Permanezcan en mi amor

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el VI Domingo de Pascua

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Hace ocho días, con la alegoría de la “vid”, el Evangelio nos recordaba la necesidad de permanecer unidos a Cristo como sarmientos a la vid para dar fruto. En este sexto domingo de pascua, Jesús habla de manera directa a sus seguidores y el tema transversal es el “amor”. Jesús se está despidiendo, ahora los tiene que dejar, conoce su egoísmo, no saben quererse, los ha sorprendido discutiendo entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué va a ser de ellos?. Les dice: “Como el Padre me ama, así los amo Yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor”.

Nos encontramos con un indicativo que hace alusión a la fuente suprema: El amor del Padre para el Hijo y el amor del Hijo para los discípulos. De Dios se deriva la capacidad misma de amar que existe en el corazón humano. El amor viene de Dios. Se añade una pequeña explicación para indicar que es un amor práctico: “Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor”. Nos queda claro que el cristianismo más que cuestión de doctrinas y aprendizajes, es cuestión de amor, es cuestión de vivir los mandatos de Jesús. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su sentir o su felicidad, sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes se ama. La medida de ese amor, es amar sin medida. La omnipotencia del Dios de la vida consiste en que es capaz de amarnos incondicionalmente sin rastro de dependencias ni de pedir sometimientos. Nos ama para soltarnos en libertad. Nosotros amamos, pero siempre hay un rastro de dependencia y de contraprestación, el amor de Dios es tan potente que sólo genera libertad. Y nos pide que nos amemos como Él nos ha amado. Él nos ha amado compasiva, libre y gratuitamente. Jesús nos pide que dejemos que nuestras entrañas se conmuevan ante la alegría y ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas. Nos pide que nos adentremos por caminos de libertad, de desatar las criaturas que nos rodean, que no caigamos en la trampa de creer que la vinculación de las criaturas hacia nuestra persona es fuente de libertad para ellas. Que no caigamos en la trampa de la doble intención, que actuemos con limpieza de corazón.

Para permanecer en ese amor que Jesús nos ofrece, no bastan las palabras o las buenas intenciones, nos encontramos con acciones prácticas que debemos cumplir. Jesús nos dice que, para permanecer en su amor debemos cumplir sus mandamientos y Jesús nos dejó varios mandamientos, como por ejemplo: “No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan”; “Perdonar hasta setenta veces siete”; “Si alguien te pide la túnica, dale también el manto”, etc. Permanecer en el amor de Jesús, es algo práctico, es vivencial, es cotidiano, es multiplicar las actitudes que Jesús tuvo, es tener las preocupaciones y ocupaciones que a Jesús le ocuparon. Con facilidad y analizando nuestras actitudes podemos darnos cuenta si permanecemos en el amor que Jesús nos ha dejado.

Hablar del amor de Dios para con la humanidad no es tan fácil; y menos en un tiempo donde la humanidad está siendo azotada por la guerra, la violencia, la inseguridad, donde las masacres y las desapariciones se multiplican. Es lamentable que, sólo en el mes de abril pasado, en esta pequeña ciudad de Apatzingán, según el Observatorio Ciudadano, se reportaron 30 asesinatos. Y vemos así nuestro País cada vez más ensangrentado. Oramos y gritamos a Dios, pareciera que no escucha o que es indiferente ante lo que nos pasa. Donde este mandamiento que nos dejó Jesús “amen a sus enemigos, pareciera demasiado radical.

Como cristianos nos encontramos ante un gran desafío; lo primero que debemos procurar es experimentar el amor que Dios nos tiene, sólo así podremos mostrarlo a los demás, de lo contrario sonaremos como campanas viejas. Aquella acusación que Nietzsche le hizo a los cristianos: “No creo que Cristo sea salvador porque no veo a los cristianos con cara de salvados. Tendrían que cantarme cantos más alegres. Sería necesario que tuvieran rostros de salvados para que creyera en su salvador”. Estaba criticando un cristianismo triste, apagado; ¿podría decirse esto de nosotros hoy?.

Espero que todos hayamos experimentado el paso de Dios por nuestras vidas; experimentado su amor. Hago una invitación para que ese amor lo empecemos a vivir en familia, allí donde pareciera que el amor es algo que se da de manera natural. Nos damos cuenta que, cuesta mostrarnos el amor, ya que el amor no es de palabra, implica acciones. Les digo a los esposos: No dejen de mostrarse el amor en actos concretos, cotidianos; cuando el amor es el centro de la pareja, ese amor se extiende a los hijos y más allá de la familia. Les digo a los hijos, a los hermanos: ¡Ámense!.

Miremos a nuestras parroquias y descubramos si el amor de Dios se vive:

¿Tendremos una Iglesia centrada en el amor? De manera personal, ¿cómo muestro mi amor a Jesús y a los demás? ¿Cómo se vive el amor en los grupos y movimientos parroquiales?

Hermanos, nos encontramos hacia unas elecciones de nuestros gobernantes; unas elecciones que deben estar marcadas por el amor, que lleve a buscar el servicio a los ciudadanos de nuestra Nación. Sólo el que ama realmente, será capaz de servir y no de servirse del pueblo. Es momento de reflexionar: Nuestros candidatos ¿cómo están mostrando su amor en las campañas? ¿Acaso con dádivas, con despensas, que después se esfumarán?

¿Sus actitudes, muestran que realmente quieren servir a la Nación? ¿Su historia de políticos los ha caracterizado por el servicio?.

Hermanos, me dirijo a ustedes que aspiran a un puesto público en estas elecciones, no olviden que existe un ser superior a todos; amando y respetando ese Ser, es como se puede amar y servir al pueblo, es como se puede vivir en fraternidad. Que tus campañas no sean de desprestigio para los demás; que seas capaz de amar y de servir, aún a aquellos que no visten tus colores, que son de otros partidos, que tienen otras ideas, que no piensan como tú. Sólo amando a Dios podremos amar a su creatura, sólo respetando al Creador, podremos respetar su creación.

Hermanos todos, en medio de tanta confusión sobre lo que es el amor verdadero, en medio de tantos egoísmos que se disfrazan de amor, en una sociedad en la que el amor parece que no pasa de ser un sentimiento o una pasión de momento y que no implica ningún compromiso duradero.

Preguntémonos: ¿Quién puede enseñarnos a amar verdaderamente? Creo que sólo Dios, de quien nos viene la capacidad y la vocación de amar, puede mostrarnos el camino de dar la vida por nuestros hermanos.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan