontanilla, todos los estudios realizados hasta ahora sobre la Síndone se refieren a un cadáver. «Se trata de estudios de medicina forense que describen que la postura fijada en la Síndone es típica de una rigidez post mortem, pero en realidad se trata del gesto habitual de una persona cuando está intentando levantarse partiendo de la posición decúbito supino», asevera. Hontanilla llega a esta conclusión después de cuestionar la rigidez postmortem en «una persona sometida a un gran traumatismo, deshidratada y con las reservas de glucógeno agotadas en el cuerpo», como es el caso de un hombre que muere en la cruz.
Además, el médico realizó varias pruebas con sujetos varones de entre 30 y 40 años, con fenotipo atlético y de entre 1,70 y 1,80 metros de altura a los que les solicitó que se levantaran del suelo partiendo de la posición decúbito supino. Según explica el facultativo, todas estas personas «mostraron un desplazamiento de las manos a los genitales al flexionar el tronco, una elevación y semiflexión de la cabeza y un apoyo de una planta del pie con menos flexión de la pierna contralateral y cierto grado de rotación interna como la figura observada en la Síndone».
Para apoyarse en su argumento de que la persona envuelta en la Sábana Santa estaba viva en el momento de la impresión de la imagen, Hontanilla también se detiene en los surcos nasogenianos y nasolabiales del rostro que se aprecian en la imagen. «La presencia de ambas marcas en la cara impresa en la Síndone se asemeja más a la de una persona viva, ya que en un cadáver reciente la musculatura facial se relaja y desaparecen los surcos», sostiene en su estudio. «La muerte tiene como consecuencia una parálisis facial bilateral y pueden desaparecer estos surcos. Sin embargo, esa persona que está impresa en la Síndone tiene los surcos nasogenianos marcados y no solo los dos surcos sino que, en el lado derecho, tiene otra marca que indica actividad muscular que se corresponde con un golpe que le dieron en la cara y que está provocando ese surco más superior», explica Hontanilla. «Si estuviera muerto –añade– podría haber una mayor inflamación de toda la mejilla, pero sin la demarcación de surcos por la falta de actividad muscular».
Décimas de segundo
Estos y otros signos que define en su artículo, le llevan a sostener que «la imagen dinámica que queda impresa en la Sábana podría haberse producido «en cualquier momento entre las 18 y 30 horas siguientes a la muerte, pero estando vivo». Además Hontanilla señala que la posición del cadáver que ha quedado impreso en la Síndone «no se debe a que el cuerpo está intentado recuperar la postura que tenía en la cruz porque, de ser así, los brazos entonces deberían haberse desplazado hacia afuera, recordando la posición de crucificado, en lugar de ir hacia los genitales». «La posición del cuerpo –añade– muestra ese primer e incipiente gesto de levantamiento que pudo ocurrir en décimas o segundos para después desvanecerse y atravesar el lienzo», asevera.
Consciente de la polémica que puede generar su estudio, el catedrático defiende que «en el momento en que se imprime esa imagen, la persona está viva». «Lo afirmo y defiendo científicamente donde sea necesario. Si todos estos signos que aparecen en la Síndone los unimos a todo lo que está escrito en los Evangelios, entonces coincide el cien por cien no solo en la muerte, sino también en la resurrección. Tanto los signos estáticos de muerte como dinámicos de vida están juntos en el mismo objeto. Si la imagen de la Síndone es la de Jesucristo entonces es una prueba para los cristianos de su muerte y resurrección», sostiene.
El presidente de la Centro Español de Sindología (CES), Jorge Manuel Rodríguez Almenar, prefiere ser prudente. «En la Sábana Santa no se puede hablar de resurrección, pero sí se puede hablar de desaparición del cadáver. Si la imagen impresa en la Sábana Santa es una huella de la transformación de un cuerpo físico a metafísico o glorioso no es una cosa que la ciencia pueda probar. Esto supone dar un salto que va más allá de la ciencia porque la resurrección es un concepto que no es físico», señala este abogado que ha dedicado buena parte de su vida a investigar el impacto de la Síndone en la Historia del Arte.
Pese a que la Sábana Santa ha sido siempre objeto de debate entre los que creen en su autenticidad y quienes dudan, el presidente del CES recuerda que hasta el momento se ha probado que la imagen reflejada en la Síndone es el de un hombre real, que murió flagelado y crucificado y no producto de un artista. Sin embargo, admite que los principales estudios consideran que sigue siendo «un misterio» cómo se produjo la imagen sobre la Sábana Santa.
Hontanilla también considera que la imagen sobre la Sábana Santa «no puede ser una obra artística». «Es muy difícil de explicar cómo en el siglo XIV, y en realidad en cualquier otro siglo, alguien pudo diseñar material y formalmente la imagen de un sujeto muerto y a la vez vivo. Casi diríamos que la producción de esa imagen en ese objeto es absolutamente admirable, por no decir milagrosa, que se sale fuera de toda lógica humana», asegura el médico.
Un reto para la ciencia
La Sábana Santa sigue siendo un misterio para la ciencia. San Juan Pablo II se refirió a ella en 1998 «como un reto para la inteligencia». Precisamente durante su pontificado se facilitó el acceso al lienzo para su estudio. El más relevante fue el del equipo Sturp, compuesto por 33 científicos estadounidenses de las más diversas especialidades y creencias que examinaron y fotografiaron el lienzo durante más de 96 horas. Su estudio concluyó en que la imagen reflejada en la Síndone es la de «un hombre real, que murió crucificado» y «no producto de un artista». Sin embargo, admitieron que sigue siendo «un misterio» cómo se produjo aquella imagen.
En 1988, la diócesis de Turín autorizó la extracción de una muestra para la prueba de carbono-14 . La datación estableció que la tela había sido confeccionada en la Edad Media. El resultado fue «muy discutido», al argumentarse que la muestra estaba contaminada por el humo adherido al manto durante un incendio en la Edad Media.
Desde entonces ya no se ha vuelto a facilitar la tela para su estudio. El escritor Juan Eslava, autor de «El fraude de la Sábana Santa y las reliquias de Cristo», asegura que «si la Iglesia estuviera interesada en conocer su autenticidad «daría su permiso para crear una comisión científica internacional» para estudiar el lienzo. «Pero nunca lo hará porque no se van a comprometer en algo que puede perjudicarles», asegura este profesor licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Granada.