¿Qué le damos a Dios?

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXIX Domingo del tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Seguimos en la explanada del templo, el Evangelio nos presenta una de tantas controversias que tuvo Jesús con los dirigentes religiosos. Esta controversia es en torno al impuesto que se debía pagar al César. Quienes toman la iniciativa son los fariseos y los acompañan algunos del partido de Herodes (herodianos); por un lado, los defensores de la fe judía, por el otro, los defensores del gobierno de Roma, ambos eran partidarios de pagar el tributo. Si Jesús responde negativamente, lo podrán acusar de rebelión contra Roma; si acepta pagar el tributo, estará dándole la espalda al pueblo judío oprimido y a sus tradiciones religiosas. Los jefes comprendieron que las tres parábolas que Jesús había narrado, se referían a ellos. Ahora contraatacan con tres preguntas, que intentan tenderle una trampa, para tener de qué acusarlo. De manera astuta, aquel grupo se acerca a Jesús y la conversación da inicio con una alabanza a la persona de Jesús, con palabras lisonjeras, palabras cargadas de hipocresía le dicen: Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios…, palabras halagadoras, pero detrás de la carnada está el anzuelo, viene la trampa, es la primer pregunta: “Dinos, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?”. Jesús detecta de inmediato la malicia, la hipocresía, la mala voluntad con la que se mueven y responde de manera sabia: “Enséñenme la moneda del tributo”. Le presentan un denario. Y con aquel denario, sagaz e inteligentemente, les regresa la pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?”, y al responder: Del César, aquellos amantes de la controversia quedaron sin palabras; en lugar de tomarlo por sorpresa y poder acusarlo, cayeron en su misma trampa. De allí que Jesús hace un añadido a dicha controversia: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Estas palabras no constituyen una evasiva, como algunos piensan.

La moneda lleva la imagen del emperador, entonces al emperador hay que devolverle la moneda. Pero el ser humano, como recuerda el libro del Génesis desde la creación, tiene la marca indeleble de Dios, entonces toda nuestra vida le pertenece a Él, porque somos imagen de Dios. Por eso, sí debe dar la moneda al César, pero nunca debe ser sometida la persona a ningún emperador. Para todos es sabido que hemos de pagar impuestos, aunque siempre será injusto pagar impuestos al César, al gobierno, cuando

César no impide que se paguen otros impuestos a quienes ilícitamente los piden mediante el cobro de piso. Y por cualquier causa, si no pagas el impuesto al Estado recibirás multas, sanciones, pero si no pagas el cobro de piso, tu vida y la de los tuyos, corren peligro. Así he visto en mi diócesis emigrar tantas familias, en busca de una vida mejor, golpeadas por esas injusticias, a ojos vistos, y sintiendo la impotencia de no poder hacer nada, sin que los defienda aquel a quien compete su defensa.

En este mundo marcado por el materialismo, por la ambición, en estos tiempos que estamos llenos de preocupaciones y ocupaciones, donde el tiempo no nos alcanza, debemos preguntarnos: ¿Qué le damos a Dios? Somos cuerpo y alma, por tanto, así como nos preocupamos de darle comida al cuerpo, de vestirlo, para que nuestro cuerpo esté bien, así deberíamos preocuparnos de alimentar el alma y se alimenta con oración, meditación, escuchando la Palabra de Dios y llevándola a la práctica.

Hermanos, pensemos: ¿En una semana, cuántas horas le dedicamos al trabajo? ¿Cuántas horas descansamos? ¿Cuántas horas empleamos para comer, dormir, descansar, para revisar el celular? Y también: ¿Cuántas horas dedicamos a hacer oración, asistir a la santa Misa, leer la Palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a Dios en nuestra semana?. Todas esas acciones que deberíamos de hacer con gozo, muestran nuestra fe en el Señor, de que somos suyos, de su propiedad, nos debemos a Él; pero esa fe en Él, no sólo no nos hace evadir nuestras responsabilidades cívicas, sino todo lo contrari0, nos hace responsables de la historia. No olvidemos, hay un sólo Señor y es Dios, y desde luego que saber esto, representa una crítica radical a todo poder humano que aspire a volverse absoluto e idolátrico y que pretenda capturar el corazón de los hombres y posesionarse de su fe, de su amor, de su esperanza; si sucediera así, la fe se convertiría en adoctrinamiento, la caridad en fanatismo esclavizante, la esperanza en ideología. También por esto, afirma Jesús, es necesario dar al César, sólo lo que le corresponde al César, y a Dios, lo que es de Dios. Si César pretende señoriar sobre nosotros, la fe nos hace reconocer que de Otro es el verdadero señorío sobre nuestra vida y es muy bello descubrir que si el César imprime su imagen sobre una moneda, Dios ha impreso la suya en nuestra persona. La moneda pertenece, como hemos dicho, al César, nuestra vida pertenece a Dios. El César busca el poder, Dios busca la relación de Padre a hijo, somos suyos, demos gracias a Dios, somos de Él y vivamos para Él sirviendo en libertad y por amor a nuestros hermanos.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan