El evangelio que escucharemos este domingo (Mc 8, 27-35) se encuentra a la mitad de la obra de San Marcos. Es un texto clave porque con él se cierra la primera parte del Evangelio. A estas alturas del texto, Jesús ha predicado con autoridad, ha realizado milagros extraordinarios, se ha manifestado ante distintas personas, pero su identidad permanece todavía en el misterio. ¿Quién es Jesús y qué piensa la gente de él?. ¿Qué idea se han formado sus discípulos sobre su persona?
Ante estos cuestionamientos, aparece el protagonismo de Pedro. El apóstol Pedro confiesa que Jesús es el mesías. Su confesión permanecerá como la profesión de fe de la Iglesia primitiva y de todos los tiempos.
JESÚS ES EL MESÍAS: quiere decir que él es el ungido, el enviado del Padre, el mesías prometido, el salvador. Una vez lograda esta profesión Jesús anuncia su pasión y con ello empieza a explicar cómo vivirá su mesianismo.
JESÚS DEBE CUMPLIR LA VOLUNTAD DE SU PADRE y por ello será necesario recorrer el camino de la cruz y experimentar la muerte para llegar a la gloria de la resurrección. Esto no se comprende tan fácilmente y de ahí la tentación de querer recorrer otro camino. Por ello será necesario que Jesús hable de las condiciones que debe observar todo el que desea ser discípulo suyo, a saber renuncia de sí mismo, tomar la cruz de cada día y seguir a Jesús. Estas tres condiciones son fundamentales para todo cristiano.
LA VIDA CRISTIANA SE FUNDA EN LA EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON JESÚS nuestro salvador. De este encuentro brota la conversión y el discipulado. Uno no se convierte conociendo una doctrina o al comprender unas ideas, sino cuando experimenta la mirada misericordiosa de Dios. Este es el proceso que vivieron los discípulos, ellos se encontraron con Jesús. De ahí el cuestionamiento que Jesús hace a sus seguidores: y ustedes ¿quién dicen que soy yo? La respuesta a esta pregunta compromete a todo el que la responde.
LA VIDA CRISTIANA SE VIVE COMO UN PROCESO; cada día con la ayuda de la gracia de Dios, uno debe renovar su adhesión a Cristo. No basta haber vivido la experiencia de encuentro, se necesita mantenerse en el camino del discipulado y progresar poco a poco en el seguimiento a Cristo. Ya que una tentación muy grande es apartarse de la voluntad de Dios, es decir eliminar todo aquello que trae consigo la cruz de Cristo; existe la tentación de hacer a un lado la obediencia y la docilidad a la espiritualidad de la cruz. Se desea la gloria de la resurrección pero no siempre se está dispuesto a recorrer el camino de la cruz.