Un grupo de universitarios del Movimiento FASTA (Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino) peregrinarán a Puerto San Julián (en la Provincia de Santa Cruz, Argentina) entre el 28 y el 30 de octubre de este año. Es una iniciativa de la Generación Austral, que explica a ReL el sacerdote mendocino Pedro Giunta, miembro de la institución religiosa fundada por fray Aníbal Fosbery, O. P., fallecido el pasado mayo.
En un reciente artículo, Giunta recordaba un pensamiento del padre Fosbery: «Hoy, 2 de abril, recuperamos las Malvinas. Este es un hecho trascendente. No se trata únicamente de vindicar una justicia por todos admitida, se trata de algo más: de retomar el sentido histórico de la argentinidad; una suerte de conciencia histórica colectiva de lo que fuimos para, desde allí, poder entender lo que somos y lo que debemos ser”
-Feliz recuerdo de un sacerdote y religioso argentino estrechamente vinculado a pensar y querer la Patria desde la mirada divina ¿no?
-Fray Aníbal Fosbery, como buen dominico, era un hombre con un fuerte sentido de realidad. Lejos de todo posicionamiento ideológico, entendía al ser humano atravesado por las dimensiones espacio-temporales. El hombre existe en un tiempo y en un lugar. El espacio cuando es habitado se carga de sentido. El sentido me abre a la experiencia de una realidad que excede al mismo espacio. Por ejemplo, al padre Fosbery le gustaba distinguir entre casa y hogar. La casa es el edificio; el hogar, el espacio cargado de sentido.
»En una perspectiva más amplia, la patria, es un legado cultural que define el sentido de un pueblo en una geografía particular. Este patrimonio cultural termina excediendo la geografía. Y perfectamente se distingue de la nación y del estado, insiste Fosbery. La nación es la patria jurídica e institucionalmente organizada. El Estado, la potencia institucional pública que goza de autonomía jurídica.
»Volviendo a la patria, Fray Aníbal, la definía como «un recóndito llamado de la sangre que nos impulsa a amarla como destino y realidad». En esta línea, la patria, es una realidad fundante que la persona experimenta desde los primeros vínculos afectivos a través de la familia. Por eso el patriotismo es una virtud derivaba del amor a los padres que nuestra fe atesora en el cuarto mandamiento. Recordando aquello de Santo Tomás referido a la virtud de la pietas: «Uno debe mayor amor a quien más le ha dado. Y es por eso que en lo que se refiere al amor al prójimo, la mayor obligación la tenemos para con los padres y nuestra patria«.
-A propósito de la gesta de Malvinas, destaca que “el recuerdo de las grandes gestas, de los santos y de los héroes, encendió nuestros corazones”, el de los argentinos. ¿Qué lecciones de vida nos dejan esos santos y héroes?
-Los santos y los héroes son faros de referencia de las comunidades y los pueblos. Recordarlos nos ayuda a confirmar o recuperar el rumbo en el camino de la vida. A descubrir el sentido de las cosas. Son personas que destacan por una entrega de amor particular, y que puede ser percibida con mayor nitidez. Un pueblo sin referencias, sin modelos, sin santos y sin héroes, es un pueblo sin un destino claro. Puede tener una sólida economía, fuertes instituciones y gran desarrollo tecnológico. Pero todo esto es tremendamente frágil y superficial sin una ética encarnada en personas concretas que señalan un camino de plenitud humana.
»En esta línea la Iglesia católica aporta el testimonio de los santos. Que no solo invitan a un modo de vida, sino que hacen presente a Cristo resucitado. Hacen presente la realidad del Reino de los cielos en un tiempo particular a través de la fuerza transformadora de la gracia.
»Hay mucha más santidad en nuestros pueblos de la que podemos percibir. Aquella que el Papa Francisco llama: la santidad de la puerta de al lado. Sin embargo, en algunas personas, hay una experiencia de amor más nítida que nos ayuda a descubrir un camino.
»En Malvinas, está más que claro que no todo fue santidad y heroísmo. El paso del tiempo irá clarificando la mirada. Aun así, podemos afirmar que han existido incontables acciones de santidad y heroísmo. Los ejemplos de camaradería extrema. La audacia de los pilotos balbuceando un avemaría. El cuidado de algunos jefes para sus subordinados tuvo fuertes tonos de santidad. El valor de muchos soldados y conscriptos. No podemos olvidar a todos los familiares de quienes lucharon: esposas, hermanos, hijos, madres y padres. Ellos tuvieron que cargar un peso espiritual, en algunos casos aún mayor, que el de los mismos soldados.
»Han habido muchos gestos de perdón y reconciliación sin dar lugar al odio: acá hay mucho de santidad. Valga aquí un afectuoso recuerdo a quien pude tratar personalmente, la Sra. Delicia Rearte de Giachino recientemente fallecida, quien fuera la madre del primer caído en Malvinas. Ella supo descubrir en la entrega de su hijo un mensaje auténticamente cristiano. Finalmente, quiero recordar, a los capellanes, que hacían sentir la presencia de Jesucristo vivo en medio del drama de una causa justa.
»Todo esto, y mucho más, debe ser recordado, en primer lugar, por auténtico sentido de justicia. Recuerdo aquellas palabras del entonces cardenal Bergoglio en una misa por los caídos y veteranos de Malvinas: «La Patria tiene que acordarse de ellos. No puede excluir de su recuerdo a ninguno que fue convocado, tiene que hacerse cargo de tantos corazones con cicatrices y decirles gracias, a los que quedaron en las islas o sumergidos en el agua, a todos».
-La Gesta de Malvinas se vincula, obligadamente, con la fe católica de nuestro pueblo argentino. ¡Cuántos ejemplos de religiosidad entre los muertos por la Patria y los VGM [Veteranos de Guerra de Malvinas]!
-No me animaría hacer tal afirmación sin las correspondientes distinciones. El tema Malvinas es muy complejo en su génesis y desarrollo. Más allá de los sucesivos avistamientos de las islas, claramente, hay un quiebre inicial de las normas de derecho internacional público por el uso de la fuerza: una usurpación violenta en 1833 por parte del Reino Unido. Luego se desata un conflicto jurídico que se perpetúa por más de cien años con reiterados reclamos argentinos vía cancillería en los organismos internacionales. Todo esto confluye en un conflicto bélico con fuertes implicancias políticas, que, en el origen, no era buscado por la nación argentina.
»Toda esta situación somete a nuestro pueblo a una dramática experiencia límite: una guerra. Las guerras han sido siempre uno de los mayores flagelos de la historia de la humanidad. Como toda situación límite saca lo mejor y lo peor del ser humano. En esa respuesta existencial profunda, la fe constituye un elemento central. Allí aparece el vínculo inicial. Cuando esta respuesta de fe deja de ser solo personal y se hace comunitaria pasa de lo devocional a lo cultual. Esto sucedió en Malvinas.
»Decimos cultual para referirnos al culto de una comunidad. Es decir, el particular modo que un pueblo vive una experiencia religiosa. Este elemento religioso es constitutivo de la identidad cultural de cada pueblo. Por eso nos animamos a decir que la respuesta de pueblo argentino durante el conflicto de Malvinas fue una respuesta cultural. Y como tal, incluye una fuerte experiencia de fe; y como argentinos, de fe católica. Los mismos protagonistas dan testimonio de la fuerza transformadora de la fe durante todo el conflicto.
»En esta línea recomiendo vivamente el libro Dios en las trincheras del padre Vicente Martínez Torrens, capellán militar durante la Guerra de Malvinas.
-Han elegido como destino de la peregrinación el Puerto San Julián, en la provincia de Santa Cruz. Un lugar que, para los argentinos tiene un sabor fundacional, por cierto.
-Absolutamente. Allí el 1° de abril de 1520, un Domingo de Ramos, la escuadra de Magallanes celebró la primera misa en lo que hoy es el territorio argentino. Más allá del vínculo de la base aérea de Puerto San Julián con el conflicto de Malvinas, es un lugar muy significativo para nuestra fe. Nuestra intención principal es ir a rezar por la Patria. Nuestro pueblo tiene muchas heridas que sanar. Queremos recordar Malvinas, pero queremos hacerlo rezando por Argentina.
Pedro Giunta, sacerdote de FASTA, explica el sentido de patriotismo cristiano de la peregrinación que convocan a finales de octubre.
»La desaparición de la grieta, el verdadero cambio, empieza por los corazones y esto no es posible en profundidad sin el amor de Jesucristo. La grieta principal no es entre partidos, sino entre Dios y yo, entre yo y mis hermanos. Es bueno recordar el comienzo de la Oración por la Patria: «Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos…» Esto queremos expresar desde lo más hondo del alma como jóvenes católicos de Argentina peregrinando a Puerto San Julián. Queremos que nuestras voces se alcen en vuelo arrastradas por gélido viento patagónico pidiendo perdón, dando gracias y suplicando a Jesús por intercesión de nuestra Madre, María de Luján.
-Para terminar, si tuviera que hablarle a las jóvenes generaciones sobre la Gesta de Malvinas, ¿qué les diría?
-Creo que Malvinas no puede ser asumida con un superficial fervor patriotero. No es sano y hasta es peligroso. Debe ser asumida con la delicadeza que implica todo drama existencial humano. Allí, como quien pisa tierra sagrada regada con la sangre de esposos, padres, hermanos y amigos argentinos, encontraremos luces y sombras para dirigir nuestros pasos.
»Pero tampoco mirar para otro lado. Como si nada hubiera pasado, o como si nada tuviera que ver la fe con la historia de nuestro pueblo. Ya lo decía Bergoglio: «Hay una herida abierta que sigue sangrando en el dolor de las madres y otros familiares que comparten con orgullo la gloria de los que ofrendaron su vida. El drama de los que lucharon y volvieron de Malvinas es nuestro drama porque nos pone delante de nuestra indiferencia y desamor. Nuestro estilo de vida elitista rechaza el fracaso, lo desvaloriza o lo esconde; no se deja enseñar de él». Repito esta parte: “Comparten con orgullo la gloria de los que ofrendaron su vida”.
»Creo que no se puede ser completamente cristiano sin el amor a la Patria. No es un tema ideológico, es un tema completamente humano, de amor humano. Y si es humano, es indefectiblemente cristiano. Está claro el amor de Jesús por su patria, su pueblo, su ciudad: Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita» (Lc 19, 41- 44).
»A veces pareciera que no podemos sentirnos orgullos de la nobleza de nuestra historia. Resulta paradójico, y chestertoniano, justamente, citar a Chesterton, un inglés, en una entrevista sobre Malvinas, pero creo que es muy iluminador: «Me propongo seguir enorgulleciéndome de Chaucer, de Shakespeare y de Nelson; sentir que los poetas en verdad amaron el idioma que yo amo, y que el marino sintió algo de lo que nosotros sentimos por el mar. Pero, si aceptamos este mítico ser colectivo, este yo mayor, debemos aceptarlo de una vez por todas. Si nos jactamos de lo mejor, debemos arrepentirnos de lo peor. De otro modo, el patriotismo será una pobre cosa».
»En Malvinas hay sobrados testimonios de vida para sentirnos orgullosos e iluminar nuestra realidad personal y colectiva. Es hora de escuchar a los protagonistas con atención porque nos tocará a nosotros contar lo que hemos visto y oído en ellos. Nos tocará a nosotros, como generación, asimilar Malvinas con la madurez que solo el paso del tiempo puede provocar. Nos tocará a nosotros aprender de ellos y mantener vivo su legado para el bien de nuestro pueblo. Malvinas es una realidad latente en nuestra conciencia histórica como nación. Malvinas ya es parte del patrimonio cultural argentino y, como tal, es una herencia que se nos ofrece como generación. Asumirla es un desafío que nos puede convertir en la Generación Austral.
Por Germán Masserdotti.
Lunes 17 de octubre de 2022.
ReL.