¿Por qué las sociedades deben glorificar a Dios?

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No debemos olvidar que el hombre es un » animal social « como dice Aristóteles en la Política , es decir, el hombre está naturalmente inclinado a vivir en sociedad.

El propio Aristóteles decía que sólo un dios o una bestia pueden vivir solos, el hombre no.

o sólo las almas individuales, las sociedades también deben glorificar a Dios .

Las sociedades existen porque sirven para la santificación personal.

Ahora bien, todo lo que existe correctamente, y por tanto también las sociedades, debe glorificar a Dios obviamente según su estatus ontológico. La glorificación que se requiere de la sociedad civil debe ser tanto sustancial como formal .

¿Qué significa glorificación sustancial ? 

Que la sociedad debe ser justa, es decir, debe aspirar al pleno respeto al bien común. Bien común entendido según la concepción natural y cristiana.

¿Qué significa glorificación formal ? 

Esa sumisión de la sociedad a Dios debe demostrarse públicamente. Al regresar de su viaje a Oriente, San Francisco de Asís escribió una carta dirigida a los gobernantes del pueblo: 

Vosotros estáis obligados a atribuir al Señor tanto honor entre el pueblo que os ha sido confiado, que cada tarde se anuncie, mediante heraldo o alguna otra señal, que todo el pueblo dé alabanza y gracias al Señor Dios Todopoderoso. Y si no lo hacéis, sabed que tendréis que darle razones a Dios (…). el día del juicio. (Fuentes Franciscanas, n.213). 

San Pío decía que la  opinión que se basa en el principio de que el Estado no debe reconocer ningún culto religioso, es absolutamente insultante para Dios, ya que el Creador del hombre es también el fundador de las sociedades humanas y las preserva en su vida tanto a ellas como a nosotros de ser individuos aislados.

Por eso le debemos no sólo culto privado, sino también culto social y honores públicos.

Además, esta tesis de aislar a Dios del orden social, es una negación obvia del orden sobrenatural. De hecho, limita la acción del Estado a la única búsqueda de la prosperidad pública en esta vida, es decir, a la causa próxima de las sociedades políticas; y no tiene nada que ver, como ocurre con las cosas extrañas, con su causa más profunda, que es la bienaventuranza eterna, preparada para el hombre al final de esta vida muy corta. Y por tanto, estando el orden actual de cosas subordinado a la conquista de ese bien supremo y absoluto, el poder civil no sólo no debe obstaculizar esta conquista, sino que debe ayudarnos a lograrla.

CORRADO GNERRE.

ITRESENTIERI.

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