El Domingo de Pascua de Resurrección es la fiesta más importante para todos los cristianos católicos, Cristo resucitó y así nos abrió las puertas del cielo, “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”. Con su muerte nos libra del pecado y con su resurrección nos da posibilidad de una vida nueva, siempre que estemos dispuestos a recibirla, acogerla y a vivirla. De ese modo también nosotros podremos resucitar a una vida nueva.
Con la resurrección de Jesús queda resuelto el tema de la salvación de los hombres, objeto primero de la fe y base de nuestra esperanza. Jesús resucitó “como primicia de los que duermen”. Él es en persona la resurrección y la vida, esto funda nuestra certeza por participar ya desde ahora en la vida nueva que Cristo nos ofrece.
Cristo resucitado es principio y fuente de nuestra resurrección futura; está en nuestra fe y en nuestra esperanza que se vive en el hoy y en el ahora en el amor, “amor a Dios y a los demás”. Al resucitar, el cuerpo de Cristo posee, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso; su humanidad no puede ser ya retenida en la tierra, es sobremanera libre de aparecerse por doquier, es participación de la vida divina en el estado de su gloria.
En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento extraordinario de la resurrección, sin embargo, es un suceso histórico demostrable por los hechos y recuerdos de los apóstoles, es un misterio de la fe de aquellos que creen, como tantos hombres y mujeres que dan testimonio de que la resurrección es un hecho.
Cristo resucitado vive en el corazón de los que creen, se dice, en un ámbito coloquial, que los hechos valen más que mil palabras. Algunos somos testigos de ello, espero que tú lo seas también. Existen frases como las siguientes: “resucitó el Señor, se ha dejado ver, se le ha aparecido a alguien”. Sin embargo, como hombres letrados de ciencia, estas palabras no dicen mucho. Nadie reconocerá al resucitado, aunque lo tengamos enfrente si él no se manifiesta. Es necesaria una iniciativa de Jesús que te llame por tu nombre o te explique las escrituras y parta para ti el pan.
Reconocer a Jesús resucitado exige de la fe, como una respuesta a su iniciativa, el reconocimiento que se le da, es decir, que es necesario darme cuenta de que Él me ha estado llamando y muchas veces se ha presentado delante de mí, pero que yo no he sido capaz de verlo, ni mucho menos de reconocerle. Ahora bien, atender a su llamada y reconocerle lleva consigo implícitamente una misión. Se pudiera pensar que la resurrección es algo personal y sí lo es, pero implica ser testigo de la resurrección de Cristo, pues “afecta a toda la vida”. Lograr un estilo de vida que abarque todas las áreas de mi existencia es el resultado de ser testigo del resucitado, porque Él me ha levantado de donde pudo encontrarme, porque él mismo me dice “¡tú que duermes, levántate!, despierta que quiero iluminarte, ¡sal de ahí! Sacúdete la mazmorra porque yo no te he llamado para que estuvieras preso, enfrascado en tus pensamientos, ¡sal de aquí, vámonos! tengo preparada para ti una vida nueva”. ¡Felices Pascuas!