El padre Marcelo Pérez fue un sacerdote tzotzil que vivió en la zona de Los Altos en Chiapas. Misionero y mediador de la paz, fue un verdadero acompañante de las comunidades chiapanecos de Simojovel, Pantelhó y San Cristóbal de las Casas. El padre Marcelo no sólo fue testigo de la impunidad, violencia, abandono e injusticias de su pueblo, prácticamente se convirtió en un vocero de estos pueblos tan lastimados. Marcelo Pérez fue un sacerdote que se involucraba en los conflictos de los pueblos y las comunidades para mediar y buscar la paz. También denunciaba la injusticia, y por tal razón se ganó la enemistad de los violentadores y abusadores de la región.
Desde hace varios años, se sabe que en Chiapas hay mucha violencia. Pero no se dice con exactitud que está sucediendo. Hay pobreza, marginación, existen conflictos territoriales entre las comunidades, despojo de tierras, problemas migratorios y de violencia por ser frontera con Guatemala y además hay que sumarle el hecho de que hay presencia del crimen organizado. El Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Genración, desde hace varios años, están disputándose el control de rutas y los territorios para controlar el tráfico de drogas, de armas y de personas. ¡Pobre Chiapas! Estamos siendo testigos de cómo un estado tan pobre y debilitado ha sido totalmente abandonado a su suerte frente a depredadores que no conocen a Dios.
Me comenta una amiga que, en su comunidad, quienes gobiernan son los de un grupo delincuencial. Ellos le dicen a la población que calles deben cuidar, dónde deben limpiar, cuándo deben manifestarse y hacer bloqueos de calles. Aquellos ciudadanos que no quieren cooperar tienen que pagar una cantidad de dinero como “castigo”. Y si quieren abandonar el pueblo, tienen que pagar más de $800 mil pesos. Siendo un pueblo tan pobre y sin oportunidades de desarrollo, son prácticamente esclavos de un grupo de delincuentes armados. Y reconoce que tienen “suerte” ya que los del otro grupo tratan peor a los pueblos que tienen sometidos: cobro de piso, extorsión, violaciones y asesinatos.
Chiapas está viviendo no sólo la ausencia total del Estado, sino una involución a la época barbárica. La gente está sufriendo a manos de unos neovikingos que sólo buscan el control del territorio para afianzar sus negocios ilícitos. No estamos hablando sólo de tráfico de drogas ni de armas. Hay mujeres y niños siendo víctimas de trata… ¿Qué tiene que suceder para que el gobierno federal mande al Ejército a poner orden? ¿Por qué los gobiernos estatales han sido omisos y negligentes? A nivel municipal, los caciques y los grupos de delincuentes se han apropiado de las estructuras municipales. Por esta razón, en algunos lugares han surgido grupos de “autodefensas”, quienes en un principio buscan recuperar la administración de su comunidad. Algunos de estos grupos han sido corrompidos. Los chiapanecos necesitan que el gobierno federal se comprometa a intervenir, a ordenar y a reconstruir.
La indolencia nos está matando. Los ciudadanos tenemos que VISIBILIZAR esta pesadilla. Tenemos que exigir al Estado que sirva a la población. Es necesario escribir cartas y oficios a la Presidente de la República para pedir JUSTICIA. Cómo diría el padre Marcelo, “Chiapas es una bomba de tiempo” y sin Chiapas cae, los demás estados serán cuestión de tiempo…