Mediados del siglo XXI: el Papa Juan Pablo II se dispone a visitar, durante su programado viaje a Tierra Santa, el monasterio activo más antiguo de la Cristiandad, en la península del Sinaí, donde, hace unos meses, un misil cargado del inhumano odio de la cada vez más poderosa Yihad ha dejado al descubierto, providencial y misteriosamente, un inédito manuscrito, firmado en Éfeso por el apóstol Juan, con una larga conversación en la que la Madre del Señor, que a él le fue confiada en el Gólgota, desvela la figura de san José, callada y silenciada. “Nunca un misil cargado de odio, dice el Santo Padre, ha dejado al descubierto tanto amor…”.
Éste es el meollo de la sugestiva trama de estas ciento veinticinco páginas, en las que Miguel Ángel Velasco une delicadeza, intriga e imaginación para presentar, cuando la Iglesia universal celebra la fiesta de su Patrono, san José, el perfil escondido del santo “más de andar por casa que ha existido”, como dice el autor.
Monasterio de Santa Catalina en el Sinaí: ¿y si aparecieran unas cuevas bajo él con un manuscrito sobre San José y la vida cotidiana, oculta, de la Sagrada Familia? Esa es la trama de ‘El manuscrito de Éfeso’
-¿Qué es, Miguel Ángel, y qué ha querido transmitir en este “Manuscrito de Éfeso”?
-Me gusta mucho, muchísimo, ese verbo que acabas de utilizar “transmitir”, porque, en resumidas cuentas y esencialmente, de eso se trata justamente: de transmitir lo que he recibido.
» El último párrafo del libro expresa mi deseo de contarles a mis nietos, Chico y Mario, cómo mi madre nos enseñó, a mí y a mis hermanos, cuando éramos niños, a amar a Jesús, José y María. Supongo y espero que los abuelos y padres cristianos de hoy sigan haciéndolo, porque eso no se olvida jamás, pase lo que pase luego, a lo largo de los avatares de la vida.
» El año pasado, en la presentación de mi libro anterior, El manuscrito de Antioquía, los presentadores del libro, Alex Rosal y Paco Serrano, como buenos periodistas, olfatearon y echaron de menos, en aquel retablo novelado del evangelio de Lucas que yo había escrito, algo más sobre san José. Era verdad, es verdad. Es tan poco lo que los Evangelios cuentan de él, y tan poco lo que hoy se habla de él…
» Fue algo así como un reto periodístico que me lanzaron, y era tan sumamente atractivo y retador el empeño, que yo entré al trapo inmediatamente. A ellos dos va dedicado este mi “San José”.
» Ahora, en la maquetación de estas páginas, he preguntado a Julio Llorente, responsable de esa tarea, qué le parecía el libro, y su respuesta ha sido para mi tan fantásticamente insuperable que te la reproduzco textualmente: “Lo que más me ha gustado de este libro es que proyecta luz sobre la figura de san José, pero respeta el misterio en el que, deliberadamente, la envuelven los evangelistas. Estas páginas no agotan el misterio, sino que lo ponen frente al lector”. No se puede interpretar mejor lo que yo he buscado. Sí, exactamente eso. Por algo, sin duda alguna, Dios ha querido que quede envuelta en misterio, en silencio, en discreción la fascinante figura de san José.
-¿A quién va dirigido especialmente este libro, usted cree que la gente de la calle actualmente lo va a entender y apreciar?
-Estoy seguro que a los lectores de mi generación les va a saber a poco; ellos también son la “gente de la calle actualmente”; y el libro ofrece su mensaje a todos los demás, niños, jóvenes, mayores, hombres y mujeres; de manera especial, a los que están a punto de rendirse y de tirar la toalla, y a los millones de “sanjosés”, o “casi” que madrugan, sudan y se las ven y se las desean para llegar a fin de mes con dignidad, y aún son capaces de sonreír a sus hijos, cuando, agotados, van a darles un beso, en la cama, antes de dormir.
» Tengo la convicción, la plena certeza, de que, por ejemplo, la pandemia que todos sufrimos nos ha dado, nos está dando, la medida exacta de nuestras capacidades y limitaciones, la exacta dimensión de la condición humana; basta un bichejo maligno para trastornar nuestras supuestas seguridades, nuestra estúpida prepotencia, nuestro déficit de sentido común.
» Mi buen amigo Rafael Palmero, obispo emérito que acaba de fallecer, decía, y dejó escrito, que “José pertenece a los hombres que llevan el peso de la Iglesia y del mundo con un silencio fecundo y activo, con gestos callados que giran limpiamente en torno a Jesús, más allá de todo protagonismo suplantador del Señor”. Sí, sí: nuestro mundo, tan absurdo, tan absorbente, tan atontado, tan digitalizado, transistorizado, anestesiado, necesita, con la más inmediata e inaplazable urgencia, ese silencio fecundo y activo con el que curarse de virus mucho más letales que el maligno Covid.
» Conscientes, bien conscientes de lo que nos dejó dicho el Señor “Sin Mí no podéis hacer nada, Yo estoy con vosotros siempre, hasta la consumación de los siglos”, urge reaccionar, reaccionar cuanto antes, y resulta sorprendente e incomprensible comprobar, día tras día, cómo los que antes y más tendrían que reaccionar, no reaccionan. San José no falla, “nunca me ha fallado”, decía la Doctora de la Iglesia santa Teresa de Jesús.
-Hay, en la segunda parte del libro, después del manuscrito de Éfeso, propiamente dicho, una especie de antología de textos sobre san José…
-Sí; efectivamente, no son todos los que cabría esperar los que han dicho, rezado, escrito, pintado a y sobre san José. Llama la atención no ya que ningún Papa de la historia de la Iglesia haya querido llamarse José, sino que hasta muy recientemente los Papas no hayan escrito sobre él.
» Estos días me ha sorprendido muy gratamente que el Papa Francisco, que hace poco tuvo la genial idea de promulgar, en la Iglesia universal, el Año de san José, haya querido visitar, en su viaje a Irak, la catedral caldea de Bagdad que, felizmente, está dedicada a san José. Hay que irse a Oriente para encontrar algo parecido. Por eso he querido traer a las páginas de este libro unos pocos, escogidos testimonios de escritores que han dejado huellas de su amor y devoción a san José.
» Por su completísima síntesis teológica y doctrinal, magistral y magisterial a un tiempo, me ha parecido indispensable que los lectores puedan agradecer unos, releer y recordar otros, y los más conocer y poder leer, íntegramente, la Exhortación apostólica “Redemptoris custos” (“Custodio del Redentor”), del Sumo Pontífice Juan Pablo II (hoy ya, gracias a Dios, san Juan Pablo II), sobre la figura y la misión de san José en la vida de Cristo y de la Iglesia. Empieza definiéndole “depositario del misterio del Señor” y acaba pidiendo su intercesión poderosísima como Patrono de la Iglesia “ de nuestro tiempo” precisamente. Quien durante treinta años obedeció a José en aquel taller de carpintería, no puede negarle nada.
-Personalmente, Miguel Ángel, ¿qué es, para usted, lo más llamativo de san José?
-Que san José no fue lo que una cierta, bien intencionada pero equivocada, imaginería ha querido transmitir de él y sobre él. José, el artesano de Nazaret, fue todo menos un melifluo. Y que a nadie, nunca jamás, más que a él, confió Dios sus dos tesoros más queridos: su Hijo y la Madre de su Hijo: Jesús y María. ¿Por qué sería…?
Gil Morales / ReL.