Menos clericalismo y más atención a la feligresía

Juan Manuel Reyes Brambila
Juan Manuel Reyes Brambila

Desde el inicio, el Papa Francisco hizo mucho énfasis al dirigirse al clero universal de la necesidad que tiene la Iglesia católica de atender, estar más cerca de la feligresía, inclusive en las periferias de las grandes ciudades normalmente desatendidas por los planes de evangelización de los obispados, al carecer algunas zonas de un templo o mínimo una capilla en donde puedan concentrarse los fieles laicos para cumplir con el precepto de la misa y hacer oraciones, inclusive rezar el santo rosario.

Es muy común, dijo el Papa, que el presbiterio dedique más tiempo a labores administrativas y descuiden el tiempo que rigurosamente deben dedicar a la evangelización de la feligresía, a los ya bautizados y a los que todavía no lo están.

Es común escuchar algunos sacerdotes en sus mensajes sobre católicos que, una vez hecha la primera comunión y, por supuesto, haber asistido al catecismo para la preparación correspondiente, ya no vuelven a estudiar nada o muy poco, tal vez se confiesan para contraer matrimonio y poder comulgar.

Pero también es común que en el presbiterio, una vez ordenados, en pocas ocasiones continúan en el estudio para adentrarse, aún más, sobre las necesidades reales de la feligresía a quienes tratarán de atender al ser designados a una parroquia en particular.

Aquí existe un divorcio entre la feligresía y el presbiterio, al no atender ambos las obligaciones que rige el catecismo de la Iglesia católica.

Los verdaderos líderes del catolicismo son los sacerdotes quienes deben estar en el frente de batalla. Para ello deben prepararse una vez ordenados y asignados a determinada parroquia, ya sea como párrocos o auxiliares, y sentir en carne propia las necesidades y problemática que vive día a día el feligrés, pero no podrá darse cuenta de ello si, al llegar a su destino, dedica su profesión sin vocación, sin ganas de atender, conversar, convertir a los fieles laicos que pertenezcan o no a su parroquia. Todos los días, dice el Papa Francisco, el sacerdote debe predicar el evangelio, no sólo desde el púlpito, también visitando casa por casa a los fieles.

Decía el cardenal Sandoval, o más bien se preguntaba ‘¿Qué hacen los sacerdotes de lunes a viernes?’ Abren el templo y se van a sus aposentos o algo harán; sin embargo, deben de visitar a parroquianos en sus casas, hacer una programación de actividades relacionadas a la atención de los fieles que tanta ayuda necesitan de un padre espiritual para resolver la problemática de la vida diaria, claro sin ser psicólogos ni nada por el estilo, pero sí pastores que atienden a sus ovejas.

La labor de un sacerdote es muy difícil si se realiza en plenitud de ver por su rebaño. Quien no tiene el tiempo necesario para la atención, serán uno o dos sacerdotes asignados a determinada parroquia con miles de feligreses, sería muy difícil ir casa por casa, a lo que deberán implementar un programa de actividades por edades. 

Es común que el sacerdote, desde el púlpito de la misa dominical, invite a los niños a asistir al catecismo los sábados y pidan a los padres que los lleven o los manden al templo, pero más bueno sería también que invitaran a los padres de familia a participar en alguna reunión dirigida a ellos, papás y luego a mamás por separado, con temas que les servirán de mucho, ya que es muy difícil que reciban instrucción religiosa y de alguna otra materia en los colegios o escuelas de sus hijos.

La tarea del sacerdote es muy agotadora si se aplica como debe ser. Ya me imagino estar confesando, luego bautizar, después oficiar una misa de difunto con los familiares muy acongojados, tristes o visitar y ayudar a bien morir algún enfermo en el lecho de su casa.

En resumen, el sacerdote está para atender a su feligresía en el templo o en sus casas. Son muchos los que inician sus estudios sacerdotales, pero pocos, muy pocos, llegarán a ordenarse por el grado de dificultad y restricciones de los que son objeto; no obstante, escogieron esa profesión y deben realizarla con mucha vocación, sacrificio y colaborar eficientemente al buen desarrollo del catolicismo, sobre todo hoy día, que existen tantos y tantos distractores entre la niñez, la juventud y no se diga entre los padres de familia necesitados de tanta orientación sobre la vida misma.

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