Permanecer unidos a Jesús para dar fruto

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el V Domingo de Pascua

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Sabemos que Jesús utilizó imágenes para que su enseñanza fuera más clara; hace ocho días nos decía en el Evangelio: Yo soy el Buen Pastor, ahora en este quinto domingo de pascua escuchamos: “Yo soy la verdadera vid…, Cristo se presenta como la verdadera vid y los discípulos somos sarmientos. La vid, es una imagen muy entendible para el pueblo judío, una imagen utilizada desde el antiguo Testamento para hacer referencia al pueblo de Israel. En este Evangelio se pone el acento en la necesidad de permanecer unidos para dar fruto. A través de esta alegoría, Jesús quiere remarcar la necesidad de permanecer unidos a Él; la adhesión a su persona es para tener vida y dar fruto; dirá John Henry Newman: ‘Una adhesión de mente y voluntad a la persona y al mensaje de Jesús’. Dar fruto no podemos hacerlo por nuestra cuenta, es Jesús el que nos da la savia. El verbo clave es “permanecer”, que hace alusión a mantenerse en un mismo lugar, en un mismo estado. El sarmiento debe estar adherido completamente a la vid para dar fruto.

Jesús también nos habla de la suerte del sarmiento y propone dos posibilidades:

  1. La primera es negativa: Si el sarmiento se desprende y se seca, no produce fruto, por ello es cortado y arrojado fuera. Cuando nos apartamos de Jesús, nos volvemos estériles, sarmientos inútiles que no producen fruto, sólo sirven para ser quemados.
  2. La segunda es positiva: Si el sarmiento está vivo, deberá ser podado. La poda no es un acto hostil hacia el sarmiento; el viñador espera todavía de él muchos frutos, sabe que puede darlos, de allí la necesidad de podarlo. Como sarmientos, no podemos realizar la poda por nosotros mismos; la poda es dolorosa y viene de manos extrañas, produce sufrimiento, pero es allí donde se fragua el fruto.

Jesús en el contexto de la última cena y conociendo la cobardía y la fragilidad de sus Apóstoles, les revela su deseo más profundo: “Permanezcan en mí y yo en ustedes”. Si no se mantienen vitalmente unidos a Él, no podrán subsistir; si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a Él, su vida será estéril. Jesús desea que nunca olviden que separados de Él no podrán hacer nada. No sólo les pide que permanezcan en Él, les dice también que “sus palabras permanezcan en ellos”, que no las olviden, que vivan de su Evangelio.

Podemos decir con claridad que es una permanencia y una necesidad recíproca:

1º- Permanencia: Es decir, se está unido a Jesús y Jesús habita en sus discípulos.

2º- Necesidad: El sarmiento necesita de la savia para dar fruto, pero la vid necesita del sarmiento para dar sus frutos. Por eso afirmamos, que los sarmientos sin la vid no pueden hacer nada porque la savia no circula, necesitan la savia para

crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no están unidos al árbol, al tronco, sino que están en los sarmientos. “Sin mí no pueden hacer nada”. Estamos ante una expresión radical, denuncia y fracaso de todo esfuerzo humano desenganchado de la oración, de la adoración, de la interioridad, de la acogida de la Palabra. No se concede nada a quien se separa del TODO, sin Jesús nada. Si nos soltamos de Él nuestros frutos serán irrisorios. Es imposible permanecer como testigos de su amor, si no nos dejamos entrenar, aconsejar y movilizar por Él.

Es una necesidad recíproca, es una permanencia recíproca para dar fruto. Necesitamos a Jesús y Él ha querido necesitarnos para seguir haciendo el bien en el mundo. No nos apropiemos nada, el Señor Jesús sigue haciendo el bien a través de nosotros.

Vivimos tiempos donde debemos mostrar que estamos unidos a Cristo, sólo Él puede darnos esa savia que produce vida. Esa unidad a Cristo y esa savia que es capaz de producir frutos, se debe notar en todos nosotros que nos decimos cristianos. El estar unidos a Cristo, debe conducirnos a mostrar la unidad entre todos nosotros.

Hermanos Agentes de Pastoral, creyentes todos en el Resucitado, no basta decir que tenemos a Jesús en el centro de nuestras vidas, es necesario mostrarlo con nuestros actos, esos son los frutos que desea Jesús; permitamos que la savia del Señor se muestre en nuestras acciones. Con nuestro testimonio, con nuestros frutos, estamos permitiendo que Jesús de continuidad a su proyecto del Reino. Es tiempo que nos cuestionemos como comunidad de creyentes: ¿Estamos unidos a Jesús?

¿Cómo muestro esa unidad? ¿Cómo soy signo de que la savia de Jesús se expresa en mis actos?

En la Eucaristía Jesús nos une cada vez más a Él, puesto que nos llama a participar en el misterio de su Pascua y nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él”. Así será posible que nuestra vida esté radicada en la Persona y en el proyecto de Jesús.

Preguntémonos: ¿Cómo es nuestra permanencia en Dios y en la Iglesia? ¿Estamos ensamblados con todas las consecuencias? Muchas de nuestras caídas o tropiezos vienen dadas por huracanes laicistas que intentan convencernos de que, el hombre sin Dios, es más libre y con más capacidad para ser feliz. Luego, los hechos nos demuestran lo contrario; los dictados de una sociedad sin Dios nos llevan a vivir una vida sin sentido, a una falta de horizontes, a una angustia vital.

Preguntémonos: ¿Estamos unidos a Cristo? Que se note en nuestras obras (buenas y abundantes en el amor fraterno) y que se note en nuestras palabras (escasas pero verdaderas y certeras). ¿Qué frutos estoy dando? ¿Qué cosas, aunque duelan, necesitan ser podadas y experimentar un cambio?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan