Sin miedo al sufrimiento y la muerte

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El pasado 12 de septiembre se dio inicio en Francia al proceso de beatificación de una niña extraordinaria, que murió de un agresivo cáncer en los huesos en el 2010, con apenas ocho años de edad, dando un impresionante testimonio de valor y fe; el nombre de esta pequeña es Anne Gabrielle Caron.

Anne Gabrielle fue la mayor de tres hermanos. Desde que aprendió a hablar llamaba la atención por la sensibilidad que tenía por el sufrimiento de los demás. Con apenas dos años le gustaba consolar a Cristo crucificado. A los seis años empezó a sentir un fuerte dolor en una pierna. A los siete le diagnosticaron cáncer con metástasis. En el transcurso de todo su tratamiento la pequeña puso a Jesús en el centro de sus padecimientos. Su fe y discernimiento no parecían propios de su edad.

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El duro tratamiento que recibió recién cumplidos los siete años le hizo preguntarse por qué Dios la había elegido para esa prueba. Un sacerdote le hizo entender que no había respuesta para esta pregunta pero que sí podía dar sentido a su sufrimiento ofreciéndolo a Jesús por distintas intenciones, respondió la pequeña: “estoy dispuesta a aceptarlo”. Ella misma afirmaba que ofrecía todo aquel sufrimiento por los niños del hospital y por los médicos. Decía: “Aunque no me gusta estar enferma tengo suerte porque puedo ayudar al buen Dios a llevarle a la gente de nuevo a Él. Quiero ayudar a los que sufren”.

Cinco meses antes morir confesó una cosa a su madre que la dejó completamente estupefacta. “Le he pedido a Dios que me dé todos los sufrimientos de los niños del hospital”. Y Dios se los dio porque en ocasiones confesaba: “y estoy sufriendo tanto”.

Pero en esta lucha no todo fue una aceptación sin oscuridad sino que el dolor provocado por este cáncer le hizo a la pequeña cuestionarse todo. “Necesito que alguien me diga que Dios es realmente bueno”, llegó a afirmar o “cuando veo que tan pocas personas creen en Dios, me pregunto si realmente existe”. Pero rápidamente volvía a abrazarse a su querido Jesús.


 

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Pero si algo marcó la parte final de la vida de la pequeña Anne Gabrielle fue su enorme deseo por la Eucaristía. Decía a su madre: “quiero recibir a Jesús. Te das cuenta que Él va a entrar en mi corazón, no puedo esperar”. Una vez que su salud empeoró, en las últimas semanas vivió su propia Pasión hasta que tras 30 horas de agonía fallecía el 23 de julio de 2010.

El ejemplo de profunda fe y valor ante el sufrimiento y la muerte de la pequeña Anne Gabrielle, debe ser un faro para los creyentes en medio de la oscuridad de la pandemia que causa tanto sufrimiento y muerte. Todo tiene sentido si no dejamos de ver a Jesús en la cruz, nos abrazamos a su sufrimiento y lo ofrecemos con amor y abandono total a su misericordia.

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