No se necesita mucha materia gris para darnos cuenta en que estructuras ideológicas estamos viviendo en occidente. Estas estructuras son la del humanismo liberal, que ha disuelto la posibilidad de realizar preguntas realmente filosóficas, para concentrar a sus habitantes en actividades meramente eficientes, es decir, aquellas que produzcan bienes materiales y financieros. El mundo liberal es agresivo para con la filosofía y con toda postura que trate de elevar el espíritu humano hacía la verdad, por ende, también es agresivo para con el cristianismo. La razón es simple: evitar que el hombre burgués, que es el modelo antropológico del mundo liberal, tenga conflicto con la forma de vida que le ofrece el mundo liberal y no vislumbre otras posibilidades de existencia. Con la práctica de la virtud del hombre burgués se lograr la preservación de la vida entre los hombres. La supervivencia y la preservación de la vida están como valores más altos en estas estructuras burguesas.
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Pero resulta que el liberalismo, a pesar de que trata de destruir a las religiones abrahámicas, no deja de crear religiones de sustitución dentro de sí, o sería mejor denominarlas supersticiones. ¿Qué supersticiones han surgido en esta estructura? Entre ellas vemos al cientificismo. El mundo liberal, aunque no lo quiera aceptar, ha construido supersticiones de masas que han penetrado en lo más profundo de los espíritus humanos, y la que más ha penetrado es la del cientificismo. Nuestra época tiene un serio fetiche por la ciencia, y esa idolatría por la ciencia no es más que un intento de sustituir la civilización cristiana por un mundo donde la ciencia pueda dominar y crear un hombre nuevo a imagen de sí misma.
Y vemos su poder, cada vez más omnisciente, en como los laboratorios son los que determinan quién tiene valor como ser humano y quién no. Así, un embrión humano puede ser descartado como persona, así como alguien que se encuentra en estado vegetal, porque no cumplen los requisitos que el laboratorio exige para ser catalogado como humano. Ahora con esta plaga del COVID-19 ha creado una lucha apocalíptica entre las fuerzas del Bien y del Mal. Hay un espectro, nos dicen, y ese ente diminuto ha contaminado todos los cuerpos, por lo cual estos nuevos redentores tienen que salvar. Ya no se necesita a Cristo, nos dicen, ahora los nuevos redentores son la Ciencia y los laboratorios.