* La Conferencia Episcopal de Escandinavia ha enviado una carta abierta a la Conferencia Episcopal Alemana en al que señala la preocupación de los obispos nórdicos por el desarrollo de la Asamblea Sinodal germana.
* Y les advierten que deben mantenerse en comunión con el resto de la Iglesia y ajustarse al depósito intacto de la fe recibida y las enseñanzas inmutables de la propia Iglesia.
Los obispos nórdicos (Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia y Dinamarca) están reunidos en la localidad noruega de Tromsø, donde celebran su asamblea plenaria. Desde allí han querido enviar una carta abierta a Mons. Georg Bätzing, obispo de Limburgo y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y en su persona al resto de los obispos alemanes.
En dicha carta los obispos nórdicos muestran su preocupación por la orientación, el método y el contenido de la Asamblea Sinodal Alemana, que se apartan de la necesaria comunión con el Sucesor de Pedo y el restode la Iglesia. Advierten que aunque los desafíos que enfrenta la Iglesia en el mundo y especialmente en Europa son grandes, no se puede capitular al espíritu de la época:
«En la legítima búsqueda de respuestas a los interrogantes de nuestro tiempo, debemos, sin embargo, respetar los límites establecidos por los temas que representan aspectos inmutables de la enseñanza de la Iglesia».
Además recuerdan que «las verdaderas reformas de la Iglesia han partido de la enseñanza católica fundada en la Revelación divina y en la auténtica Tradición».
Igualmente señalan que «difícilmente podemos esperar una nueva plenitud de la vitalidad católica si se empobrece el contenido de nuestra fe».
Esta carta se une a la que envió recientemente a los obispos alemanes el presidente de la Conferencia Episcopal de Polonia, Mons. Stanislaw Gadecki, en un sentido muy parecido.
Carta abierta de los obispos nórdicos a los obispos alemanes
Conferencia Episcopal Nórdica, el Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Mons. Georg Bätzing
Tromsø (Noruega), 9 de marzo de 2022
La Conferencia Episcopal Nórdica está, al igual que la de los obispos alemanes, reunida esta semana. Le enviamos un cordial saludo desde Tromsø a usted y a todos nuestros colegas alemanes y ofrecemos nuestras oraciones por su encuentro en Vierzehnheiligen y por los desafíos pastorales y sociales cada vez más complejos de nuestro tiempo.
Fuertes lazos unen a los católicos de nuestros países con la Iglesia Católica de Alemania. El restablecimiento de la vida católica después de la Reforma tuvo lugar aquí en gran medida gracias al apoyo de los católicos de Alemania. Varios obispos, muchos sacerdotes e innumerables religiosas han dado generosamente su vida por la misión en el Norte. Con su testimonio de Cristo y su amor a la Iglesia, pusieron los cimientos sobre los que seguimos construyendo. El apoyo financiero de la Iglesia alemana sigue siendo hasta hoy vital para la vida católica en los países nórdicos. Por todo ello, que Dios les recompense ricamente.
La Iglesia se enfrenta a enormes desafíos a nivel mundial. Es evidentemente necesario que nosotros, como obispos, reflexionemos sobre la mejor manera de afrontarlos para ser fieles a Cristo, responder a las necesidades de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo y comunicar la verdad de nuestra fe.
Dicho esto, la orientación, el método y el contenido del Camino Sinodal de la Iglesia en Alemania nos llenan de preocupación. Somos conscientes de que la necesidad sentida de cambios debe considerarse en el contexto de la situación concreta de Alemania. Sin embargo, ni los temas tratados ni las esperanzas, alimentadas por algunos, de resultados concretos son preocupaciones exclusivamente alemanas. Las terribles heridas causadas por los malos tratos piden a gritos ser curadas. Nos corresponde a todos responder. Deseamos responder. Hay que hacer todo lo posible para reconocer el sufrimiento de las víctimas y prevenir futuros abusos. Es una cuestión de justicia, un imperativo cristiano. También es una cuestión de credibilidad de la Iglesia.
El Santo Padre convoca a toda la Iglesia a una búsqueda sinodal del potencial vivificante de la vida y el trabajo actuales de la Iglesia. Este proceso presupone una conversión radical. En primer lugar, debemos redescubrir las promesas de Jesús y comunicarlas como nuestra fuente de alegría, libertad y prosperidad. Se nos encomienda abrazar como nuestro, con gratitud y reverencia, el depósito intacto de la fe transmitido por la Iglesia. En todo el mundo, muchos católicos se preguntan sobre el estilo de vida y la formación de los sacerdotes, el papel de la mujer en la Iglesia, la variedad de opiniones sobre la sexualidad humana, etc. En la legítima búsqueda de respuestas a los interrogantes de nuestro tiempo, debemos, sin embargo, respetar los límites establecidos por los temas que representan aspectos inmutables de la enseñanza de la Iglesia.
Desde siempre, las verdaderas reformas de la Iglesia han partido de la enseñanza católica fundada en la Revelación divina y en la auténtica Tradición, para defenderla, exponerla y traducirla de manera creíble a la vida vivida y no desde la capitulación al Zeitgeist (ndr: espíritu de la época). Lo voluble que es el Zeitgeist es algo que comprobamos a diario.
El proceso sinodal global ha suscitado grandes expectativas. Todos esperamos una revitalización de la vida católica y de la misión de la Iglesia. Sin embargo, existe el riesgo de que, en la medida en que nos quedemos encerrados en los paradigmas del proceso de pensamiento y del cambio estructural, acabemos concibiendo a la Iglesia como un proyecto objeto de nuestra acción. El proceso sinodal presupone la imagen de la Iglesia como Pueblo de Dios que peregrina. Es obvio que un pueblo así debe organizarse de forma sensata.
Sin embargo, Pueblo de Dios es sólo una de las varias imágenes con las que la Tradición describe la naturaleza de la Iglesia. Para que nuestro discernimiento sinodal sea fructífero, debe ser enriquecido y orientado por estas otras dimensiones. Nos parece primordial, precisamente en este momento, centrarnos en el misterio sacramental de la Iglesia. ¿De qué manera podemos, ahora, contemplar y experimentar con asombro a la Iglesia también como corpus mysticum, como Esposa de Cristo, como mediadora de las gracias? La Iglesia no puede definirse simplemente como una comunidad visible. La Iglesia es un misterio de comunión: comunión del hombre con el Dios Trino; comunión entre los fieles; comunión de todas las Iglesias particulares con el Sucesor de Pedro.
Constatamos que los católicos que constituyen y llevan la vida de nuestras parroquias y comunidades perciben instintivamente este misterio sacramental, pero no son necesariamente los más inclinados a rellenar cuestionarios o a participar en discusiones de grupo. No olvidemos, en el contexto del proceso sinodal, atender con atención también su testimonio.
En este momento, cuando Europa, sometida a profundas divisiones, amenaza con estallar, nos damos cuenta que necesitamos un criterio superior de unidad. Sólo Cristo es nuestra esperanza. En su nombre, la Iglesia está llamada a ser un germen duradero y seguro de unidad, esperanza y salvación para todo el género humano (Lumen Gentium 9). Sólo si la vida ad intra de la Iglesia está enraizada en Cristo, sólo si vivimos de la plenitud de su revelación, estaremos a la altura de esta vocación. Difícilmente podemos esperar una nueva plenitud de la vitalidad católica si se empobrece el contenido de nuestra fe.
Estamos convencidos de que la Iglesia en Alemania, incluso en medio de la crisis actual, posee un potencial de renovación. Todos estamos llamados, como el primer día del Evangelio, a la conversión radical y a la santidad. Recordamos con gratitud a los grandes santos alemanes, a los teólogos que nos han enriquecido maravillosamente y a la multitud de misioneros alemanes enviados a los confines de la tierra para trabajar en la humilde oscuridad. Estamos sinceramente agradecidos por la generosidad de los católicos alemanes que han contribuido, en todo el mundo, a aliviar el sufrimiento y permitir el crecimiento (de la Iglesia). De este patrimonio brotarán semillas de bendición también en la actualidad.
Esperamos y rezamos, por tanto, para que la fe que se nos ha transmitido, la vida graciosamente transformadora en Cristo, siga manteniéndose en la Iglesia, también ante una sociedad en violenta transformación.
Le deseamos a usted y a todos nuestros colegas de la Conferencia Episcopal Alemana valor y esperanza para preservar la unidad. Nos mantenemos fraternalmente unidos a ustedes en la consecución de este gran propósito. Encomendamos confiadamente la Iglesia en Alemania a la intercesión de María, Madre de la Iglesia.
Con todos los buenos deseos de una bendita Cuaresma
Obispo Czeslaw Kozon, Copenhague, Presidente
Cardenal Anders Arborelius OCD, Estocolomo, Vicepresidente
Obispo Bernt Eidsvig, Can. Reg, Oslo
Obispo David Tencer OFMCap, Reykjavik
Obispo prelado Berislav Grgic, Tromsø Obispo prelado Erik Varden OCSO, Trondheim
P. Marco Pasinato, administrador diocesano de Helsinki
Mons. Peter Bürcher, obispo emérito de Reikiavik
Mons. Teemu Sippo SCI, obispo emérito de Helsinki
Hna. Anna Mirijam Kaschner CPS, Secretaria General.