Ni 10 días hemos tardado en conocer la letra pequeña del acuerdo entre Bolaños y Cobo/Argüello.
Hay pactos que huelen a azufre. El sellado entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la Conferencia Episcopal es uno de ellos.
En lo que sólo puede describirse como una transacción inmoral, los obispos españoles han entregado el Valle de los Caídos a cambio de que se aparque —una vez más— el escándalo de los abusos sexuales cometidos por clérigos en España.
El ministro Félix Bolaños se comprometió con el Vaticano el pasado 25 de febrero a desbloquear la resignificación del Valle. A cambio, el plan de indemnizaciones a las víctimas de abusos por parte de eclesiásticos ha sido metido cuidadosamente en un cajón, con la promesa de crear una subcomisión parlamentaria que —¡sorpresa!— no garantizará nada antes de 2026. Ni justicia, ni verdad, ni reparación. Sólo más tiempo, más titulares vacíos, más humo.
La estrategia es burda: el Gobierno finge exigir responsabilidades a la Iglesia, mientras le da margen para no asumir ni un euro en compensaciones. Y la Iglesia, en vez de enfrentarse al drama con humildad y coraje, ha optado por pactar en lo que más duele: el alma de su memoria histórica.
Argüello y Cobo celebran la permanencia de la fachada católica, mientras por dentro todo se desmorona: el Valle será transformado en un parque temático de la memoria “inclusiva”, es decir, de la amnesia. Y todo para no tener que mirar de frente a las víctimas de pederastia ni abrir la cartera.
La Conferencia Episcopal se defiende diciendo que no hay conexión entre el pacto por Cuelgamuros y el aplazamiento de las indemnizaciones. Es mentira. Hay pocas cosas más evidentes que un “quid pro quo” mal disimulado. ¿Qué ha conseguido el Gobierno a cambio de su benevolencia con los monjes? ¿Y qué ha conseguido la Iglesia sino la patada hacia adelante de una bomba a punto de estallar?
Por JAIME GURPEGUI.
JUEVES 3 DE ABRIL DE 2025.
MADRID, ESPAÑA.
INFO VATICANA.